La foto de Leo Malafaia se convirtió en un ícono del desastre ecológico de las playas de Brasil | Foto: AFP | Leo Malafaia

Una imagen dio la vuelta al mundo: un niño sale del agua con los ojos cerrados y un gesto de impotencia, el cuerpo cubierto por una bolsa de plástico, embadurnado por el petróleo que desde hace casi dos meses se extiende por la costa nordeste de Brasil.

Fue tomada por un fotógrafo colaborador de la AFP el lunes pasado. Eran cerca de las 11 de la mañana, en la playa de Itapuama, en Cabo de Santo Agostinho, estado de Pernambuco.

Everton Miguel dos Anjos, de 13 años, se había sumado ese día junto a sus cuatro hermanos y varios primos, a centenares de voluntarios que retiraban los residuos de crudo esparcidos por la arena o incrustados en la roca.

Entró al mar con una camiseta, pero se la sacó cuando vio su cuerpo ennegrecido. Se confeccionó entonces una especie de túnica con una bolsa para la basura. El joven brasileño le contó al fotógrafo que su madre, que administra un bar en la costa, lo regañó cuando vio las fotos, publicadas por muchos de los principales medios mundiales.

 

El ministerio de la Salud recordó que la inhalación de vapores de petróleo o el contacto físico con sus substancias tóxicas era peligroso.

Ministro brasileño insinúa vinculación de Greenpeace con derrame de petróleo

Cuatro días después de que esa foto fuera tomada, solo se veían algunos fragmentos de petróleo en la playa. El Ejército había tomado el mando de las operaciones de limpieza, prohibiendo la participación de niños. Desde el inicio de la catástrofe, se han recogido unas 1000 toneladas de crudo, según datos de la Marina brasileña.

El derrame fue observado por primera vez el 30 de agosto en Paraiba y se ha detectado a lo largo de unos 2250 kilómetros.

Varias ONG denunciaron la lentitud de reacción de las autoridades y la falta de medios para combatir lo que muchos especialistas consideran como la peor catástrofe ambiental del noreste brasileño.


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