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Llevados por el odio a una visión de la sociedad que consideran herética, pornográfica y blasfematoria, los nuevos integristas islamistas, lobos solitarios que asesinan con las armas más banales en nombre de Alá, se han convertido en la nueva pesadilla terrorista de Francia.

Según los servicios de inteligencia, la amenaza de terrorismo islamista aumentó recientemente en Francia a los niveles de 2015, cuando se produjo el feroz ataque contra el semanario satírico Charlie Hebdo, que dejó 12 muertos y 11 heridos.

Ahora, sin embargo, la naturaleza de la amenaza no es la misma. Cuando antes Europa debía hacer frente a sofisticadas operaciones preparadas y comanditadas desde el exterior por organizaciones como el Estado Islámico o Al-Qaeda. Ahora, quienes pasan a la acción son jóvenes aislados, sin contacto alguno con esas organizaciones, que armados de un simple cuchillo asesinan, degüellan y decapitan en nombre del profeta.

Sin embargo, cinco años después de aquella grave crisis las razones de la detestación anti-francesa siguen siendo las mismas. Y los atentados que terminaron con la vida de apacibles ciudadanos franceses en estos últimos días lo demuestran. Los autores de esos horrendos crímenes responden a sus propias iniciativas, pero están guiados por un mandato religioso universal: Mahoma es sagrado.

Para esos fanáticos, que con extrema frecuencia actúan por razones que no tienen nada que ver con la religión, la concepción francesa de una sociedad laica, visceralmente apegada a la libertad de expresión, a los principios republicanos y al anti-comunitarismo es inconcebible.

Y en verdad, a menos de ser francés, numerosos son en el mundo, aquellos que tienen dificultades para comprender la persistencia casi maniática de los dibujantes franceses en repetir esas caricaturas que representan al profeta en situaciones «ofensivas» inadmisibles para los 1.800 millones de creyentes musulmanes del planeta.

Para resumir, Francia y el mundo islámico atraviesan en este momento otro de los tantos momentos de incomprensión que han caracterizado la larga y turbulenta historia de sus relaciones.

Los terribles asesinatos de los últimos 15 días se produjeron en un clima de crispación que comenzó el 2 de septiembre, con el inicio en París del juicio a los autores del atentado de 2015 contra «Charlie Hebdo».

El 25 de septiembre, un joven paquistaní de 18 años de edad agredió violentamente con un cuchillo de carnicero a dos empleados de una sociedad de producción instalada en el mismo edificio en que funcionaba el célebre semanario antes del atentado islamista de 2015, en el distrito 11 de la capital. El 16 de octubre, un joven checheno acuchilló y decapitó en un suburbio de París a Samuel Paty, un profesor que había utilizado esas mismas caricaturas en una clase de libertad de expresión.

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Gesto imperdonable para los integristas, en el homenaje nacional que organizó el país en honor a Paty, Emmanuel Macron ratificó la voluntad francesa de seguir ejerciendo su «derecho a blasfemar» (.) «principio inalienable de la República», insistió.

Como consecuencia de ese asesinato, el gobierno francés también decidió el cierre de varias mezquitas y asociaciones islámicas, sospechosas de prodigar una enseñanza integrista, y se apresta a promulgar una ley estableciendo la obligación de los predicadores de haber sido formados en Francia. Hasta el momento, el 50% de los imanes que trabajan en el país son formados y asalariados por Turquía o por otros países del mundo árabe que, de ese modo, se libran una guerra de influencia dentro de la comunidad de los musulmanes franceses.

Desde entonces, varios países musulmanes decidieron boicotear los productos franceses, mientras las manifestaciones que califican a Macron de «demonio, infiel y hereje» se multiplican.

En la impulsión de ese movimiento de reacción, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan ha tenido un papel central. Enfrentado por numerosas razones estratégicas y políticas con su homólogo francés, el jefe del Estado turco no ha cesado de criticarlo, yendo hasta poner en duda su «salud mental» y lanzando un llamado al boicot.

La tensión entre París y Ankara empeoró el martes, después que el irreductible «Charlie Hebdo» develó su portada de esta semana: una caricatura donde aparece Erdogan levantando con lujuria la túnica de una mujer y exclamando «¡El profeta Ouauuhhh!

La amenaza que pesa sobre Francia empeoró aun más este jueves, poco después del asesinato y degüello de tres personas en Niza. Si reivindicar el atentado, Al-Qaida difundió en uno de sus sitios Internet una imagen de Macron con una bala en la frente. En el texto adjunto, la organización terrorista llama a atacar no solo al presidente francés, «también a todos sus ministros y a los intereses franceses tanto en Francia como en el exterior», precisa.


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