Castro
Foto: AFP

Los Castro, la poderosa familia que con sus patriarcas—Fidel, comandante en jefe, y Raúl, general de ejército—y militares, ministros, hijas, hijos, nietos y nietas con el privilegio de gobernar como dinastía en Cuba desde 1959, ganaron fama en su país por la vida de lujos que disfrutan dentro y fuera de la isla y son vedados por la revolución comunista para la mayoría de los 11,3 millones de cubanos.

En términos mexicanos, los Castro son los “fifís” de Cuba por su posibilidad de acceder a viajes al exterior, fiestas, automóviles, yates, hospedajes suntuosos, joyas, calzado, vestimentas, deleites culinarios, costosos vinos y una gran variedad de gozos que, ya sea en 2021 con un salario mínimo de unos 87 dólares o antes con uno de 16 dólares, ningún cubano residente en su tierra natal pudo pagar nunca.

El igualitarismo, base del sistema social cubano que busca sepultar todo síntoma de división de clases, tampoco es… igual para todos en Cuba.

En una nación que, el 11 de julio anterior, registró un masivo estallido de protestas callejeras sin precedentes en 62 años para exigir libertad y democracia y el fin de la represión política, el Partido Comunista de Cuba (PCC) sometió a los cubanos a limitaciones y sacrificios por falta de alimentos, medicinas, bienes básicos, transporte o electricidad o por el deterioro en salud y educación.

Beneficios de los Castro

Como único partido legal, el PCC culpó al embargo económico que Estados Unidos le impuso en 1962 de todos los problemas de Cuba.

No obstante, y con gastos cubiertos por el erario cubano, los descendientes de los dos hombres más importantes desde 1959 en Cuba obtuvieron beneficios negados a sus compatriotas y con vía libre para satisfacer sus antojos con el sello de un apellido que impone temor.

“¿Qué día podremos ir a los lugares donde van sus hijos?”, planteó, en un mensaje en Facebook, el abogado cubano Manuel Viera, del opositor e ilegal Movimiento San Isidro, creado en 2018 y que, en noviembre de 2020, enfrentó al gobierno y exigió libertad y cesar la represión.

“¿Qué día podremos ponernos un Rolex como el presidente (Miguel Díaz-Canel) puesto a dedo? ¿Qué día mi mujer podrá comprar carteras en Carolina Herrera como la primera dama (Lis Cuesta)?”, insistió, al evidenciar que el rencor también es por el glamour de otras figuras de la clase gobernante, mientras la mayoría de la población sufre privaciones.

El disgusto recrudeció en marzo de este año cuando Sandro Castro Arteaga, nieto de Fidel y de Dalia Soto del Valle, ostentó en internet un automóvil de lujo con el que se exhibió en las calles de La Habana en un viaje a 140 kilómetros por hora.

“Somos sencillos, pero de vez en cuando hay que sacar estos jugueticos que tenemos en casa, ¿me entienden?”, narró Castro Arteaga, reconocido en La Habana por su agitada vida social e hijo de Antonio, uno de los cinco del matrimonio Castro Soto del Valle y famoso por sus viajes de recreo a Grecia y Turquía.

Tras intentar una disculpa pública, el nieto reapareció en las mismas redes para alardear su existencia cotidiana de placeres inalcanzables para millones de sus paisanos.

El joven generó malestar en 2019 al lucirse en las redes con otro vehículo que mostró como rebosante de combustible, mientras Cuba sufría una aguda escasez de derivados del petróleo.

“¿Cuándo podré correr en un Mercedes como Sandro Castro, un parasitillo que nada ha hecho por su país?”, escribió el abogado Viera.

¿Austeridad?

Primer Ministro de 1959 a 1976 y presidente de 1976 a 2008, el comandante en jefe ignoró las denuncias de enriquecimiento y explicó en 2005 y 2006 que su sueldo como presidente de los consejos de Estado y de Ministros subió de 750 a 900 pesos cubanos o de 30 a 36 dólares.

Fallecido en 2016, casado y con cinco hijos, el líder de la revolución detalló que, con ese ingreso, cada mes ayudó a una tía materna, sufragó el alquiler de su casa y pagó la cuota del PCC, por lo que aclaró que tampoco se moría de hambre.

Sin embargo, y por temor a ser envenenado, instaló una meticulosa estructura de control y seguridad que produjo habanos, lácteos, pescados, mariscos, helados o ron para su consumo exclusivo.

Como aficionado a los puros cubanos hasta 1986, contó con un aparato dedicado únicamente a producir tabaco para su consumo. Antes de salir al mercado a finales de la década de 1990, el ron Exquisito fue elaborado exclusivamente para el comandante.

Financiadas con fondos estatales, las ventajas para los Castro Soto del Valle incluyeron viajes secretos de turismo al exterior en los decenios de 1970 y 1980 o una escuela primaria “privada” que funcionó solo para hijos e hijas de la dirigencia comunista en los de 1960 y 1970 en La Habana.

Mantenidas por la revolución, hay numerosas casas en el archipiélago cubano para el ocio de los Castro y sus amistades.

En el caso de Raúl, presidente de 2008 a 2018 y con 90 años, su exyerno, el general cubano Luis Alberto Rodríguez López—Calleja, controla el conglomerado empresarial militar que, con nexos externos, domina la economía de Cuba.

Su nieto y guardaespaldas, Raúl Guillermo, es hijo de Rodríguez y de Déborah Castro Espín, su hija mayor, y goza de prerrogativas en negocios con grupos musicales. Su hijo, el coronel Alejandro Castro Espín, actúa en la sombra como influyente jerarca político—militar.

Así, blindados e intocables por el poder de sus progenitores y jefes de la dinastía, los Castro nunca supieron de restricciones y carencias que sí debieron ser acatadas sin protestar por el resto de los cubanos.


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