cuarentena en Wuhan
Ciudad desierta, comercios cerrados y un silencio opresivo horas antes de la noche del Año Nuevo lunar, que este año cayó en el 25 de enero. | Foto AFP/Archivos / Héctor Retamal

De la noche a la mañana, millones de habitantes de Wuhan tuvieron que acostumbrarse a vivir en cuarentena, separados del mundo, sin transportes ni comercios, a veces incluso sin policías.

Pasaron del asombro a la resignación. Entre calles desiertas, hospitales desbordados y farmacias tomadas de asalto, esto es lo que vieron los periodistas de la AFP en los primeros ocho días de cuarentena sin precedentes en esta ciudad para intentar frenar el nuevo coronavirus.

Día 1: Confinamiento

El 22 de enero en la noche, China decidió suspender todos los enlaces aéreos, por carretera y ferroviarios con Wuhan, en un intento por contener una epidemia de coronavirus que apareció en diciembre en un mercado de la ciudad.

El virus ya había matado a 17 personas e infectado a más de 500, la gran mayoría de ellas en Wuhan y su región, mientras que millones de chinos se disponían a reunirse con sus familias con motivo de las vacaciones del Año Nuevo lunar antes de la cuarentena.

Los habitantes quedan aturdidos y la mayoría ni siquiera intenta huir de Wuhan antes de la entrada en vigor de la cuarentena a las 10:00 de la mañana.

Días antes de la cuarentena la mayoría de los habitantes ignoraba la amenaza, pero ahora los pocos que se aventuran a salir a la calle llevan una mascarilla de protección de uso obligatorio.

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La autopista que conduce al centro de la ciudad está vacía, al igual que las calles de la metrópoli de 11 millones de habitantes. La población está enclaustrada en casa, por miedo a contagiarse. | Foto AFP/Archivos / Héctor Retamal

Horas más tarde de la cuarentena, la estación cierra las puertas y la policía obliga a los últimos viajeros a salir.

El aeropuerto de la ciudad, a menudo ruidoso y concurrido, está completamente vacío. Incluso los agentes, que horas antes debían detectar a los viajeros febriles, desertaron antes de la llegada de los últimos aviones.

La autopista que conduce al centro de la ciudad está vacía, al igual que las calles de la metrópoli de 11 millones de habitantes. La población está enclaustrada en casa, por miedo a contagiarse.

Día 2: Año Nuevo arruinado

Ciudad desierta, comercios cerrados y un silencio opresivo horas antes de la noche del Año Nuevo lunar, que este año cayó el 25 de enero.

En el enorme estacionamiento subterráneo de «M Plus», un imponente complejo comercial, solo hay un coche aparcado. Las tiendas están cerradas por la cuarentena.

«Este año, el Año Nuevo es aterrador. La gente no se atreve a salir por el virus», resume un taxista de aproximadamente 40 años de edad que pide mantener el anonimato.

La policía y los guardias privados brillan por su ausencia.

En el sur de la ciudad, en un conjunto de torres de aproximadamente 20 plantas, Wang Yanhong, de 53 años de edad, está encantada de acoger a un equipo de periodistas extranjeros para el Año Nuevo.

Tiene pocas ganas de fiesta. Por culpa de la puesta en cuarentena de la ciudad, su hijo Andy, de 25 años de edad, no pudo visitar a sus padres.

«Es la primera vez que no viene para celebrar el Año Nuevo con nosotros«, cuenta Wang.

Día 3: Año Nuevo… en la farmacia

El templo budista de Guiyuan, al que suelen acudir decenas de miles de chinos para celebrar el Año Nuevo, está cerrado. La policía vela para que nadie se acerque durante la cuarentena.

«Nadie debe ir allí para evitar la propagación del virus«, explica un agente de seguridad a la AFP … sin mascarilla. Es un día gris, frío y lluvioso.

En la ciudad, la tradicional salida de Año Nuevo se limita a pasar por la farmacia, a la que los habitantes acuden con cierta ansiedad. El personal los recibe con un traje de protección completo y doble mascarilla. Ciertos productos, como las pastillas contra la fiebre, están limitados a dos cajas por persona.

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En la ciudad, la tradicional salida de Año Nuevo se limita a pasar por la farmacia, a la que los habitantes acuden con cierta ansiedad. El personal los recibe con un traje de protección completo y doble mascarilla. | Foto AFP/Archivos / Héctor Retamal

En la radio, el ambiente no es festivo para el paso al año de la Rata: los mensajes preventivos recuerdan a los oyentes que deben usar mascarilla. Una canción de estilo rap asegura que los habitantes de Wuhan son lo suficientemente fuertes como para vencer el virus.

Día 4: Hospitales desbordados

En los hospitales visitados por la AFP, los pacientes esperan turno para ver a un médico. La espera es tan larga que algunos trajeron su sillón.

Un hombre, de casi 30 años de edad, con fiebre se prepara para pasar una noche de insomnio hasta ser atendido. «Hace dos días que no duermo y que voy de hospital en hospital», se queja.

