Dirigentes de la izquierda radical en Europa, admiradores del difunto líder de la revolución bolivariana Hugo Chávez, se han distanciado de la política de su sucesor Nicolás Maduro, aunque sin condenarlo abiertamente.

El gobierno de Venezuela se enfrenta a un creciente aislamiento internacional agravado tras la instalación de una polémica Asamblea Constituyente, considerada por una docena de países americanos como una «ruptura» del orden democrático.

En este contexto, algunos de los principales líderes europeos de izquierda radical, que veían en la Venezuela de Chávez una «fuente de inspiración», han decidido moderar sus discursos, con diferentes matices.

«Apoyar actualmente a Maduro puede tener un costo político alto» en términos de política interior, por lo que algunos «han suavizado sus declaraciones», comenta para la AFP Gaspard Estrada, director del Observatorio Político de América Latina y el Caribe de Science Po en París.

Es el caso del secretario general del partido de izquierda radical español Podemos, Pablo Iglesias. Aunque se mantiene cercano a la izquierda bolivariana, lo que le ha valido numerosas críticas en España, ha moderado su discurso desde 2015. Ahora, llama al diálogo entre el gobierno de Maduro y la oposición.

«Nuestra posición es inequívoca: apuesta por el diálogo y respeto institucional», dijo en julio pasado, tras cuatro meses de protestas opositoras en Venezuela, que se saldaron con la muerte de unas 125 personas y centenares de detenidos. «Venezuela no solucionará sus problemas si los diferentes actores políticos no asumen que están condenados a convivir y a pactar entre ellos», escribió en un mensaje en Facebook en agosto.

Esto «vale para la oposición» pero «también para el gobierno», dijo. Aún así, no ha condenado de forma directa a Maduro, cuya Constituyente enjuiciará a opositores por «traición a la patria», y su formación se ha abstenido en las últimas votaciones en el Congreso sobre resoluciones críticas con el gobierno venezolano.

Entre dos aguas 

Su posición es similar a la del líder laborista Jeremy Corbyn. Tras un largo silencio, este gran defensor en su momento de Hugo Chávez condenó hace menos de un mes la «violencia de todas las partes en Venezuela».

Él también se abstuvo de apuntar el dedo acusador contra el gobierno. Cuando le preguntaron si condenaba las acciones de Maduro, dijo: «Lo que condeno es la violencia perpetrada por cualquiera de las partes, por todas los partes». Acto seguido, añadió que hay que reconocer que se han hecho «intentos serios y efectivos» para reducir la pobreza en Venezuela, mejorar la alfabetización y mejorar las vidas de los más pobres.

En Grecia, los elogios de 2013 del entonces jefe del partido de izquierda Syriza, Alexis Tsipras, a la Venezuela de Chávez «ejemplo en materia de democracia y justicia social» ahora ya no se escuchan. Tras la victoria electoral de Syriza en 2015, el gobierno se ha mantenido muy discreto sobre la situación en el país petrolero.

En junio, en pleno temporal político y económico en Venezuela, la formación de izquierda se limitó a instar a «alcanzar una resolución pacífica entre la oposición y el gobierno legal de Maduro».

Mientras, en Francia, el líder de izquierda radical, Jean-Luc Mélenchon, quien veía en Chávez una «fuente de inspiración», mencionó «errores» en el gobierno de Maduro, pero los justificó: «sabemos que nuestros amigos no son perfectos, nosotros tampoco lo somos».

No debemos perder de vista que «el principal responsable del mal, del desorden y de la guerra civil es el imperialismo estadounidense», agregó el excandidato presidencial.

Para Anna Ayuso, investigadora para América Latina del centro de reflexión CIDOB, «estos líderes se dan cuenta de que el proceso en Venezuela está fuera de los cauces normales, pero para ellos es muy difícil pronunciarse públicamente en contra del proyecto bolivariano, sobre todo cuando se dirigen a sus bases», por lo que se mantienen «entre dos aguas».


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