McDonald's en Perú
Foto EFE

Carlos Campos y Alexandra Porras murieron electrocutados en el McDonald’s donde trabajaban, en Perú. Ambos protagonizan el último episodio de las tragedias laborales de ese país. Eran pareja desde el colegio y habían planificado una vida juntos que se truncó.

Casi 200 accidentes de trabajo mortales se han registrado en Perú desde que comenzó 2019. Esta cifra supone un promedio aproximado de dos trabajadores muertos cada tres días, según las más recientes estadísticas del Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo.

De esa amplia lista pasaron a formar parte estos dos jóvenes fallecidos, mientras buscaban un sueldo para pagar sus estudios.

Campos y Porras, de 19 y 18 años de edad, respectivamente, murieron presuntamente por una gran descarga eléctrica sufrida el domingo 15 de diciembreen plena madrugada. Se encontraban limpiando las instalaciones de la famosa hamburguesería.

Porras fue la primera en sentir la corriente a través de su cuerpo, y su novio también terminó electrocutado al intentar ayudarla.

Sus cuerpos fueron encontrados juntos y sin elementos de seguridad, con las manos desnudas y calzado personal, se aprecia en imágenes tomadas en el lugar y difundidas el martes por América Televisión.

A los jóvenes también los sepultaron juntos el martes 17 diciembre ante el dolor de ambas familias. Reclamaban a la empresa una explicación clara sobre las muertes.

Protesta e investigación contra McDonald’s en Perú

El caso llevó a McDonald’s a cerrar todos sus locales en Perú durante dos días. Pero el comunicado donde anunciaba esta medida avivó la polémica al referirse a las víctimas como colaboradores, en lugar de trabajadores, término con connotaciones que debilitan el vínculo laboral entre empleador y empleado.

Durante el cierre de sus locales, la indignación popular se tradujo en protestas contra la tienda más conocida en el país, ubicada e Miraflores, Lima. En Trujillo, otro local apareció con pintadas de «asesinos» en su fachada.

McDonald's en Perú
Foto EFE

De demostrarse que se incumplieron las normativas de seguridad y salud, la cadena de comida rápida deberá pagar una multa de 56.000 dólares, advirtió la Superintendencia Nacional de Fiscalización Laboral.

Esta cantidad es independiente de las indemnizaciones que puede fijar un juez en caso de que el suceso llegue a juicio, para lo que la Fiscalía ya abrió una investigación.

Las autoridades confiaban

La franquicia de McDonald’s en Perú está en manos de la empresa Arcos Dorados, presidida por el colombiano Woods Staton. El empresario cotiza en la bolsa de Nueva York desde 2011 y está presente en 20 países de Latinoamérica y el Caribe. Gestiona aproximadamente 2.200 hamburgueserías y emplea a más de 90.000 personas.

«Hay que ser un poquito sensato, es una transnacional que cumple, supuestamente, estándares de seguridad en el ámbito internacional», dijo el subgerente de Control de Riesgos de la municipalidad de Pueblo Libre.

El local no se había evaluado desde hace casi dos años. La autoridades municipales de Pueblo Libre lo clausuraron horas después del fatal accidente, al argumentar que la empresa no permitió el acceso ni a sus inspectores ni a los bomberos.

Recientes tragedias similares

La muerte de estos dos jóvenes también trajo rápidamente a la memoria otros trágicos episodios de accidentes mortales en ambientes laborales. Se han vuelto recurrentes en los últimos años con dramáticas historias producto de la informalidad, precariedad y la inacción de las autoridades.

En 2011 ya sucedió un accidente muy similar cuando Christian Alza, de 22 años de edad, murió también electrocutado mientras hacía limpieza nocturna en un local de Bembos. Esta franquicia es la competencia directa de McDonald’s en Perú.

En 2016, un incendio en los cines del centro comercial Larcomar acabó con la vida de cuatro empleados, que murieron asfixiados al no poder escapar, debido a que no funcionaron los detectores de humo ni los extintores y la puerta de emergencia estaba bloqueada.

Más fresca está aún la conmoción que causó en 2017 el caso de Jovi Herrera, de 19 años de edad, y Jorge Luis Huamán, de 21 años de edad, que murieron calcinados en un gran incendio de unos almacenes donde trabajaban en condiciones inhumanas. Los jóvenes estaban encerrados con llave en un contenedor del que no pudieron escapar. Allí falsificaban tubos fluorescentes.


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