elefantes, Tailandia
Maesa Elephant Camp (Facebook)

Cerca de mil elefantes amenazados por el hambre abandonaron los sitios turísticos de Tailandia, vaciados por la pandemia de coronavirus, para regresar a su lugar de origen en una ola migratoria sin precedentes que entraña riesgos para los paquidermos.

Explotados en parques de atracciones o en santuarios que suponen jugosos negocios, a costa de un adiestramiento brutal aunque sus amos hacen alarde de cuidarlos según criterios éticos, los 3.000 elefantes empleados en el turismo se han quedado sin trabajo desde el cierre súbito de estos centros a mediados de marzo.

«Pensábamos que la pandemia se controlaría rápidamente y que se recuperaría la normalidad, pero hemos perdido la esperanza», cuenta a la AFP Chaiyaporn, mahout (cuidador) de elefantes desde hace 15 años.

Para que los siete paquidermos a su cargo no mueran de hambre, el mahout inició un periplo de 100 kilómetros en medio de bosques espesos del norte del reino para llevarlos a su lugar de origen.

Agotados

El calor es agotador y el rebaño se desplaza antes de la salida del sol y al final de la tarde. El animal recorre entre cuatro y cinco kilómetros por hora y las pausas son frecuentes para que puedan ingerir los 300 kilos de hierba y plantas que necesitan al día.

«Están agotados pero felices. Tienen muy buena memoria. Parece que años después de haberse ido saben que vuelven de nuevo a casa», sonríe Chaiyaporn durante el viaje hacia la pequeña localidad de Huay Pakoot, a 180 kilómetros de Chiang Mai.

En dos meses, un millar de elefantes han regresado a sus raíces y decenas más han emprendido el camino de retorno.

«Una ola migratoria de tal envergadura en un lapso tan corto de tiempo no tiene precedentes en el país», dijo Theerapat Trungprakan, presidente de la Thai Elephant Alliance Association.


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