Moisés Naím, América Latina, democracia
Entrevista a Moisés Naím. Foto: Lino Chipana/ El Comercio

Miembro del think tank Carnegie Endowment for International Peace de Washington, exdirector de la revista Foreign Policy y exdirector ejecutivo del Banco Mundial, entre otros cargos, el escritor y economista venezolano Moisés Naím es uno de los analistas políticos más destacados e influyentes de América Latina.

Naím expondrá este jueves en la conferencia anual de la Sociedad Nacional de Minería, en el marco del Mes de la Minería, y en entrevista por videoconferencia con El Mercurio señala los peligros para la democracia en la región, los focos de conflicto que representan Venezuela, Nicaragua y Perú, los desafíos y oportunidades relativos a la pandemia y los avances del proceso constituyente en Chile.

América Latina en crisis

–¿Cómo ve el panorama regional en este momento, con gobiernos de corte autoritario y populismos en distintos puntos, todo en medio de la pandemia?

–Hoy la democracia en todo el mundo está bajo amenaza, presión y retos, y América Latina no es la excepción. Es muy difícil para un gobierno democrático manejar las consecuencias de una pandemia de impacto global, las repercusiones económicas, las condiciones preexistentes que había en América Latina cuando llegó la pandemia. Cuando llegó la pandemia las calles ya estaban ardiendo. Las protestas sociales, había una situación económica muy mala.

América Latina está pasando por una etapa muy complicada. Afortunadamente, los últimos meses ha aumentado significativamente el precio de los commodities, las materias de exportación más importantes de una gran mayoría de los países de América Latina, que depende de sus ingresos en más de 50% por la venta de commodities . Entonces, como los precios están altos, pues, las economías están teniendo un poco de ayuda. Pero como sabemos, los precios de los commodities suben y bajan. Cuando suben hay jolgorio y cuando bajan hay miseria. Ojalá tarden en bajar, pero eso es un ciclo histórico en América Latina.

–¿Es un momento histórico especialmente tenso para la región considerando la pandemia y las protestas sociales de 2019 en varios países?

–Claro, tenemos muchas cosas que no nos han pasado antes. Los sistemas sanitarios de América Latina siempre dejaron mucho que desear, y la pandemia ha agudizado eso. América Latina tiene uno de los índices más altos, si no el más alto, de trabajo informal. La pandemia ha hecho más agudas las dificultades de trabajar de esa manera.

En fin, hay una serie de condiciones que estaban allí, que América Latina las está sufriendo, y una de las esperanzas es que la crisis -que de todas maneras es muy profunda- motive y cree el caldo de cultivo para que se den las reformas que América Latina tiene pendientes.

La lista de cosas que hay que cambiar es conocida, pero hay desacuerdo en cómo hacer para cambiarlas.

Las prioridades

–¿Cuáles cree que son las reformas prioritarias?

–Estoy pensando en la reforma del sistema educativo, las reformas de la política fiscal, de los impuestos, cómo se originan y a dónde van, en el sector público y su funcionamiento interno, en el sistema judicial. En fin, hacen falta muchas reformas económicas que aumenten la productividad y competitividad internacional de América Latina, que están pendientes. Entonces, quizás la crisis crea las condiciones para hacerlo. No hay que desaprovechar la crisis para quizás llevar adelante las reformas, pero vamos a ver si eso ocurre.

–Las proyecciones económicas para este año son favorables, pero después no se sabe. ¿Impediría esto realizar estas reformas pendientes?

–Así es, debido al aumento del precio de los commodities, Chile, por ejemplo, va a tener un crecimiento excepcional este año. Todo eso es la recuperación de años de estancamiento, de lockdown, de estar cerrados, el precio del cobre que está muy alto. Como tú dices, la gran pregunta es si ese crecimiento tan importante que va a haber en el año 2021 es sostenible y perdurará en 2022 y 2023.

–¿Qué opina del debate que ha surgido por las ayudas fiscales en los países de la región?

–Lo primero que hay que reconocer es que un gobierno que obliga a su gente a quedarse en sus casas, sin ir a trabajar, tiene la obligación de tener políticas que permitan que esa familia sobreviva y tenga acceso a alimentos, a los servicios públicos. Entonces eso casi que no puede ser un debate.

El debate ocurre cuando se habla de la magnitud del apoyo fiscal y cuál es el periodo y la permanencia, y ahí hay grandes variaciones de país en país. Muchos países, casi todos, están dando apoyo a financiero, monetario a la gente económicamente afectada por la pandemia. Pero las variaciones en su ejecución, en cómo son hechos en la distribución entre la población rural y la urbana, la distribución etaria de las ayudas, varía muchísimo de país en país.

–¿Cómo ha visto el proceso constituyente de Chile?

–Es muy temprano todavía (para evaluarlo). Pero yo sí he alertado varias veces, incluyendo en conversaciones previas que hemos tenido, del peligro que hay en los cambios constitucionales que terminan siendo una declaración de otorgar derechos constitucionales que ningún Estado es capaz de dar. Por supuesto que queremos que todos tengan vivienda decente, pero que esté en la Constitución no va a garantizar que eso ocurra. Es una cosa ideal, pero hay que tener mucho cuidado con una Constitución que sea muy larga en concesiones y en derechos, y muy corta en obligaciones.

–Por como está transcurriendo hasta ahora, ¿ve similitudes con otros procesos?

–Lamentablemente, en América Latina no. Las constituciones en América Latina en épocas contemporáneas, finales del siglo XX y hoy, esencialmente han sido trucos para concentrar el poder en quien ya lo tiene. Lo vimos en la Venezuela de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, lo vimos en Centroamérica, en Ecuador, en Nicaragua, en Bolivia. La idea es utilizar la Constitución para hablar de muchas de las cosas buenas que hay que hacer y meterle unas condiciones que le dan más poder al Ejecutivo que ya existen.

La preocupación

–¿Qué países o zonas ve más preocupantes o que representen mayores peligros para el conjunto de la región?

Las tragedias de América Latina las conocemos, y en estos momentos su expresión más aguda de tragedia son Nicaragua y Venezuela. Es terrible lo que está pasando ahí. Es terrible también lo que está pasando en Perú. La situación de Perú es inherentemente inestable, renunció el canciller, hay mucha turbulencia con respecto a Perú y su nuevo gobierno. Esos son los tres países que tienen mucha inestabilidad interna y están irradiando inestabilidad internacionalmente. El principal de ellos es Venezuela. La catástrofe socioeconómica de Venezuela está irradiándose a otros países a través de los refugiados, pero también a través del activismo de Nicolás Maduro y su régimen en otros países de América Latina.

–¿Y ve algunos casos de países destacables?

–Al lado de estas malas noticias hay dos muy interesantes, muy peculiares. Una buena noticia tiene que ver con la República Dominicana. Es un país que está creciendo mucho, que tiene crecimiento sostenible, esencialmente basado en el turismo pero también tiene minerales y agricultura. No quiere decir que República Dominicana no sea un país muy pobre, con desigualdades importantes, pero hay progreso notable, significativo, que no necesariamente es visto con frecuencia.El otro que es la gran sorpresa es Guyana, un país muy pequeño y que acaba de hacer descubrimientos de petróleo, y va a ser uno de los países con mayor producción petrolera per cápita en el mundo. La actividad petrolera va a generar dinamismo en otros sectores y servicios, y Guyana va a ser el país más rico per cápita en América Latina.

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