Henry Kissinger

Henry Kissinger nació el 27 de mayo de 1923. Las líneas que siguen fueron inspiradas en la lectura de sus principales obras, de las cuales me declaro incondicional admirador, por todo lo que aprendí.

Específicamente, me refiero a los tres volúmenes de memorias, que reflejan su paso por el gobierno de Estados Unidos (White House Years, publicado en 1979; Years of Upheaval, 1982; y Years of Renewal, 1999); así como otras, más conceptuales, pero que también se nutrieron de su experiencia en la función pública (Diplomacy, publicado en 1994; On China, 2011; World Order, 2014; y Leadership, 2022, libro que Debate acaba de publicar es español con el título de Liderazgo. Seis estudios sobre estrategia mundial).

Digresión 1. “El mundo contemporáneo está en medio de una transformación apenas perceptible de la conciencia humana, consecuencia de los cambios en las formas de comunicación. Leer con cuidado un libro complejo, y analizarlo de manera crítica, se ha convertido en un hecho contracultural. Los libros proporcionan una realidad razonable, secuencial y ordenada. La lectura genera una maraña de conversación intergeneracional [¿qué son, si no, las “entrevistas” que desde 2009 publico los domingos, en LA NACION?]. La lectura inspira” (Leadership, página 405).

Kissinger no solo escribe, sino que también ¡manuscribe!, y yo subrayo y “trabajo” libros complejos, manteniendo con sus autores –como él dice– conversaciones intergeneracionales. ¿Somos dos ejemplares de una especie en extinción? Totalmente de acuerdo con él: la lectura inspira; me pregunto cómo se las arreglan quienes no pueden leer más de 140 caracteres seguidos.

Aparente paradoja. Quien recomienda de manera enfática la importancia de la historia para entender, y en alguna medida pronosticar, eventos, finaliza Diplomacy con la famoso verso de Antonio Machado: “Caminante, no hay camino; se hace camino al andar”. Más allá del sentido del humor que aparece con frecuencia en sus escritos, me parece que en este caso la correcta lectura de esta aparente paradoja es que la historia es importante, pero no se repite de manera calcada; de modo que se trata de una herramienta al servicio de la interpretación no mecánica de lo que ocurrió, para mejorar la conjetura referida a lo que puede llegar a ocurrir.

Antes de reflexionar sobre su obra, presento un compacto de su vida y su trayectoria previas a su ingreso a la función pública; porque –créase o no– se trata de un ser humano de carne y hueso.

De Fürth A Harvard. Heinz Alfred Kissinger dejó Alemania junto a su familia en agosto de 1938 (¿qué alternativa le quedaba, dado que eran judíos?) vía Londres, para instalarse en Estados Unidos. Allí modificó su nombre, adoptando el de Henry. Durante el resto de su vida retuvo de manera obstinada su acento bávaro. Es fanático del fútbol; ¿qué otra razón lo puede haber llevado a visitar Argentina en 1978?

Kissinger, saliendo de su casa en Washington, en 1977
Diana Walker – The Chronicle Collection

 

Disimula su esencial inseguridad. Como resultado de sus experiencias infantiles y juveniles, se convirtió en un genuino conservador, desde los puntos de vista filosófico, intelectual y político. Su ego, combinado con la seriedad con la que se tomaba a sí mismo, aumentó su reputación de arrogante. Es considerado brillante y complicado.

Como buena parte de los inmigrantes, durante la Segunda Guerra Mundial se alistó en el ejército. Fue asignado al Cuerpo de Contrainteligencia, nunca utilizó su rifle en algún combate. Se desempeñó como administrador en Krefeld y en 1945 pasó a Bensheim (dos ciudades alemanas).

De Harvard (y otras tareas) a la Casa Blanca. En julio de 1947 volvió a Estados Unidos. Harvard admitió a muchos veteranos de guerra. Ingresó inmediatamente como sophomore (segundo año del college, tenía entonces 24 años), graduándose en 1950. En el primer semestre, obtuvo A (la nota máxima) en todas las materias. Socialmente era un solitario. Leía diariamente The New York Times y The Boston Globe. Su tesina, “El significado de la historia”, ocupó 383 páginas, récord absoluto de extensión en el college. Se graduó summa cum laude.

En 1949 se casó con Ann Fleischer, de quien se separó a fines de 1962 y se divorció en 1964. Tuvieron dos hijos. En 1974 se casó con Nancy Sharon Maginnes.

William Yandell Elliott fue más que un mentor para él. En 1951 le ayudó a lanzar el Harvard International Seminar, crucial en la vida de Kissinger durante los siguientes 17 años. El programa consistía en invitar a prometedores lideres jóvenes de todo del mundo a que pasaran el verano en Harvard. La mayoría no eran académicos. Alrededor de 600 personas participaron, hasta que el seminario terminó en 1969. A raíz de esto, y siendo todavía un estudiante graduado, Kissinger construyó una reputación entre los líderes de todo el mundo.

