Sputnik / Vladimir Grebnev

La Unión Soviética, invadida por la Alemania nazi, registró el mayor número de víctimas en la Segunda Guerra Mundial, aunque la represión interna también dejó un elevado saldo de muertos.

De 7 a 27 millones de muertos

En 1946, el líder de la URSS Josef Stalin denunció la muerte de siete millones de soviéticos durante la Gran Guerra Patria, el nombre que los soviéticos dan a la Segunda Guerra Mundial.

En su momento el balance fue subestimado para alimentar su culto a la personalidad y su imagen de brillante generalísimo.

Después de la muerte de Stalin, el balance se triplicó a 20 millones. Su sucesor, Nikita Kruschev, incluso consideró que la incompetencia de Stalin fue en parte responsable por estas pérdidas astronómicas.

La apertura de los archivos bajo el último líder soviético, Mijaíl Gorbachov, condujo a una nueva revisión: 26,6 millones de muertos, incluidos 12 millones de soldados y 14,6 millones de civiles.

La hambruna durante el asedio de Leningrado mató a hasta un millón de personas. La batalla de Stalingrado dejó más de un millón de muertos del lado soviético.

Los «Samovares de Stalin»

El samovar, la tetera tradicional rusa, se convirtió después de la Segunda Guerra Mundial -debido a su forma tubular- en un término cargado de sarcasmo para describir a los veteranos mutilados de varios miembros durante la guerra.

El conflicto dejó un total de unos 2,5 millones de personas con discapacidad de por vida. Cientos de miles de ellos, por falta de cuidado, fueron reducidos a mendicidad, alimentando su resentimiento hacia el poder.

En 1948, las autoridades internaron a miles de mutilados de guerra en monasterios en desuso y convertidos en sanatorios, en el norte del país.

Estos establecimientos luego se multiplicaron para encerrar mendigos, inválidos y marginales, vistos como una mancha para la Unión Soviética. Algunos de estos sitios existieron hasta la década de 1970.

Ejecuciones, deserción, colaboración

Más de 2,53 millones de soviéticos fueron condenados por tribunales militares por diversos delitos, incluidos 1,43 millón de desertores y opositores.

Entre 1941 y 1945, 157.593 personas fueron ejecutadas por espionaje, traición, deserción o incluso derrotismo.

Casi 80 millones de ciudadanos soviéticos o de países incorporados por la fuerza, como los Estados bálticos, vivían bajo la ocupación nazi. Y en total, 1,24 millones sirvieron en el ejército alemán, incluidos 400.000 rusos, 250.000 ucranianos, 150.000 letones, 90.000 estonios y 70.000 bielorrusos, según el historiador militar Viktor Gavrilov, de la Academia Militar de las Fuerzas Armadas rusas.

Pueblos castigados

De 1941 a 1942, Stalin decidió la deportación preventiva de las minorías étnicas sospechosas de ser «posibles colaboradores», comenzando con los alemanes en Rusia, de los cuales más de 800.000 representantes, especialmente viviendo en el Volga, fueron deportados a Kazajstán. Le siguieron los finlandeses, los griegos y otros.

En 1943-1944, después de repeler al ejército alemán, el gobierno soviético inicia la deportación de docenas de otras minorías, como chechenos, ingush y tártaros de Crimea, a las inhóspitas estepas de Kazajstán, Kirguistán y Siberia.

Unos 1,2 millones de personas fueron enviadas, en período de unos pocos meses, al otro extremo del país, sin medios de subsistencia.

Estos pueblos deportados, rehabilitados después de Stalin, fueron acusados de haber colaborado con el enemigo, a menudo sin pruebas. Para el poder soviético, también fue la ocasión de romper poderosos nacionalismos y poblar inmensos territorios desérticos


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