vacas en Bogotá
Foto: EL TIEMPO

Desde hace más de cuarenta años, la familia de Domingo López cohabita entre vacas en una vivienda del barrio San Rafael. Esta semana las autoridades intervinieron su hogar por las condiciones en las que estarían los animales. Hoy, su caso es centro de análisis.

La tranquilidad de la familia López Gómez se vio afectada el martes por la visita de más de una decena de policías, funcionarios de la alcaldía local de San Cristóbal, médicos veterinarios y hombres del Instituto de Protección Animal.

Según las autoridades, ese día llegaron a la casa, ubicada en el barrio San Rafael, para realizar un operativo por la supuesta denuncia de vecinos del sector. ¿El motivo del llamado? La presencia de 29 vacas dentro de la vivienda urbana.

El resultado de la operación fue el “rescate” de cuatro bovinos que estaban en “condiciones desfavorables” y que “no estaban vacunados”. Pero Hugo López, hijo de Domingo, dueño de la casa, alega irregularidades en el operativo y manifiesta que habrían maltratado a los animales. “Los amarraron con nudos corredizos, atándolos, y los hicieron caer. Los veterinarios escogieron cuatro terneros al azar, dijeron que se veían enfermos y se los llevaron».

«Nunca les hicieron exámenes o consultas que certificaran que realmente estaban enfermos, pensamos que al ser los más pequeños vieron el beneficio que les podrían sacar y se los llevaron con esa excusa”, denuncia. “Es lógico que no tenían vacunas por la edad tan temprana que tenían, pero el resto de mis animales cuentan con servicio de veterinaria y vacunas al día”, añade.

vacasLos cuatro animales fueron trasladados a un hogar de paso en el suroccidente de la ciudad. Lo extraño, indica la familia, es que llevan 45 años viviendo con vacas dentro de su propiedad y hasta ahora no habían tenido inconveniente alguno.

Según manifiestan, el operativo se habría ordenado después de que un hombre interesado en una construcción cercana llegara hasta su casa a amenazarlos con llamar a las autoridades si no le entregaban una vaca.

“El hombre nos amenazó y me dijo: ‘¿Cuál es la del asado?’ y ahora me pusieron plazo de un mes para desaparecer mis animales. Estos no son dulces para sacarlos a la esquina y venderlos en un momentico, son animales que, en dado caso, con el pesar del alma, tengo que venderlos, no regalarlos”, reclama Domingo López.

Aunque el plazo de las autoridades es de 30 días para “asegurar el bienestar de los animales en un entorno apropiado para la tenencia y salud de los mismos”, de momento lo único cierto es el martirio que vive la familia por la extraña situación, pues más de 90 horas después del operativo no saben qué será de los animales y, también, de sus vidas: “Es que para nosotros estos animales son parte de nuestra familia. ¿Cómo nos los van a quitar de la noche a la mañana? Entonces, ¿de qué vivimos? ¿de qué trabajamos?”.

«Familia bovina»

Domingo López y su esposa, Rosa, llegaron a Bogotá provenientes del municipio de El Peñón (Cundinamarca) hace cerca de 50 años, con solo una maleta bajo el brazo y una vaca en su poder. El hombre, motivado por construir un futuro con sus dos hijos, compró un lote en el barrio San Rafael y decidió edificar él mismo su propia casa, sin ayuda de nadie. “Mis hijos eran muy pequeños… entonces me ayudaban en lo poco que podían”, recuerda.

Desde entonces, se ha dedicado de lleno a la ganadería, pues aquella vaca con la que llegó a la ciudad empezó a reproducirse. Con los años, la casa se fue llenando de nuevos habitantes. Todos bovinos. “En este tiempo, hemos tenido yo creo que unas ochenta vacas con nosotros”, comenta Domingo.

Los hijos de Domingo y Rosa crecieron en medio de animales. Hugo, el más dedicado, remarca que las vacas lo han acompañado en todos los momentos de su vida. “Nací y crecí con ellas, y hoy aplico todo lo que me ha enseñado mi padre: trabajar”, destaca. Desde que tiene memoria, sus padres y él viven en el segundo piso; los animales habitan en el primero.

vacas
Para Domingo, estas vacas no son simplemente animales, sino parte integral de su vida. «Son mi familia, todas las he tenido yo, y siento mucha tristeza porque me las van a quitar como si fueran cualquier cosa». Foto: MAURICIO MORENO EL TIEMPO

Hugo López resalta que el sustento de la familia se basa en la venta de novillos. Su rutina, remarca, siempre ha sido la misma: se levantan a las cuatro de la mañana, empiezan con el aseo del espacio donde se encuentran las vacas y, después, se dedican al ordeñamiento para salir a las siete de la mañana y pastar.