En su tesis doctoral, titulada “Un mundo restaurado: Metternich, Castlereagh y los problemas de la paz, 1812-1822″, sostiene que la estabilidad es el principal objetivo de la diplomacia, y que debe basarse en el equilibrio de fuerzas.

Dentro del departamento de gobierno, una de las rivalidades más intensas la desarrolló con Zbigniew Brzezinski, quien no obtuvo una cátedra fija [tenure]. Kissinger fue nombrado profesor asociado en 1959, y profesor pleno en 1962.

En 1955 encontró más que un patrocinador en Nelson Aldrich Rockefeller, quien en ese momento asesoraba al presidente Dwight Eisenhower en temas internacionales. Hasta que comenzó a trabajar con Richard Milhous Nixon, Kissinger se desempeñó como consultor a tiempo parcial de Rockefeller.

Afiliado al Partido Demócrata, en 1960 votó por John Fitzgerald Kennedy. Entre 1961 y 1968 trabajó a tiempo parcial en Washington contratado por Mc George Bundy. En 1964 se veía como republicano, y colaboró en la campaña electoral de Rockefeller.

El 22 de noviembre de 1968, el presidente electo Nixon le ofreció el puesto de asesor nacional de seguridad, cargo que ocupó durante la primera presidencia. Durante la segunda presidencia, y la de Gerald Rudolf Ford, su sucesor, fue el titular del Departamento de Estado (ministro de Relaciones Exteriores).

Digresión 2. ¿Cuántos profesores de gobierno, liderazgo, relaciones internacionales, etcétera, existían en Estados Unidos a fines de la década de 1960? Miles, seguramente. ¿Por qué entonces Kissinger, encima no nativo? Porque las líneas anteriores muestran que él era “mucho más” que el típico profesor universitario, dada la “calle” que había adquirido interactuando con líderes de muchos países y asesorando a presidentes y candidatos presidenciales. No extraña, por consiguiente, que llegado a Washington no se haya llevado muy bien con sus colegas que siguieron dictando clases en Cambridge, Massachusetts.

Kissinger, junto al presidente estadounidense Richard Nixon Anonymous – AP

Los 10 mandamientos del buen gobierno según Kissinger. He leído decenas de memorias y autobiografías de presidentes, primeros ministros, ministros de economía, presidentes de Banco Central, etc. Pero lo que distingue las Memorias de Kissinger (como El príncipe, de Nicolás Maquiavelo) es la explicitación de las lecciones que sugieren los hechos que les tocaron protagonizar u observar.

Por eso, cuando terminé de leer los dos primeros volúmenes de las Memorias, clasifiqué por temas todos los párrafos que había subrayado, anteponiéndoles un ensayo, cuyo título es el de la presente sección de esta monografía.

Mi enunciado de los referidos “10 mandamientos” es el siguiente: 1) Los académicos pueden quedarse en el plano de las conclusiones; los gobernantes no tienen más remedio que llegar hasta las políticas… y la diferencia no es poca; 2) En el gobierno se aprende cómo tomar decisiones, pero no qué decisiones hay que tomar; 3) Como las decisiones las toman los hombres, el elemento psicológico es insoslayable; 4) La decisión es normalmente negociación. Negocia bien quien se prepara bien; quien negocia cuando todo parece ir bien; quien no se decide en la primera ronda de negociaciones; y quien –habiendo decidido qué quiere– salta rápidamente a la posición deseada y desde ahí hace pocas concesiones; 5) En épocas de crisis, lo único seguro es ser audaz y no aflojar hasta que la crisis haya pasado; 6) Solo en retrospectiva los hechos parecen inevitables; solo en retrospectiva se advierten los hitos; la oportunidad nunca se convierte automáticamente en realidad; 7) La burocracia no sabe generar alternativas genuinas. Siempre rodea su opción preferida con un par de alternativas absurdas; 8) La prensa es hoy un árbitro para los acontecimientos internacionales que es imposible ignorar; 9) Uno se “debe” al presidente, porque lo nombró. Hay que decirle la verdad, hay que socorrerlo espiritualmente, no hay que irle con cuestiones de poca importancia. No se debe esperar que el gabinete nacional sea una institución de pensamiento independiente; 10) Las transiciones iniciales de todos los gobiernos son breves, llenas de ingenuidad, y rara vez preparan para lo que viene; las transiciones finales son tristes, y no siempre uno tiene el valor de no criticar al que le sigue en el cargo.

