A FactorUV no le gusta que le digan su nombre y prefiere el seudónimo por el que se le conoce en las redes digitales cubanas. Tiene 21 años de edad y desde que era niño está pegado a la pantalla de una computadora, aunque vive en un país con una de las más bajas tasas de conectividad a Internet del planeta.

La generación de FactorUV es nativa digital, pero afronta muchas dificultades para conseguir una computadora o un teléfono móvil en un país con una economía totalmente distorsionada y donde el salario mensual apenas supera el equivalente de 30 dólares.

“Tuve suerte que desde niño me gustó armar y desarmar cosas, así que ensamblé mi primera computadora”, recuerda ahora. “Al principio era más difícil conseguir las piezas, pero ahora mismo comprar un disco duro, memorias, un procesador o un móvil es más fácil que comprarse un sofá”, ironiza.

A finales de 2017 había en Cuba 4,5 millones de líneas móviles y un poco más de 11 millones de habitantes. Aunque la isla sigue estando al final de la lista en materia de telefonía celular, el avance ha sido significativo en los últimos años y tiene una clara incidencia en la vida cotidiana.

El acceso a Internet ha sido una de las demandas más repetidas en los últimos años por activistas, opositores y ciudadanos en general. A pesar de los discretos avances de las tecnologías de información y comunicación, los cubanos están hoy cada vez más informados y pendientes de lo que ocurre dentro y fuera de sus fronteras.

Sin embargo, esa lenta transformación convive con la censura, elevados precios y falta de transparencia de las instituciones estatales.

En la familia de FactorUV la brecha digital es evidente. La abuela, jubilada que trabajó por décadas en un ministerio y aún milita en el Partido Comunista de Cuba, se niega siquiera a tocar un teléfono móvil. “Ella no entiende todo lo que se puede hacer con estos aparaticos”, cuenta el informático.

Los padres de FactorUV pasaron algunos años en China en una misión oficial y “allí fue donde se dieron cuenta de que hay que usar la tecnología, porque nos hace más fácil la vida”, opina el joven. La situación económica de su familia también le ha permitido tener acceso a dispositivos con los que muchos cubanos de su edad solo pueden soñar.

A pesar de las limitaciones materiales, el trueque, los intercambios y el préstamo entre amigos están ayudando a que la experiencia digital llegue a muchos otros. “Cuando voy a conectarme a alguna zona wifi casi siempre vamos en grupo y el que no tiene dinero para comprar una recarga usa un poco del tiempo de otro”.

Estrategias para sobrevivir.

En 2015 la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba, un monopolio estatal, instaló las primeras zonas wifi de conexión web, unas decenas a lo largo de la isla. Actualmente hay un poco más de 1.000, la mitad con conexión inalámbrica.

Las tarifas, muy altas al comienzo, han ido reduciéndose poco a poco. La hora cuesta un CUC (un dólar) pero sigue siendo caro para los que solo viven de su salario. Esas limitaciones han potenciado un mercado informal en el que se comparten las cuentas o el tiempo de navegación.

Etecsa ofrece una velocidad de un Mbps (megabits por segundo), pero en la práctica se queda, como máximo, en unos 125 KB/s (kilobytes de datos por segundo) o menos aún cuando hay congestión en las zonas inalámbricas, algo que ocurre muy a menudo.

Para los gamers como Ramón Gómez, alias Pocholo, la velocidad de conexión a la web es muchas veces frustrante. Los juegos “se bloquean o no corren bien y jugar online es un dolor de cabeza”, explica.

A través de herramientas como Connectify, que permiten compartir una misma conexión, los emprendedores digitales que han aparecido en plazas y parques venden horas de navegación a mitad de precio, oferta más cercana al bolsillo de muchos cubanos.

A pesar de todas sus fallas, que van desde cortes eléctricos hasta dificultades para abrir el portal de usuario, la conexión inalámbrica se ha convertido en una herramienta indispensable para el emergente sector privado, que cuenta apenas con medio millón de personas.

Desde casas de renta que se anuncian en portales turísticos hasta populares sitios de clasificados a la manera de Revolico.com, los negocios digitales han disparado la creatividad y ampliado las oportunidades económicas para muchos cubanos.

Jóvenes graduados de la Universidad de Ciencias Informáticas, que venden sus servicios como programadores de aplicaciones para móviles, o prostitutas que ofrecen sus favores a los recién llegados a través de Tinder, todos ellos echan mano de Internet para la promoción de sus servicios.

Los sitios más consultados siguen siendo las redes sociales, los chats y los foros de búsqueda de parejas. Los portales informativos sobre visas y becas también están entre las prioridades de los internautas nacionales.

“En las zonas wifi, sentado en el suelo de un parque o en la acera de una calle mientras los carros pasan y hacen ruido o comienza a llover, no se puede tener una experiencia completa como internauta”, lamenta Pocholo. “También hay que tener cuidado con la tecnología porque los ladrones saben que en las zonas wifi, sobre todo de noche, es fácil arrebatar una tableta o un teléfono”.

