protestas
Foto: Cortesía

Después de tres noches de toque de queda, Los Ángeles afronta -como otras ciudades progresistas de Estados Unidos- un enrevesado dilema interno: ¿cómo apoyar las protestas en contra del racismo y la brutalidad policial sin respaldar o pasar por alto los disturbios y la violencia?

El mismo patrón se ha repetido en los últimos días en partes de la urbe californiana, desde el centro de Los Ángeles hasta Santa Mónica.

Primero, protestas totalmente pacíficas y sin incidentes con grandes grupos de manifestantes.

Y después, saqueos de negocios por parte de solo unos pocos.

Por eso, las concentraciones por la muerte de George Floyd se viven en Los Ángeles con la rabia y la comprensión de una población atravesada por el racismo y la desigualdad, pero también con la inquietud de una ciudad en la que todavía palpita el trauma de los gravísimos disturbios de 1992 a raíz de la paliza policial al afroamericano Rodney King que dejaron más de medio centenar de muertos.

Hora de recoger los destrozos

Van Nuys, un sector situado al norte de Los Ángeles, sufrió el lunes los disturbios más importantes y hoy se ha despertado reparando daños y echando cuentas de los desperfectos.

A las 6:45 de la mañana y con un café en la mano, Jorge contemplaba los cristales rotos de la tienda de Van Nuys Boulevard en la que trabaja.

«Yo ya estaba en Los Ángeles cuando pasaron los otros ‘riots’ (disturbios) en el 92. Esto ya lo viví. Les dije a los dueños: ‘Va a pasar esto’. Pero no me hicieron caso», dijo a Efe el mexicano.

«A mi pensamiento, esto no es protesta: esto es violencia y esto es vandalismo», añadió.

Para el hombre, «las protestas son pacíficamente y tienes el derecho a hacerlo. Pero una vez que sale de control es vandalismo Para todo hay límite: protestar contra algo que esté mal y las injusticias es un derecho que cualquier ciudadano del mundo debe tener, pero esto va más lejos de eso».

A diferencia de otras zonas afectadas por los disturbios en días anteriores, como Santa Mónica o Beverly Hills, Van Nuys es un sector de clase trabajadora y de notable presencia latina.

Varios negocios del cruce entre Van Nuys Boulevard y Victory Boulevard amanecieron hoy con las vitrinas rotas.

Recuperar la calma

También se veía persianas forzadas y verjas dobladas que resistieron a los saqueadores.

Otras tiendas optaron por la cautela con blindajes, aunque en muchos tablones se notaban todavía las huellas de quienes las intentaron tumbar.

El sector trataba de recuperar la calma: algunas personas esperaban al autobús, otras acudían a una lavandería, una limpiadora recogía cristales en la oficina de correos y dos operarios intentaban borrar grafitis.

Pero en Van Nuys también hay muchos negocios con carteles secundando las protestas que decían «Black Lives Matter» (las vidas negras importan), «Justicia para todos» o «Los latinos están con ustedes».

Dilema de muchos

Ese rompecabezas de acompañar las manifestaciones sin aprobar la violencia es algo que intenta resolver el alcalde angelino, Eric Garcetti.

«El foco necesita seguir en derribar el racismo sistémico y acabar la violencia contra hombres y mujeres negros. Y no podemos permitir que un pequeño número de personas secuestre ese movimiento poniendo vidas en peligro y destruyendo propiedades», dijo el lunes.

La leyenda de la NBA Kareem Abdul-Jabbar abordó el mismo tema en un texto publicado el domingo en Los Angeles Times que tuvo un gran eco en las redes.

«No quiero ver tiendas saqueadas o edificios ardiendo. Pero los afroamericanos han vivido en un edificio en llamas durante muchos años», afirmó.

«Lo que quiero ver no son prisas por juzgar a los manifestantes, sino prisa por hacer justicia por George Floyd», añadió.


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