Ginebra
Foto Archivo

En una de las ciudades más caras del mundo, miles de personas hacían fila este sábado para conseguir comida gratis, en una muestra del impacto de la pandemia del covid-19 en las capas más pobres de la población de Ginebra, en general invisibles.

En la ciudad suiza, famosa por sus bancos privados, los fabricantes de relojes de lujo y sus tiendas elegantes, una muchedumbre empezó a hacer fila a las 5:00 am este sábado, frente al estadio de hockey Vernets, para recoger comida distribuida por la asociación Caravana de Solidaridad.

El reparto no empezaba sino hasta cuatro horas después, pero la gente esperó pacientemente a lo largo de 1,5 km, la mayoría con mascarillas y guardando una distancia de dos metros entre sí.

“Estamos un poco ‘in crescendo’”, dijo Silvana Mastromatteo, directora de Caravana de Solidaridad.

El de este sábado era el sexto reparto de comida organizado por su asociación desde que estalló la crisis sanitaria, y cada vez acude más gente. La semana pasada hubo unas 2.000 personas.

“Necesitamos comida”, dijo Silvia Mango, una filipina de 64 años, ajustándose la bufanda en torno a la boca y la nariz. “Todo es mucho más difícil desde que empezó la crisis”, expresó.

“Impactante”

Suiza instauró una serie de medidas de emergencia a mediados de marzo, como el cierre de restaurantes y de la mayoría de negocios, para atajar la propagación del nuevo coronavirus, que causó unos 30.000 contagios y más de 1.500 muertes en el país.

Aunque las restricciones empezaron a levantarse, los casi dos meses de cierre supusieron un duro golpe para los trabajadores indocumentados y otros grupos vulnerables.

Este sábado, en Berna, la capital, y otros puntos del país, cientos de personas se manifestaron para reclamar la retirada total de las medidas, que “atentan contra los derechos fundamentales”, según informó la agencia helvética Keystone-ATS.

De acuerdo con la oficina de estadísticas suiza, se considera que alrededor de 8% de la población (unas 660.000 personas) está en situación de pobreza, de los cerca de un millón que viven en condicione precarias.

“Sabemos que esta población existe”, afirmó Isabelle Widmer, encargada del Ayuntamiento de Ginebra de coordinar la respuesta a la crisis, “pero ha sido impactante ver cuánto ha debilitado la crisis a esta gente”.

Tests para la covid-19

Este sábado, un grupo de voluntarios ataviados con chalecos fluorescentes prepararon unas 1.500 bolsas con arroz, pasta, café instantáneo, cereales y otros productos, aunque la asociación contaba con más existencias si era necesario.

Y, si se acababa la comida, distribuirán cupones de 20 francos suizos (20 dólares), indicó Patrick Wieland, de la oenegé Médicos Sin Fronteras (MSF), que organizó el reparto del sábado junto con Caravana de Solidaridad.

Además, MSF también realiza tests gratuitos de detección del covid-19 para personas con síntomas, explicó Wieland, que dirige la gestión de MSF frente a la epidemia en Suiza.

Miguel Martínez, un colombiano indocumentado que trabajaba en un restaurante, lamenta que “el virus haya trastocado todo”. “No hay trabajo. Nada”, subrayó este joven de 27 años, mientras hacía fila.

Al principio le contrariaba tener que aceptar limosna, pero no tuvo elección. “Los restaurantes recibieron ayuda, pero no yo. No tengo nada que comer”, declaró.

“No tenemos nada”

Odmaa Myagmarjavzanlkham, una migrante indocumentada de Mongolia, de 27 años, también hacía fila. Tanto ella, que normalmente trabaja de limpiadora, como su esposo, jardinero, se quedaron sin empleo y ahora apenas les llega para pagar el alquiler.

“Es tan caro vivir aquí, y no tenemos nada”, lamentó, y explicó que por culpa de la pandemia ya no pueden enviar remesas para su hijo de cinco años, que vive en Mongolia junto a su abuela.

Según una encuesta realizada con 550 personas que hicieron fila la semana anterior, 3,4% de los consultados afirmó que había dado positivo por el covid-19, el triple del promedio de Ginebra, indicó Wieland.

Según el responsable de MSF, la mayor parte de los que se han visto fuertemente afectados por la crisis viven hacinados en apartamentos pequeños, por lo que son más proclives a infectarse.


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