Su sueño es poder conectarse desde su propia casa, pero debe esperar para cumplirlo pues el municipio habanero donde vive no está incluido todavía entre las primeras zonas donde ha comenzado a funcionar ese servicio, tan común en el resto del mundo.

Nauta Hogar: pasito a pasito

En los primeros meses de 2017 comenzaron las pruebas para instalar un servicio doméstico de Internet en 17 distritos del municipio de La Habana Vieja, en el casco histórico de la capital. La iniciativa se ha extendido muy lentamente hacia otras provincias y está destinado exclusivamente a los residentes que cuenten con una línea telefónica fija.

Etecsa modificó la tarifa y la velocidad de conexión iniciales. Al principio, el usuario pagaba 15 CUC (15 dólares) por navegar con un ancho de banda de 256 Kbps; ahora por esa misma tarifa obtiene un Mbps. Los precios siguen siendo muy por encima de la capacidad económica del asalariado promedio, lo que explica que apenas 11.000 personas han contratado Nauta Hogar.

El índice anual de desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación sitúa a la isla en el puesto 166 de 176 naciones en cuanto a acceso a la web. Cuba sigue siendo uno de los países con menor tasa de penetración de Internet en el mundo y hasta el año pasado la conexión desde los hogares era un privilegio del que solo podían disfrutar altos funcionarios, profesionales como médicos, abogados y periodistas.

Sin embargo, cifras oficiales aseguran que Cuba registró más de 4,5 millones de usuarios de Internet en 2016, lo que significa 403 usuarios conectados por cada 1.000 habitantes. La mayoría de ellos lo hizo desde las zonas wifi instaladas a partir de 2015 o desde los puntos gestionados por Etecsa con terminales pertenecientes a la empresa.

Esas cifras son cuestionadas por expertos, que aseguran que el gobierno de Raúl Castro incluye en esos datos a los usuarios que se conectan a servicios de intranet, correo electrónico nacional y otros portales alojados en servidores locales, como el sitio de información médica Infomed, disponible para los trabajadores del sector sin necesidad de acceder a la web.

Conectados sí, pero no libres

 El más reciente informe de Amnistía Internacional, referido a 2017, alerta que en Cuba hay “restricciones indebidas” al acceso a Internet y cita al menos 41 portales bloqueados, todos críticos del gobierno de La Habana. Entre ellos figuran el diario digital14ymedio y otras webs como CubanetMartinoticias y, recientemente, El Estornudo.

La censura recurre también al filtrado de palabras que circulan a través del correo electrónico nacional (Nauta) y los mensajes de texto.

Un reportaje publicado en 14ymedio revela que los mensajes que contienen palabras como “democracia” y “dictadura”, o los nombres de los principales líderes opositores de la isla nunca llegan a su destino, a pesar de que el monopolio estatal de comunicaciones cobra la tarifa como si hubieran sido entregados.

La autocensura también marca el desempeño de los cubanos en las redes. Por ejemplo, en las redes inalámbricas de juegos o foros que se han vuelto muy populares en los barrios a partir de la llegada de dispositivos como las NanoStation o Mikrotik (se venden en el mercado negro), han surgido comunidades virtuales como SNet, que tiene más de 50.000 usuarios en La Habana y se extiende a otras provincias del país.

Esas comunidades prohíben los temas políticos, religiosos y la pornografía para no poner en peligro una red que, sin estar expresamente permitida, al menos pasa bajo el radar de la censura más dura.

Los blogs hechos dentro de la isla, que surgieron a partir de 2006, estaban gestionados fundamentalmente por ciudadanos independientes de las instituciones, activistas y opositores. Con el paso del tiempo, al igual que ha ocurrido con redes sociales como Twitter y Facebook, el gobierno ha colocado en estos espacios a sus propios blogueros para que defiendan el discurso oficial y, también, para denigrar y difamar a los opositores.

Actualmente varios de los fundadores de la blogósfera alternativa han derivado en gestores de medios informativos o en el activismo político. También muchos de ellos se han exiliado debido a las presiones y a la represión.

Entretenimiento bloqueado

El aislamiento también opera en la red. En Venezuela y Cuba es imposible disfrutar de plataformas como Spotify, que ha revolucionado el mundo de la música por la comodidad de poder llevar el contenido que se deseen en un dispositivo, sin que se vea comprometido su almacenamiento. Opciones como el canal de televisión por suscripción Netflix, que transmite series especialmente producidas para esa plataforma y es de amplia difusión en el mundo, tampoco son viables en estos países si no hay Internet disponible o si el servicio es deficiente.


Comparando realidades

Venecuba es un espacio venezolano con fines informativos dirigido por el periodista Andrés Cañizalez, creado para compartir noticias y análisis sobre la presencia e influencia de Cuba en Venezuela y comparar los modelos cubano y venezolano desde distintas perspectivas. La alianza de Venecuba, con el blog 14ymedio –cuya cabeza es la periodista Yoani Sánchez– y El Nacional, ha permitido el desarrollo de este reportaje.



El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!