“Estamos viviendo una vida de desgraciados. Me voy sin querer irme, pero me niego a vivir una vida como esta. ¡Me cansé! Trabajo mucho más que antes y apenas me alcanza para comprar la comida”.

El lamento del agente de viajes Ronny Fernández se repite en las cabezas y en las bocas de miles de venezolanos que se aprestan a iniciar una nueva oleada migratoria. La encuestadora Consultores 21 confirmó con sus sondeos el clamor nacional: 47% de los venezolanos se plantea emigrar y seguir rutas parecidas a las ya emprendidas por sus compatriotas.

Se trata de otra nueva fuga para unirse a la descomunal diáspora, que ya suma entre 4 millones y 5 millones de venezolanos. Buena parte de los que ya aprestan sus valijas esperaron a que sus hijos terminen este mes el año lectivo. Unos pocos salieron corriendo a la carrera al conocer el plazo impuesto por Perú para iniciar el trámite de visas que terminaba este viernes. Otros, simplemente, se unieron al éxodo, olvidada ya la esperanza surgida en enero con la irrupción de Juan Guaidó.

La inmensa mayoría no cree en absoluto que el país vaya a mejorar y 95% considera que el país está mal y va mal, según Datanálisis. “El régimen comienza a dar señales de interés en facilitar la salida. Los números muestran que estimar entre este año y el próximo una emigración semejante a la que ya salió no sería descabellado. Ello contribuiría a estabilizar al régimen”, desvela el politólogo Benigno Alarcón.

Pese a las cortinas propagandísticas de humo que lanza el gobierno de Nicolás Maduro, que incluso acusó a la Agencia de la ONU para los Refugiados, Acnur, de manipular las cifras de emigrantes, basta un simple vistazo para comprobar sus efectos. El jueves pasado, la tradicional fiesta del Día del Padre en el Colegio Simón Rodríguez estuvo a punto de suspenderse. La mayoría de los padres de alumnos se fueron del país. Las madres presionaron para que se realizara y al final los padres fueron reemplazados por abuelos, tíos o vecinos.

Durante la anterior ola migratoria, provocada por el colapso eléctrico, las autoridades colombianas percibieron una novedad: las familias viajaban enteras, con todos los hijos a cuestas, porque los padres no querían abandonar a sus chicos en medio de la dificultad.

“Vamos a ritmo de avalancha, un ritmo que asusta”, resume el sociólogo Tomás Páez, coordinador del Proyecto Global de la Diáspora Venezolana y del Observatorio de la Diáspora (ODV). “No estamos ante una crisis migratoria, la crisis es del país. Las condiciones obligan a la gente a irse”, dice.

Ya se fueron muchos y otros tantos preparan su salida. Casi 5 millones, según los cálculos de ODV. La Asociación de Casas de Cambio asegura que en la actualidad se reciben remesas de 147 países del mundo.


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