Reiterando una vez más, a efectos de poder trasmitir claramente el mensaje básico –que reducido a esta expresión parece casi obvio, pero no por ello menos fundamental–, me permito insistir en: 1) la negociación como elemento fundamental de la toma de decisiones; 2) la tensión entre el respeto debido y la necesidad de hacerle ver hechos, opciones y políticas con claridad al presidente con el cual uno trabaja (¿o para el cual uno trabaja?), y 3) la actitud que tiene que desarrollar todo aquel que pretenda ejercer funciones en el gobierno, así como todo aquel que quiera entender el funcionamiento de los gobiernos, de trascender el plano de las conclusiones para ir al plano práctico de la formulación, negociación e implementación de las políticas prácticas. Cuando se llega al gobierno no hay tiempo para pensar, lo cual aumenta la importancia del pensamiento que se genera con anterioridad, reserva a la que se apela incesantemente durante la gestión.

Diplomacia. En las relaciones entre países, la geografía importa y mucho. Frente a Rusia es más fácil ser valiente cuando se vive en la Argentina que cuando se vive en Finlandia.

Además de considerarse países excepcionales, Estados Unidos, Rusia y China saben que en caso de guerra sus territorios quedarán fuera del “teatro de operaciones”, como, en buena medida, lo sabe Gran Bretaña (Waterloo se peleó en Bélgica). ¿Sigue esto siendo cierto, cuando existen armas nucleares?

Por esto, es entendible que en sus relaciones internacionales los europeos –particularmente los que viven en lo que los ingleses denominan “el continente”– les asignen mucha mayor importancia al equilibrio de poder que los líderes de los otros países; y también, que a aquellos les preocupe que la defensa de sus países dependa de autoridades supranacionales, como la NATO.

Sobre China. Si no hay que “argentinizar” el análisis de los otros países, menos hay que “occidentalizar” el análisis de países como China.

La conexión entre Estados Unidos y China no surgió de razonamientos abstractos, sino del aprovechamiento de una oportunidad. Es decir, de la combinación de liderazgo y circunstancias.

En 2000 tuve la oportunidad de vivir durante diez días en cinco ciudades chinas. ¡No encontré un solo chino pelotudo! De manera que –pensé– a estos no los para nadie.

Poder mundial. El problema que hoy enfrenta la humanidad es que, en lenguaje de los economistas, hay demanda de orden mundial, pero muy poca –o nula– oferta. Kissinger enfatiza el problema centrado en las armas nucleares, no solamente en su cantidad sino en el creciente número de países y “organizaciones no gubernamentales” que las tienen o pueden llegar a tenerlas. Pero en la misma categoría hay que sumar la cuestión del medio ambiente. Es fácil decir que, en este último caso, como el problema es mundial, la única solución es un gobierno mundial (única instancia capaz de internalizar los costos de seguir deteriorando el ambiente). Sin embargo, nadie sabe hoy cómo construir un gobierno a nivel mundial.

Algo parecido a lo que está ocurriendo con la producción de armas sucede con la oferta de medios de comunicación. Dejamos de leer libros para prestar atención a la radio, la TV, Internet, etc., con el consiguiente deterioro en la calidad informativa. En lenguaje de Giovanni Sartori, estamos pasando del homo sapiens al homo videns.

Liderazgo. ¿Cuál es la importancia relativa de las personas versus la de las circunstancias y los procesos estructurales en la explicación de los hechos? Debate eterno, por las enormes dificultades que plantea la identificación causal de los fenómenos observados.

Al prestarle tanta atención a la cuestión del liderazgo, Kissinger se inclina a favor de la primera alternativa. El retiro de Bismarck de la función pública comprometió el posterior funcionamiento del sistema inaugurado en Viena en 1815; así como es difícil explicar lo que ocurrió en China, luego de la muerte de Mao, sin ubicar a Deng en el centro de la explicación.

Claro que se trata de una cuestión empírica. Un contraejemplo, ocurrido en la Argentina, es “Braden o Perón”, relacionado con la elección presidencial de febrero de 1946. El embajador de Estados Unidos en la Argentina y el candidato presidencial del Partido Laborista le agregaron “sal” a una pulseada entre los dos países que, en aquel momento, llevaba medio siglo de existencia; difícilmente las relaciones entre la Argentina y Estados Unidos hubieran sido normales aunque hubiera ganado el candidato de la Unión Democrática.

La obra se ocupa de Konrad Adenauer, Charles de Gaulle, Richard Nixon, Anwar El Sadat, Lee Kuan Yew y Margaret Thatcher, quienes “transformaron sus respectivas sociedades, al tiempo que contribuyeron a la emergencia del nuevo orden mundial”. Ninguno de ellos nació en un hogar de clase alta, pero todos combinaron las cualidades de la aristocracia, con las ambiciones de la meritocracia.

