Marchas
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Las marchas más robustas de los últimos tiempos fueron una sacudida inédita en poco más de 15 meses de gobierno de Iván Duque. Con la popularidad en rojo, el presidente se debate entre dialogar con más sectores o mantenerse fiel al partido que lo llevó al poder en Colombia.

Cientos de miles de colombianos marcharon el jueves y protagonizaron un cacerolazo inusual contra las políticas económicas, sociales y de seguridad del mandatario derechista, que en el último mes ha ajustado cuatro duras derrotas.

Expertos coinciden en que llegó el momento para que Duque, de 43 años de edad, entable conversaciones con los amplios sectores que lo cuestionan, aunque el jefe del Estado parece reacio a un diálogo real con sus adversarios.

Desconexión

Duque ha convertido en un mantra que su gobierno está siempre abierto a escuchar, pero después de las marchas, no dio pistas sobre la apertura de un diálogo directo como lo solicitaron los promotores de las movilizaciones masivas so pena de volver a las calles.

«Las marchas fueron suficientemente masivas, pacíficas, para que Duque desconozca que detrás hay un mensaje fuerte de buena parte de la población», dijo a AFP el analista Frederic Massé.

«Pero puede ser que la presión no fue tan fuerte para que el gobierno reaccione y tome conciencia de que realmente se necesita un timonazo», agregó.

En medio de las convulsiones sociales que han sacudido a Ecuador, Bolivia y Chile, la protesta en Colombia destaca por no tener un único mensaje: reúne reivindicaciones de las centrales obreras, diversos sindicatos, indígenas, campesinos y estudiantes.

Antes de la movilización, el presidente y sus copartidarios atribuyeron la protesta social a una campaña basada en mentiras para desatar violencia lo que, en concepto del experto en comunicación política Juan David Cárdenas, evidencia que el gobierno no se está conectando con la ciudadanía y sus reclamos.

«Hay que buscar puntos de encuentros con otros sectores, teniendo claro que el gobierno no va a renunciar a su proyecto político», apuntó este profesor de la Universidad de La Sabana.

Ampliar bases

Duque asumió el poder en agosto de 2018 con las banderas del Centro Democrático, que lidera el influyente senador y ex presidente Álvaro Uribe: modificar el acuerdo de paz de 2016 que desarmó a la ex guerrilla FARC y forzar la salida de Nicolás Maduro en Venezuela.

El mandatario, el segundo más joven en la historia republicana de Colombia, llegó al sillón presidencial con escasa experiencia política que se limitaba a menos de un período de cuatro años en el Senado, adonde llegó por invitación de Uribe.

Durante la campaña para la Casa de Nariño, los opositores aseguraban que Duque sería un títere de Uribe. Y aún hoy los analistas coinciden en la influencia que el ex mandatario, el político más popular del siglo en Colombia, ejerce sobre su ahijado.

Pero el presidente tiene que empezar a gobernar para todo el país y no solo para la gente que lo llevó al poder, sostuvo Cárdenas.

En el último mes, Duque ajustó cuatro duras derrotas a su gobernabilidad que son un mensaje para que vire hacia el centro del espectro político, dijo Álvaro Forero, de la Fundación Liderazgo y Democracia.

El Centro Democrático reportó reveses en las elecciones locales de octubre; renunció el ministro de Defensa, Guillermo Botero, luego de un bombardeo militar en el que murieron ocho menores; la desfavorabilidad de Duque, que viene en alza desde febrero, llegó a 69% según sondeo, y las multitudinarias marchas y cacerolazos.

Para Yann Basset, de la Universidad del Rosario de Bogotá, el presidente tiene bases sociales y políticas reducidas. Además, tiene una falta de mayoría fiable en el Congreso.

«Va a tener, yo creo, que abrir frentes de diálogos con las organizaciones sociales, por una parte, con los partidos políticos; por otra, para tratar digamos de ampliar la base de su gobierno», señaló.


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