Lo acusaban de ser un títere de los partidos políticos, un «don nadie», sin embargo su gestión de la crisis desatada por el coronavirus catapultó al jefe de gobierno italiano, Giuseppe Conte, como un líder que brilla y da brillo incluso a Italia.

Según una encuesta reciente de la televisión pública italiana RAI, 59% de los italianos tienen «mucha o bastante» confianza en Conte, quien logró mantener en estos duros meses de pandemia un diálogo permanente con la población gracias a Facebook y la televisión.

«No lo perciben como un político tradicional, sino como un hombre libre que ofrece informaciones y que es independiente», indica a la AFP Gianfranco Pasquino, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Johns Hopkins de Bolonia. «Podemos decir que aprendió gradualmente su nuevo oficio», resume el experto.

La mesura como regla

El discreto profesor universitario de derecho privado sin experiencia política llegó a ser nombrado jefe de gobierno en junio de 2018 gracias al Movimiento 5 Estrellas (M5E, antisistema), del que se dice cercano.

Considerado un «títere» de sus dos viceprimeros ministros, Luigi Di Maio, líder político del M5E, y Matteo Salvini, de la ultraderechista Liga, se ha desmarcado de ambos gracias a un estilo sobrio, en el que la mesura ha sido la regla.

Tras romper con Salvini y aliarse en septiembre de 2019 con el Partido Democrático (PD, centro-izquierda) para formar un nuevo gobierno, se ha convertido en figura clave por su capacidad de mediación entre las partes.

«Se ha fortalecido, ha ganado espacio para la acción, sin vicepresidentes que obstaculizan», comenta otro experto de la política italiana, Alessandro Giacone, profesor de la Universidad de Bolonia.

«Por la epidemia tuvo que centralizar las medidas tomadas por el gobierno y estuvo en primer plano de la escena política y mediática», señala.

«Conte es bastante apreciado por su manejo de la crisis«, afirma el historiador, quien considera que si bien muchos prejuicios sobre Italia y su mal manejo de sus cuentas siguen vigentes en Europa, el resultado final es que la imagen del país «salió fortalecida», concluye Giacone.

Italia, país laboratorio Italia, fuera de China, fue el primer país del mundo occidental que tuvo que tomar arriesgadas decisiones contra la epidemia, como ordenar primero el encierro por dos meses y luego comenzar un gradual desconfinamiento, todas medidas anunciadas y explicadas por Conte y basadas en el principio de que «primero está la salud».

«El país ha sido una suerte de laboratorio» para el resto del mundo, expresa Giacone. El primer ministro italiano encabezó también la batalla, con Francia y Alemania, para que se adoptara el multimillonario plan de la Unión Europea para la recuperación de la economía, todo un reto para un país lastrado por la burocracia, la corrupción, y la mala gestión de los fondos europeos.

Conte OK, Italia KO

El temido líder de la oposición Matteo Salvini ha salido debilitado y desacreditado por sus ataques al gobierno en plena pandemia, que según una encuesta de Ixè le causaron la pérdida de 10 puntos de popularidad a la Liga, pasando de 35% de hace un año a 25%.

Pero Conte tiene que lidiar ahora con un desafío aún mayor: la recesión económica causada por el coronavirus, la peor desde la Segunda Guerra Mundial.

Con una economía devastada por dos meses de total parálisis para frenar la propagación del virus, que ha dejado cerca de 34.000 muertos, han salido a la luz las fuertes desigualdades sociales que persisten en Italia, por lo que se teme un estallido social.

«A un tercio de los empleados le han recortado el salario y a finales de marzo 45% de los trabajadores estaba en paro», dice Vincenzo Galasso, de la Universidad Bocconi de Milán.

«El mercado laboral se trastornó, aumentaron las desigualdades sobre todo para las personas con un bajo nivel de educación, para aquellos que no pueden trabajar en casa», asegura.

«Eso representa una bomba a punto de explotar. El gobierno liderado por Conte no corre riesgos en este momento, pero en unos meses la situación puede cambiar por la situación económica», advierte Galasso.

 


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