¿Y entonces? Reflexiones finales. Digresión 3. Soy economista y estudié durante la década de 1960 (UCA, entre 1960 y 1964; Harvard entre 1966 y 1968). Para entender el resto de estas líneas, tanto mi formación como la época son importantes. Me refiero al hecho de que, probablemente, mucho de lo que aprendí de Kissinger le resulta obvio a quien estudió, por ejemplo, administración de empresas, sociología o ciencia política. En todo caso, sepan disculpar.

a) Desde hace décadas analizo la economía desde la perspectiva de los procesos decisorios. Las cosas no ocurren, sino que alguien las hace ocurrir; por lo cual todo análisis debe comenzar por meterse en los pantalones, o en las polleras, de aquella persona cuyas decisiones afectan las mías, o las de mis clientes cuando actúo como consultor.

De manera que probablemente no le puedo atribuir a la lectura de las Memorias de Kissinger la inspiración inicial por el enfoque que utilizo. Pero ciertamente que la referida lectura le dio fuerte impulso, por lo cual le estaré eternamente agradecido.

b) Existen las decisiones individuales y las decisiones colectivas. Ejemplo de las primeras, de qué color pinto el dormitorio de la casa de fin de semana, donde vivo yo solo; ejemplo de las segundas, de qué color se pinta el hall de entrada del edificio, donde vivo de lunes a viernes. El liderazgo se refiere a las decisiones colectivas, ámbito en el cual las decisiones no se imponen. En el caso de las pulseadas entre países, el liderazgo no sólo tiene que ver con el poder de convicción y persuasión, sino con las armas (bélicas, económicas, etc.) con las cuales actúa cada parte.

En el origen de la denominada “economía del bienestar” se destaca el óptimo de Vilfredo Pareto, según el cual solo se puede afirmar que una sociedad mejora su bienestar si algunos de sus miembros lo mejora y ningún otro lo deteriora. Pedirle a un líder que conduzca a un país, respetando el óptimo de Pareto, en la práctica es pedirle demasiado.

c). Enfatizar la importancia del liderazgo va mucho más allá del hecho de que las decisiones las adoptan seres humanos. Esta cuestión es hoy particularmente relevante, a la luz de la discusión referida a quién adopta mejor las decisiones, si los seres humanos de carne y hueso o los algoritmos. Probablemente el mejor resultado surja de una combinación de ambos.

d) Por razones pedagógicas, los primeros modelos que aprendemos en las escuelas de economía plantean la micro y la macroeconomía, el comercio internacional y las finanzas públicas en un contexto de certeza. Insisto que, por razones pedagógicas, esto es entendible; lo que no es tan entendible es que los profesores, al terminar de explicar dichos modelos, no les adviertan a los alumnos que la realidad es altamente incierta; para que no cometan el vicio o pecado ricardiano, consistente en aplicar a realidades complejas las propuestas de política económica derivadas de modelos super simplificados.

En contextos de certeza, no hay lugar para el denominado empresario schumpeteriano, el que no se limita a minimizar una función de costos en base a una función de producción y los precios relativos de los factores, sino que innova, es decir, crea productos o procesos nuevos. El líder, en política o relaciones internacionales, es el equivalente al empresario schumpeteriano en la teoría de la empresa.

e) La historia complementa el análisis de estática comparativa en la formación de los economistas. Ningún graduado en economía se puede dar el lujo de no saber analizar, con los ojos cerrados y utilizando gráficos o ecuaciones, el cambio en los valores de equilibrio de las variables endógenas, que produce una modificación de las variables exógenas. La historia complementa este análisis de estática comparativa ilustrando con los tiempos, y sobre todo las reacciones, que producen los referidos cambios.

El Parlamento inglés discutió la derogación de las leyes de granos en 1815, debate famoso entre los economistas por las opiniones encontradas que sostuvieron David Ricardo y Thomas Robert Malthus; pero la citada derogación se produjo en… 1846, ¡31 años después!

Joseph Alois Schumpeter planteó el concepto de destrucción creativa para enfatizar que toda innovación afecta intereses. La lamparita eléctrica fue un gran invento, pero le complicó la vida a los fabricantes de velas. La historia sirve para analizar el siguiente interrogante: ¿qué harán los afectados cuando aparezca determinada innovación; se ajustarán a la nueva realidad, conseguirán que el Estado los proteja o asesinarán al empresario innovador?

f) En la realidad “las balas son de verdad, no de fogueo”; no estamos en el mundo de las monografías, sino en el de la decisión entre presidentes de distintas naciones. Entidades soberanas, que encima manejan armas. Quienes hoy viven angustiados, materia prima no les falta.

g) ¿Hay esperanza de que emerja algún líder proporcional a los actuales desafíos? Certeza no existe, pero la propia historia da esperanza. Afortunadamente, todos los pronósticos pesimistas a largo plazo fallaron. Esperemos que esta vez ocurra lo mismo.

Por Juan Carlos de Pablo – La Nación


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