Brasilia
FOTO AFP

Los vándalos que asaltaron las sedes de los tres poderes en Brasilia tienen perfiles muy diversos, pero les une un odio visceral al comunismo que, según ellos, encarna el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, a quien se niegan a ver gobernando Brasil nuevamente.

¿Pero, quiénes son y qué querían realmente el domingo estos partidarios del exmandatario de extrema derecha Jair Bolsonaro, que perdió las presidenciales de octubre con Lula?

Les gusta hacerse selfis en los grandes momentos, y con la cara descubierta. Los autorretratos de 30 de ellos aparecieron el martes en una página entera del diario O Globo, bajo el titular: «Selfis en las redes sociales ayudan a la identificación».

Entre ellos destacaban un sobrino de Bolsonaro, un famoso youtuber, un artista plástico que participó en el programa de telerrealidad Gran Hermano Brasil y un general de la reserva que fue jefe de logística del Ministerio de Salud.

En este directorio de alborotadores blancos, negros y mestizos, jóvenes y viejos, también figura la esposa de un exgobernador, un pastor evangélico, un diputado de la Cámara de Diputados, funcionarios, un agrónomo, un jubilado y un mecánico.

En su perfil de Instagram, un coronel de la reserva publicó un video en el que lanza insultos a los generales de las fuerzas armadas: «Hijos de puta», les grita.

Otros publicaron videos el domingo en los que comentaban: «Lo están invadiendo todo», o hablaban de «una guerra».

Fueron sobre todo personas anónimas las que se movilizaron, organizándose durante días gracias a aplicaciones de mensajería instantánea, en particular Telegram y WhatsApp. Una investigación judicial está en curso.

Con camisetas amarillas y verdes con los colores de la bandera nacional, en la que muchos se envolvieron, asaltaron el palacio presidencial de Planalto, el Congreso y la Corte Suprema.

Cantaron el Himno Nacional y causaron muchos daños, en especial a piezas de arte de valor incalculable.

«Un Brasil libre»

El objetivo declarado de estas personas a las que Lula calificó de fascistas y terroristas: sembrar el caos para provocar una intervención militar e impedir el comunismo en Brasil.

El primer punto lo lograron perfectamente, al menos durante casi cuatro horas. Por lo demás, el ejército no salió de sus cuarteles.

«Participé de ese acto porque quiero un Brasil libre, un país sin comunismo», dijo a la AFP Augustinho Ribeiro, tras ser puesto en libertad luego de su detención en Brasilia.

Durante la campaña electoral, Bolsonaro aseguró con frecuencia que la victoria de Lula, que gobernó el gigante latinoamericano entre 2003 y 2010, significaría para el país un futuro como el de la vecina Venezuela.

«Las opresiones que hemos sufrido. Creemos que en el futuro realmente podemos convertirnos en un país comunista», teme también Lucía, una pensionada liberada que no quiso dar su apellido.

El grueso de los bolsonaristas detenidos tras los desmanes estaban en un campamento instalado en Brasilia luego de las elecciones de octubre, que consideran fraudulentas.

Una semana antes de la toma de posesión de Lula, el 1 de enero, un simpatizante de Bolsonaro fracasó en un intento de atentado en Brasilia.

«Sólo queremos libertad. Nadie fue allí a matar», declaró a la AFP una mujer que no deseó dar su nombre, luego de ser liberada tras permanecer detenida.

De hecho, a diferencia de las personas que atacaron hace dos años el Capitolio en Washington, los alborotadores de Brasilia estaban desarmados y nadie murió, en un país en el que durante el gobierno de Bolsonaro aumentó el número de civiles armados.

Los edificios atacados estaban vacíos: Lula visitaba un municipio de Sao Paulo afectado por las lluvias y había receso parlamentario.

¿Provocación de la izquierda?

No es posible afirmar que quienes votaron por Bolsonaro en octubre -58 millones- aprueban esa violencia, ejercida por un núcleo duro de partidarios acérrimos, muchos de ellos teóricos de la conspiración y alimentados con desinformación masiva en las redes sociales.

La tesis de una supuesta provocación de la izquierda corrió como la pólvora.

«Cuando los  bolsonaristas bajaron allá (a los edificios), todo ya estaba dañado. Fuimos traicionados», dijo a la AFP uno de los manifestantes, que aseguró que hubo presencia de «infiltrados del PT» (Partido de los Trabajadores de Lula) en el lugar.

«Sí, lo leí en las redes sociales, había infiltrados en nuestro movimiento amarillo y verde», aseguró Ayrkol Lorena, de 62 años, que protestaba delante de un campamento bolsonarista en Sao Paulo.

«Estamos muy enfadados por la elección de Lula», añadió.

Aunque la respuesta del gobierno de izquierda fue muy firme, los radicales bolsonaristas no se rindieron. Sobre todo teniendo en cuenta que el exmandatario, que viajó a Estados Unidos dos días antes de la investidura de Lula y no participó de la ceremonia de traspaso de mando, ha sido tímido para condenar la violencia.

«Si ellos creen que nos van a intimidar, están muy equivocados», afirmó  Augustinho Ribeiro. «Ahora vamos a descansar y prepararnos para una nueva lucha»


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