Los cuerpos permanecen un día entero antes de ser evacuados, asegura un testigo, que lo califica de película de terror. | Foto AFP/Archivos / Héctor Retamal

Algo inusual, los chinos se acercan espontáneamente a periodistas extranjeros para describir una situación apocalíptica en los hospitales. Los cuerpos permanecen un día entero antes de ser evacuados, asegura un testigo, que lo califica de película de terror.

A casi 20 km del centro de la ciudad, las medidas de cuarentena se aplican al pie de la letra. Ningún vehículo está autorizado a salir de la ciudad. Las enfermeras llamadas para ayudar entran en la zona prohibida por un peaje vigilado, que hace las veces de frontera con el mundo exterior.

Día 5: Un hospital en 10 días

Desde la medianoche, el tráfico no esencial está prohibido. Los taxis son requisados para emergencias.

En los suburbios, cientos de obreros construyen dos hospitales a todo gas.

Las excavadoras y grúas van y vienen sin parar, con el fin de terminar en menos de 10 días un primer establecimiento con capacidad para 1.000 pacientes.

«Hay que apurarse para detener la epidemia«, afirma un obrero, que dice que trabaja nueve horas al día y duerme cerca de la obra.

Los habitantes recibieron la consigna de permanecer en casa, pero algunos, como Zhang Lin, se exponen para ayudar a otros.

Las excavadoras y grúas van y vienen sin parar con el fin de terminar en menos de 10 días un primer establecimiento con capacidad para 1.000 pacientes. | Foto AFP / STR

Junto con otros voluntarios, trasladan en carro de forma gratuita a los enfermos hasta los hospitales.

«Tenemos que tomar las riendas y brindar asistencia«, explica en las afueras de una clínica, mientras espera a un paciente para llevarlo a casa.

Por la noche, a orillas del río Yangtsé, el más largo de China, un festival de luces ilumina de rosa un puente y una torre con cuatro caracteres chinos: «Ánimo, Wuhan».

Día 6: ¿Irse o quedarse?

En el quinto día de confinamiento de Wuhan, varios países preparan la evacuación de sus ciudadanos.

Rémy, un francés radicado en la ciudad desde hace ocho años, es reticente a irse. «Por el momento estamos bien aquí«, dice el joven de 33 años de edad, con una mascarilla azul que le cubre parte de su rostro.

Después del Año Nuevo, algunas tiendas de alimentos abrieron, lo que permite a los habitantes comprar provisiones.

Las autoridades sanitarias informaron a la víspera que el virus es más contagioso que el SRAS, que causó una epidemia mortal en 2002-2003.

Remy opina que no hay motivo para asustarse porque mucha de la información que circula en las redes sociales es falsa.

El joven no sale de su apartamento, al igual que los estudiantes dominicanos con los que habló la AFP, que esperan desesperadamente noticias de su embajada.

El médico Philippe Klein promete abandonar Wuhan solo cuando se haya ido el último francés. «No es un acto heroico, sino reflexivo», aclara.

Día 7: Hotel fantasma

Empleados que se esconden, restaurante cerrado y toma obligatoria de la temperatura: bienvenidos al Marco Polo, uno de los pocos hoteles de Wuhan que no ha cerrado sus puertas.

En cuanto entras, se nota algo raro: la recepción está desierta y el silencio contrasta con los adornos de Año Nuevo.

A causa de la epidemia de coronavirus, el personal del hotel se esconde en cuanto ve a algún cliente. Las comidas solo se sirven en las habitaciones.

«Cuando abrí la puerta, la camarera de piso colocó la bandeja en el suelo y huyó como si hubiera visto un fantasma«, relató un cliente.

A causa de la epidemia de coronavirus, el personal del hotel se esconde en cuanto ve a algún cliente. Las comidas solo se sirven en las habitaciones. | Foto AFP/Archivos / Héctor Retamal

Los clientes deben llevar puesta una mascarilla en el interior del hotel. Y sus salidas ocasionan recelo.

A cada salida y llegada, un guardia toma sistemáticamente la temperatura de los clientes y del personal para detectar una posible neumonía.

«Por debajo de 37,3, está bien. Por encima, tomamos las medidas necesarias», asegura Xiao Fan.

Día 8: La muerte en plena calle

En la acera, no lejos de un hospital, yace el cuerpo de un hombre al que nadie se acerca. Permaneció allí durante más de dos horas, a pesar del trajín de ambulancias llamadas para otras emergencias.

Imposible saber si el hombre murió por el virus. Pero la policía, en traje de protección, toma todo tipo de precauciones antes de acercarse al cuerpo.

El hombre, de aproximadamente 60 años de edad, está tendido de espaldas, con los brazos al lado del cuerpo. Todavía lleva la mascarilla en la cara.

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Imposible saber si el hombre murió por el virus. Pero la policía, en traje de protección, toma todo tipo de precauciones antes de acercarse al cuerpo. | Foto AFP/Archivos / Héctor Retamal

Varios lugareños asustados desaconsejan acercarse a la escena antes de que el cuerpo sea evacuado a un vehículo fúnebre. Poco después se desinfectó el lugar.

«Es terrible. Mucha gente ha muerto en los últimos días«, dice un transeúnte.

Días después, la prensa estatal, citando a la familia, dijo que el hombre, llamado Xie, no murió por el nuevo coronavirus. No especificó la causa del fallecimiento.


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