Botero
Mireya Terán. Foto: Yohanna Mendoza

Mireya Terán, una valiente venezolana de 34 años de edad, dejó su Venezuela natal hace 6 años debido a la crisis económica y social. A pesar de ser licenciada en Administración de Empresas y técnica en Mercadeo hoy se desempeña como artista callejera en Medellín, Colombia, personificando las estatuas del escultor Fernando Botero.

La noticia del fallecimiento del artista colombiano, el 15 de septiembre de 2023, la afectó profundamente, ya que era admiradora de sus esculturas. Este sentimiento la llevó a ejercer su habilidad en el estatuismo, o como ella lo llama, el arte de «quedarse quietito», personificando las obras a través de su cuerpo.

«Esperaba tener el gusto de conocer a la persona detrás de mi arte. Compañeros que venden estatuillas en la plaza me comentaban que el artista Botero vendría este año. Mi ilusión era mostrarle el arte que hago en homenaje a sus obras», compartió con tristeza.

Mireya Terán. Foto: Yohanna Mendoza

Terán tenía una empresa familiar de administración inmobiliaria en Venezuela, pero esta se vino abajo en 2016, dejando a su familia en una situación difícil. Mientras su hermano emprendió camino a Chile, ella, embarazada y con una niña pequeña, decidió quedarse. Sin embargo, el deterioro de la situación en el país la llevó a considerar la opción de migrar. Fue su cuñado, establecido en Medellín, quien la animó a tomar esa difícil decisión. El 17 de diciembre de 2017, junto a sus dos hijos y su madre, dejó su pueblo y comenzó su aventura como migrante en el país vecino.

Los primeros momentos fueron una mezcla de emociones entre miedo y valentía ante lo desconocido. Con la ayuda de Dios, Terán se desenvolvió y se reinventó para ser el sostén de sus hijos. Su primer oficio fue vender golosinas en los semáforos, lo que le permitió mantenerse por un tiempo. La idea de sacar su parte artística a flote surgió cuando compartía su vida con una compañera de vivienda. Esta le aconsejó vivir del amor que tenía por el arte y el teatro. Así, pasó de ser vendedora ambulante a trabajar con disfraces alquilados durante los alumbrados del río, personificando personajes animados como Mamá Noel, la hada madrina de Shrek o Minnie Mouse, entre otros. Sin embargo, la rentabilidad era baja, y para equilibrar, se dedicaba también a prestar servicios de limpieza en casas de familia.

El estatuismo como forma de vida

Al darse cuenta de que su situación necesitaba mejorar, Terán apostó por la independencia y comenzó a buscar personajes que se ajustaran a su contextura física. Inicialmente, personificó a La Llorona, pero al descubrir que solo cobraba vida los fines de semana, surgió la idea de crear un personaje que pudiera personificar durante todo el año. Se interesó por las obras de Botero, ya que se identificaba con sus formas corporales. Visitó el museo muchas veces para estudiar las poses de cada obra. «No es solo ponerse un traje y salir a la calle, hay que estudiar sobre el personaje al que se le desea dar vida», dijo.

En la plaza Botero, inaugurada en 2002 después de una generosa donación de obras por parte de Fernando Botero, personificó su primera obra en marzo de este año: La Mujer Vestida, una escultura de bronce de 1989. Sin embargo, un accidente en su dedo la llevó a buscar otra obra que se adaptara a su condición. Así nació la idea de representar la imponente escultura de La Maternidad, creada en 1989, con 2,45 metros de alto y un peso de 800 kilogramos, conocida y querida por turistas y locales.

Mireya personificando una obra de Fernando Botero en el Parque Botero. Foto: Yohana MendozaLa materialización de esta idea fue un proceso detallado junto a una amiga modista. Encontrar una tela que pareciera bronce y fuera elástica para semejar la desnudez fue difícil, pero esencial para lograr el realismo característico de sus personificaciones. Con el traje listo, Terán sumó volumen a sus caderas con rellenos y diseñó una almohadilla para simular senos lactantes. También utilizó un muñeco al que, con pintura y esfuerzo, convirtió en su compañero de trabajo.

El amor por las obras de Botero

Para facilitar el traslado de su material de trabajo, lleva consigo un cajón negro elaborado con madera. Este cajón tiene compartimientos para guardar todas sus pertenencias, un pequeño espejo para el momento del maquillaje y un almohadón color bronce que le brinda algo de confort en sus largas jornadas laborales. El cajón, al cerrarse, se convierte en su lugar de almacenamiento y en el banco donde reposa sin mover un músculo durante el día.

Mireya preparando el espacio para una jornada de trabajo. Foto: Yohana Mendoza

La transformación completa le toma al menos una hora, y su vestuario, completamente color bronce, incluye un enterizo, guantes, medias y peluca. El maquillaje de su rostro es bronce con destellos dorados para lograr un realismo indetectable para el ojo humano.

«Cuando llego a la plaza trato de ubicarme bajo un árbol para aprovechar su sombra, ya que la alcaldía de Medellín no permite que nos coloquemos junto a las estatuas. Habilitaron un espacio del cual hacemos uso la comunidad de artistas que compartimos nuestro arte. Ser artista no es mendigar, es compartir una pasión a través de una acción», destacó.

No solo personifica las obras de Botero, sino que también promueve el turismo gentilmente. Al acercarse las personas para tomarse fotos, ella, con una sonrisa, cuenta la historia y habla con propiedad de la plaza y las esculturas. Además, aprovecha para invitar al público a disfrutar del museo.

Su vida gira en torno a sus dos hijos, un niño de 7 años y una niña de 11 años de edad, convirtiéndolos en su única familia inmediata en Colombia después del fallecimiento de su madre durante la pandemia de covid-19. Aunque la tristeza por esta pérdida aún se refleja en su rostro al mencionarlo, Terán encuentra en su trabajo una fuente de orgullo. La creatividad y el amor por el arte la han llevado a camuflarse entre las estatuas, convirtiéndose en una réplica pequeña y humana que sorprende, asusta, maravilla y divierte a turistas y locales.

Cobrando por fotos y llevando consigo un letrero con el mensaje «Homenaje La Gorda de Botero, foto 2000 mil pesos colombianos. Gracias por tu apoyo», ella logra mantener su hogar y disfrutar de una vida digna.

Su horario laboral es estricto y solo lo flexibiliza cuando sus hijos están de vacaciones. Ser artista callejero es para Terán una forma de compartir su pasión y arte con el mundo, demostrando que el arte y la valentía pueden transformar la vida, incluso en medio de las adversidades.

Por Yohana Mendoza


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