En medio de sus actividades, la inseguridad ha sido un riesgo para el bienestar de los animales. En varias oportunidades, según denuncian, han sido víctimas de robo a plena luz del día. Por eso, mientras Hugo o Domingo hace el aseo, el otro se encarga de vigilar que nadie se las lleve.

A las 5:30 pm el turno es para dejar a las vacas en lo que Hugo llama “corrales” en la vivienda. Después uno de ellos recoge los restos de alimentos que dejan algunos vecinos del sector para la alimentación de los animales. “A mí las vaquitas no me incomodan en nada. Al contrario, ellas ayudan a que toda esa parte donde están quede limpia. Y es que ellos son unos vecinos serviciales, muy nobles y muy trabajadores, es increíble que nomás a plena luz del día ya le han robado algunas reses”, declara Soraya, quien vive a unas cuantas casas de los López.

Dolorosa encrucijada

“Me tienen hasta el cuello, si me quitan mis vacas me quedo sin sustento para mi familia, por mi edad ya no me dan ningún trabajo”. Eso es lo primero que dice Domingo sobre la incertidumbre en la que se encuentra, tras el operativo de las autoridades.

El propietario de la vivienda y los animales explica que durante estos días han ido a su casa a intentar comprarle las vacas, pero le ofrecen menos de la mitad de lo que valen. “Si tengo que salir de ellas, lo hago con el dolor del alma, pero es que toca venderlas y no regalarlas”, reclama. “Yo no voy a regalar mis animales, empezando porque son parte de mi familia y las he tenido toda la vida, entonces en 30 días no es posible sacar mis animales a venderlos”, enfatiza.

Ahora, las autoridades están pidiendo que venda sus animales en el plazo de un mes, ya que lo consideran “maltrato animal”. Foto: MAURICIO MORENO EL TIEMPO

En estos momentos la situación tiene un agravante adicional: la salud de Rosa. Según cuentan Domingo y Hugo, la mujer sufre de una grave enfermedad que requiere de monitoreo permanente. Por eso, sostienen, no se pueden ir a un municipio aledaño o a un terreno rural.

“Si yo me voy a una finca y a mi esposa le pasa algo, ¿para dónde la llevo? ¿dónde me la van a atender? Ella necesita medicamento seguido, además de que cada medicamento cuesta alrededor de 300.000 pesos y casi no nos alcanza para comprarlo. Yo necesito tener donde me la atiendan”, dice Domingo López.

Sobre el futuro inmediato, el propietario remarca que no piensa reclamar los terneros que hoy tienen en poder las autoridades. “Me están exigiendo un montón de trámites y yo a los animales los tenía bien, de verdad estaban en perfecto estado”, sostiene Hugo, quien señala que, a su juicio, el “maltrato” es que “les quiten a las vaquitas sus terneros recién nacidos, porque de los cuatro animales, uno tenía cinco días de nacido, otro siete y los otros dos tres meses”.

Consultado por EL TIEMPO, un vocero del Instituto Distrital de Protección y bienestar Animal indicó que, cumplido el plazo de 30 días, “se realizará una nueva visita de verificación de condiciones de bienestar y se emitirá el concepto, que de ser desfavorable llevara a que se solicite a la autoridad competente la aprehensión material preventiva de la totalidad de los animales”.

De la Alcaldía de San Cristóbal manifestaron que el resultado de la intervención se dio luego de que “no fueran presentados los registros médico veterinarios de los animales, de lo contrario se evidencia una serie de medicamentos los cuales deben ser prescritos por un médico veterinario”.

Mientras se cumple el plazo, o llega otra solución, Domingo López y los suyos se aferran a la esperanza de que las autoridades que conocen del caso los ayuden, pues consideran que este es el momento más difícil de los 45 años que llevan con las vacas. Y como le dicen a todo aquel que llega a su casa, la preocupación se explica con una razón de peso: ellas son su familia.

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