Biden Trump

Joe Biden y Donald Trump amagaban antes de las elecciones con reproducir el cara a cara de hace cuatro años en las urnas, en 2024. Los resultados en las elecciones de mitad de legislatura o «midterm» les permiten a ambos mantener, al menos de palabra, la ilusión de un pulso por la Casa Blanca. Pero los dos viejos adversarios, con matices, parecería que están más cerca con este planteamiento de un sueño que de un escenario al alcance de su mano.

A Biden las elecciones del miércoles le han dado un balón de oxígeno inesperado. El presidente de Estados Unidos reconocía estar preparado para un resultado «difícil» en vísperas de que se abrieran los colegios electorales.

La totalidad de los sondeos anticipaban un derrumbe demoledor para el Partido Demócrata y buena parte de sus candidatos preferían hacer la campaña lejos de él por temor a que les quitara votos.

Eso explica la irrupción en escena de Barak Obama y hasta de Bill Clinton, entregados en la recta final a la misión de tratar de resucitar una formación que, según los pronósticos previos, estaba destinada a caer en picado. Pero, el resultado ha sido bastante diferente.

La hora de la verdad, que es la de los votos, demostró que los estudios demoscópicos andaban más desorientados que el propio Biden. El Partido Demócrata ha resurgido de unas cenizas que no llegaron a producirse. Aunque todavía no esté despejado qué formación se quedará con el control del Senado, la derrota en la Cámara de Representantes, equivalente al Congreso en España, no ha sido la hecatombe que advertían.

Es cierto que perder la mayoría en el Congreso es una derrota, pero ésta no ha sido por KO y Biden y los demócratas pueden todavía sostenerse en el ring de la Casa Blanca y resistir sin sentir que han sufrido una humillación.

Los guarismos precisos tardarán en conocerse como consecuencia del enrevesado sistema electoral estadounidense, pero los republicanos, aunque sea por poco, tendrán las riendas de la Cámara que tiene que aprobar, entre otros asuntos, los presupuestos.

Joe Biden ha mantenido la tendencia histórica de sus antecesores, con la excepción de Ronald Reagan, de perder respaldo pero el fracaso es más que asumible. Eso no evita que si ya venía marcado por el síndrome del «pato cojo», en estos dos años que le quedan la renguera sea mucho más pronunciada y gobernar con un Congreso adverso no será tarea fácil.

Andrew Smith, analista internacional, profesor y jefe de diferentes misiones internacionales de la ONU, describe el panorama que le espera: «Posiblemente se paralizará la investigación de los sucesos del 6 de enero del 2021 (asalto al Capitolio), se enfrentará a investigaciones sobre su gestión por la salida de Afganistán, por las actividades de su hijo Hunter Biden y por casos de corrupción». En resumen, añade: «Tendrá unos dos años de infierno legislativo».

En este contexto parece difícil imaginar a Biden intentar la reelección y a los demócratas permitírselo, pero con lo que tiene por delante, añade, «está obligado a sostener su discurso de la reelección».

El relato es previsible que lo mantenga pero las posibilidades de convertirlo en narrativa verosímil parecen más lejanas por diferentes razones: «Edad, salud, despistes y el desgaste que le espera con un Congreso controlado por los republicanos, al final de su mandato, le va a obligar a admitir que no se presenta».

Con ironía remata: «Si encuentra las medicinas que le resuelvan su problema, Biden podría llegar a ser un candidato aceptable».

En el caso de Donald Trump el escenario es diferente, aunque también complicado. «Va a ser candidato y lo va anunciar el próximo día 15», asegura Smith. La decepción de los resultados ha dejado al trumpismo en una posición incómoda, pero especialmente irritado al expresidente, tras el triunfo arrollador de Ron DeSantis en Florida.

El gobernador, que ha conseguido la reelección con un 60 por ciento aproximado de respaldo, tiene todas las papeletas para convertirse en el elegido de aquellos republicanos que buscan recuperar la Casa Blanca para uno de los suyos y no para un outsider como Trump.

«El expresidente –afirma Andrew Smith– se está convirtiendo en una carga para el partido y el triunfo de DeSantis le dará a éste alas como alternativa».

Dicho esto, falta por ver cómo se recompone el aparato del partido. «Hay que estar preparado –añade– para asistir a una competición muy dura para dilucidar quién va a quedarse con el control del partido, si el ala trumpista o el tradicional republicano».

En este escenario, con segundas vueltas previstas para el 6 de diciembre y el recuento sin finalizar, Jorge Elías, excorresponsal en Washington y actual director del portal de política internacional El Interin.com, pone el dedo en la llaga de la edad: «Hablamos de líderes de una edad media de 80 años» y pronostica: «Tiene que surgir alguien más joven».


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