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El caso de un notorio traficante irlandés que enfrenta un pedido de extradición a Brasil por el robo de huevos de halcón peregrino llama la atención sobre las muchas estrategias de tráfico de aves que se observan en América Latina, señala InSight Crime en un trabajo publicado en su web.

Jeffrey Lendrum cumple actualmente una sentencia de tres años y un mes en el Reino Unido tras ser detenido en junio de 2018, luego de volar desde Sudáfrica con 19 huevos de aves en peligro de extinción, como buitres, águilas, halcones y milanos, adheridos a su cuerpo, según información de The Telegraph. El valor de su carga de contrabando se estimó en unas 100.000 libras esterlinas (unos US$130.000).

Fiscales en Brasil, de donde escapó mientras estaba en libertad bajo fianza en 2016, están pidiendo su extradición.

Lendrum había sido detenido cuando pretendía abordar un vuelo de São Paulo a Johanesburgo con cuatro huevos de halcón peregrino albino conseguidos ilegalmente en Chile, que se venderían por un valor estimado de US$80.000 en el mercado negro, según información publicada por The Guardian en esa época. Fue sentenciado a cuatro años y medio de prisión en Brasil, pero escapó violando los términos de la fianza.

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Pero aunque las sonadas hazañas de Lendrum han sido material para un libro y numerosos artículos, este personaje es tan solo la punta del iceberg del robo de aves en América Latina, explica InSight Crime.

El 15 de enero, el belga Hugo Conings fue arrestado en el aeropuerto de Lima, cuando pretendía pasar ilegalmente 20 aves vivas en cajas de cartón en un vuelo con destino a Madrid, según un anuncio del Servicio Forestal de Perú. Entre ellos había 18 tangaras, muy apreciadas por su vistoso plumaje, y dos tucanes. Conings podría recibir hasta cinco años de prisión.

Análisis de InSight Crime

La atención de los medios de comunicación sobre el contrabando de aves silvestres de América del Sur se ha concentrado generalmente en los loros, especialmente las guacamayas, una especie de la que se trafican miles de ejemplares cada año. Pero la región enfrenta un panorama más complejo en relación con el tráfico de huevos y aves vivas, del cual son objeto una gran variedad de especies por su plumaje, su velocidad o su capacidad de reproducir melodías.

Un informe publicado en diciembre de 2018 por la red de monitoreo de vida silvestre Traffic y el Fondo Mundial para la Naturaleza (World Wildlife Fund, WWF) halló que el tráfico de huevos en lugar de aves vivas es una opción cada vez más popular en América Latina. Desde 2002 comenzaron a observarse casos de huevos de loros y tucanes en vuelos entre Brasil y Portugal, pero el tráfico ha evolucionado a la par del conocimiento sobre el delito.

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Un reportaje de National Geographic reveló que los traficantes “lavan” los huevos de guacamayas, al introducirlos ilegalmente a Europa en vuelos comerciales, incubarlos y venderlos como si se hubieran criado en cautiverio. El engaño es incluyo mayor, dado que los polluelos nacen en aviarios, son alimentados manualmente y les ponen bandas de metal en las patas para simular el proceso de cría.

La única manera de detectar si un ave nació en cautiverio es realizar una “prueba de paternidad por ADN”, mediante la cual se arrancan algunas plumas y se examinan para ver si las aves realmente tienen el parentesco que declaran los documentos.

Pero los loros no son los únicos objetivos. La trayectoria de Lendrum en la caza furtiva abarca las aves de presa, incluidos los halcones peregrinos. Esta ave, la más veloz de la tierra, pues puede alcanzar velocidades superiores a los 320 kilómetros por hora, es codiciada por los aficionados a la cetrería, con frecuencia en el Medio Oriente. La captura de Lendrum en 2016 en Brasil ocurrió cuando pretendía contrabandear huevos de halcón peregrino tomados originariamente de Chile. Se hizo un intento de repatriar los huevos antes de que salieran del cascarón, pero solo un polluelo sobrevivió y eventualmente fue liberado en la Patagonia, según un reporte de la policía británica.

El contrabando de huevos no ha reemplazado los intentos de robo de aves vivas, como lo muestra el reciente caso en Perú. “El otro gran negocio son las aves cantoras”, explicó Richard Thomas, portavoz de Traffic, en comunicación con InSight Crime.

Las aves cantoras como el semillero pico grueso o el jilguero dorado son sustraídos de su hábitat para ser usados en competencias de aves cantoras.

“La gente apuesta cuántas canciones cantará en una hora, por ejemplo, o cuánto tiempo puede durar cantando”, explicó Thomas. Las competencias de aves cantoras son pasatiempos populares en Guyana y Surinam, comentó, y agregó que la práctica se extendió a comunidades de expatriados en Nueva York y los Países Bajos.

Estos diminutos cantores pueden venderse por entre US$3.000 y US$5.000 por ejemplar en Estados Unidos, según una investigación de The New York Times.

No todo el tráfico de aves sale de la región. El jilguero dorado, por ejemplo, se lleva ilegalmente de Perú a Brasil para competencias de canto.

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“A las especies más pequeñas, como las aves cantoras, no se les ha dado igual prioridad. Se reproducen más rápido y su población se recupera con mayor rapidez”, señaló Thomas. “Pero existen riesgos reales. El jilguero rojo, que suele mantenerse en jaulas, ha sido extirpado en su gran mayoría de su hábitat natural”.

Y aunque la investigación de Traffic y WWE halló que el “tráfico internacional de aves suramericanas se ha reducido a su nivel más bajo en décadas”, este negocio sigue siendo motivo de preocupación importante.

También queda por ver si las sentencias de prisión para individuos como Lendrum en casos de ecotráfico de alto perfil serán un disuasor efectivo.

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