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Tropas ucranianas construyen nuevas fortificaciones en la línea defensiva junto a Avdiivka | AFP

Tras más de un año de asedio, la ciudad ucraniana de Avdiivka ha caído. Su conquista definitiva el sábado 17 de febrero otorgó a Putin su primera victoria en el campo de batalla ucraniana desde la conquista de Bajmut en mayo de 2023.

A pesar de la feroz resistencia ucraniana y de la atroz cifra de bajas rusas –el Kremlin ha demostrado que es inmune a las bajas en sus tropas y que, de hecho, le resulta indiferente que se acumulen los muertos en el Ejército ruso– Rusia no deja de avanzar metro a metro.

Tras la retirada de Avdiivka, las tropas ucranianas se han retirado a nuevas líneas defensivas en torno a la ciudad.

Según el Institute for the Study of War (ISW), la conquista rusa de Avdiivka marcará «la culminación de la ofensiva rusa en esta zona».

Sin embargo, Dmytro Lykhoviy, portavoz del comandante del Ejército ucraniano, aseguró que «el enemigo está impulsando activamente su ataque» y que no da síntomas de agotamiento.

Sí es cierto que es probable que en la región de Donetsk se produzca una pausa operativa tras la caída de Avdiivka, lo que no quita que los esfuerzos rusos se centren ahora en otros puntos.

En concreto, hay muchos indicios que indican que la próxima gran batalla tendrá lugar en la región de Zaporiyia por la conquista del núcleo de Robotyne.

La localidad fue la única conquista reseñable de Ucrania durante su pasada contraofensiva en verano. Rusia ha realizado este fin de semana varios ataques, todos rechazados por las fuerzas ucranianas.

La estrategia del Kremlin parece ser la misma que la que se siguió en Bajmuto y en Avdiivka. Consiste en lanzar una oleada masiva tras otra de fuerzas rusas que se van estrellando sucesivamente contra las defensas ucranianas, causando una mortandad enorme en sus propias filas, hasta que, desbordadas y sin municiones, las fuerzas de Kiev terminan por ceder el territorio.

Es, en la práctica, una estrategia de tierra quemada. Las ciudades quedan tan destruidas y sus líneas de comunicación tan machacadas que, en la práctica, esas conquistas no dan ningún beneficio operativo importante a Rusia.

Pero para Moscú, lo importante es seguir avanzando metro a metro para ofrecer a su población un puñado de pírricas victorias, aunque ello implique gobernar sobre montones de cenizas, que es en lo que se han convertido los territorios ucranianos conquistados por las fuerzas de Putin.

Según el análisis del ISW, el fuerte impulso que está experimentando la ofensiva rusa se sostiene, en parte, al retraso de la ayuda occidental a Ucrania y, en particular, al bloqueo de la ayuda estadounidense.

El paquete de ayuda militar de la Unión Europea, por valor de 50.000 millones de euros, es necesario para evitar el colapso ucraniano, pero insuficiente para frenar en seco el avance ruso y poner las bases de una nueva contraofensiva.

Rusia está tratando de aprovechar la ventana de oportunidad ante una Ucrania que, debido a su escasez de municiones, ha reducido significativamente sus ataques de artillería, para lograr nuevos avances en todo el frente.

El alto mando ucraniano confía en que el envío de nuevas unidades a las posiciones defensivas agote las capacidades de las tropas rusas desgastadas tras meses de asedio a Avdiivka, donde habrían perdido 47.000 tropas.

El Kremlin, en cambio, cree que podrá mantener el empuje ante la incapacidad de Ucrania de presentar una resistencia activa por la falta de municiones.


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