pescadores de Ecuador
AFP

«Capitán, acerque su embarcación», ordena una militar de Ecuador a bordo de una lancha de la Marina que da cacería a narcotraficantes, que usan el Golfo de Guayaquil para sacar droga hacia altamar.

Ubicado en el Pacífico, Guayaquil se ha convertido en un punto estratégico para la distribución de cientos de toneladas de drogas. En su mayoría cocaína, que van a Estados Unidos y Europa.

Desde 2021, cuando empezó el gobierno del derechista Guillermo Lasso, Ecuador ha decomisado cerca de 500 toneladas.

«Estamos en una inspección de rutina», advierte la militar mientras sus compañeros armados con fusiles revisan los documentos y las maletas de los tripulantes de un pequeño bote.

En uno de sus varios intentos por contener la fuerza del narco, Lasso declaró como terroristas a las bandas criminales, lo que permite a los militares patrullar sin necesidad de un estado de excepción.

Un pescador que prefiere no revelar su nombre por temor a un atentado relata que están a merced de criminales que navegan por el Golfo de Guayaquil, entrada al principal puerto comercial de Ecuador.

Hay lanchas en las que salen hombres «hasta con fusiles, robando, extorsionando a los cangrejeros y a la gente que pesca por ahí», dice a la AFP.

Entre 20 y 30 dólares semanales deben pagar los pescadores y recolectores de cangrejos para poder trabajar en una de las zonas más violentas de Ecuador.

La criminalidad ligada al narcotráfico llevó a casi duplicarse la tasa de homicidios de 2021 a 2022, pasando de 14 a 25 por cada 100.000 habitantes.

El miedo de los pescadores de Ecuador

Con la guerra declarada al narcotráfico y a las actividades terroristas, el gobierno ha intensificado la presencia militar en operativos de control por tierra y mar.

«Alrededor del Golfo de Guayaquil hay bastantes asentamientos de casas (…) estas áreas son usadas por estas organizaciones criminales porque les da la facilidad de la salida al mar para realizar sus actividades ilícitas», comenta a la AFP un militar con el rostro cubierto.

En las islas del golfo, el temor se extiende entre las humildes casas.

«Todo da miedo, salir a pescar como salir a cangrejear», expresa a la AFP Ilda Vera, una ama de casa de 77 años que habita en la isla Puerto Libertad.

Sus hijos se han organizado para hacer guardias nocturnas para evitar que criminales les roben las lanchas, que son el único sustento de la familia.

En su relato no faltan los asesinatos, los robos y los temores de la comunidad.

Para combatir las bandas criminales, Lasso ha decretado varios estados de excepción e incluso dio luz verde a la población para el porte de armas para defensa personal.

Sin embargo, las denuncias de sicariato, incautaciones y extorsiones se multiplican en Ecuador, ubicado entre Colombia y Perú, los mayores productores mundiales de cocaína.

Lejos de los operativos, en el mar una marca roja sobre el motor de la embarcación asegura una semana más de trabajo. Es la seña que usan los criminales para identificar a los que han pagado la extorsión o «vacuna».

«Pagan porque quieren trabajar tranquilos», comenta el pescador y denuncia que esa corrupción «viene de lo alto».


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