La alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet
Foto: Archivo

La jefa de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, llega al país luego de publicar un informe en el que detalla lo que se vive en Venezuela, un documento que al régimen de Nicolás Maduro no le cayó bien.

La oficina de Bachelet expresó preocupación en marzo por “la magnitud y la gravedad de la repercusión de la crisis actual sobre los derechos humanos, que constituye además un inquietante factor de desestabilización regional”. Ahora intenta constatar in situ lo que miles de venezolanos sufren a diario. Como lo dijo en 2017: “Yo tampoco perdono ni olvido. Soy hija de un ejecutado político y ex presa política».

Raíces socialistas

Su padre fue Alberto Bachelet, general de brigada de la Fuerza Aérea chilena que acompañó a Salvador Allende en su gobierno como miembro del movimiento Unidad Popular y militante del Partido Socialista.

El destino del general Bachelet fue la cárcel, la tortura y la muerte, pues no quiso sumarse al golpe de Estado que el general Augusto Pinochet dio el 11 de septiembre de 1973.

Su hija y su esposa pasaron a la clandestinidad y fue cuando Michelle comenzó a ayudar al proscrito Partido Socialista de Chile, al que perteneció su padre. En 1975 ella y su madre, Ángela Jeria, fueron apresadas y experimentaron también la tortura y las vejaciones del régimen militar.

“Me separaron de mi madre. Me empezaron a interrogar. Me torturaron… me cuesta recordar, como que se me bloquearon los malos recuerdos. Pero lo mío no fue nada al lado de lo que sufrieron otros», relató sobre su experiencia.

Al final, fue tramitado para Michelle el exilio. Aunque tenía un hermano que vivía en Australia, fue acogida por el gobierno de la República Democrática Alemana, gracias a las gestiones del gobierno socialista de Erick Honecker.

Mantuvo vínculos cercanos con el Partido Socialista Unificado de Alemania, en pleno apogeo de la Guerra Fría y el Muro de Berlín. En esa ciudad conoció a su esposo, el también chileno Jorge Dávalos, militante del Partido Socialista y que se encontraba promovido por la Stasi para hacer un curso de explosivos y pistolas.

Regreso a la patria

Solo estuvo en la Alemania socialista cinco meses. No terminó de estudiar Medicina porque recibió el permiso para volver a Chile, y así lo hizo.

A pesar de sus inclinaciones políticas, prefirió mantenerse bajo perfil, sobre todo ante las divisiones del Partido Socialista chileno. Se dedicó a terminar su carrera de Medicina. Sin embargo, eso no le impedía participar en las protestas anti-Pinochet ni establecer lazos con el Partido Comunista.

En 1996 fue elegida miembro del Comité Central del partido y perdió su primera elección a escala municipal. Se dedicó entonces a estudiar estrategia militar en la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos.

En el año 2000, luego de haber participado en su campaña, fue nombrada ministra de Salud del presidente Ricardo Lagos. En 2002 fue designada jefa de la cartera de Defensa, la primera mujer en Iberoamérica con este cargo. En su discurso de aceptación dijo ante el alto mando militar chileno: “Soy mujer, socialista, víctima de la dictadura, separada y agnóstica; junto cinco pecados capitales, pero vamos a trabajar bien».

De allí comenzó a dispararse su carrera política, que la llevó a ser presidente de Chile en dos oportunidades, desde 2006 al 2010, cuando coincidió con Hugo Chávez; y luego desde 2014 al 2018.

Relaciones distantes

A juicio de Antonio Sánchez García, profesor universitario de origen chileno, las relaciones entre Michelle Bachelet y Hugo Chávez no fueron las más cercanas.

Fue nombrada presidente pro tempore de la Unión de Naciones Suramericanas en mayo de 2008, una iniciativa impulsada por Chávez y otros mandatarios de la región, como Evo Morales.

En ese mismo mes, Sánchez escribió sobre las relaciones entre Chávez y Bachelet: “Una doctora socialista y un teniente coronel de ejército. Una relación cordial… pero recargada de distanciamiento, de desconfianza y de controversiales silencios. Michelle Bachelet debe experimentar la tensión de ser una gobernante medularmente democrática y de izquierda que ha sufrido en carne propia las iniquidades del militarismo autocrático”.

Algunos otros afirman que, por el contrario, Chávez la admiraba mucho. El senador chileno Alejandro Navarro, del Movimiento Amplio Social, llegó a afirmar que el presidente fallecido estaba enamorado de Bachelet. El parlamentario argumenta que admiraba su cercanía con Allende, su formación socialista.

De acuerdo con algunas frases que ha dicho públicamente, la ex mandataria chilena coincidía en algunos conceptos con el presidente difunto, como su determinación de acabar con el modelo neoliberal o su apreciación de que Washington constantemente se inmiscuye en la política interna de los países: «La razón por la que no ha habido un golpe de Estado en Estados Unidos es porque en Estados Unidos no hay una embajada de Estados Unidos”.

Cuando murió Chávez, a través de CNN dijo: «Siendo yo presidente de mi país compartí los cuatro años de mi ejercicio con el presidente Chávez. Quiero decir que siempre fue un gran amigo, un gran colega. Quisiera destacar su profundo amor por su pueblo y por los desafíos de nuestra región de erradicar la pobreza y generar una mejor vida para todos, y (también) su profundo amor por América Latina”.

Carrera en la ONU

Bachelet pisa por primera vez las oficinas de las Naciones Unidas al finalizar su primer período presidencial. En septiembre de 2010 asumió el cargo de directora ejecutiva de la oficina ONU Mujer.

Luego regresaría al término de su segundo período, 2018, cuando el secretario general, Antonio Guterres, la designó jefa de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

Constantemente es interrogada sobre lo que vivió como presa política. Conoce lo que significa la reconstrucción de un país a partir de la destrucción de una tiranía. Cuando supo de la muerte del verdugo de su padre, Augusto Pinochet, dijo: «Chile no puede olvidar. Solo así tendremos una mirada constructiva de nuestro porvenir, garantizando el derecho del respeto de los derechos fundamentales de todos y todas los chilenos».


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