migrantes venezolanos
Foto MARTIN BERNETTI / AFP)

Cientos de migrantes con niños, la mayoría venezolanos, entraban este jueves a Chile por pasos clandestinos en la frontera con Bolivia, a pesar de que el gobierno chileno anunció que retomará las expulsiones de quienes lleguen al país en forma irregular.

Los migrantes, que buscan ayuda básica y refugio, entran de manera constante durante todo el día por Colchane, localidad rural de poco más de mil habitantes en el altiplano.

Junto con la migración clandestina en este sitio árido y de frío extremo, a más de 3.600 metros de altitud, ha crecido también el negocio de transporte ilegal, así como el precio de acercar a un migrante a las ciudades alcanza hasta 70 dólares por persona, constataron periodistas de la AFP.

«Si alguien me da agua, ya se me pasa todo. Esto es para volverse loco», dijo Xiomara, de 30 años de edad, arrastrando un coche con un bebé tapado con cobijas y abrigos de adultos en una mañana a 2ºC bajo los picos nevados.

Al entrar a Chile, Xiomara caminó hasta una comisaría de Carabineros para «autodenunciarse», como dicen las autoridades. Los nombres de quienes se entregan son incluidos en un registro oficial y eso ayuda a mujeres y niños a ser trasladados 250 km hasta Iquique, la ciudad portuaria del norte de Chile, a más de 1.800 km al norte de Santiago.

«Pero esto nos sobrepasa. Somos más de 100 soldados destacados en este punto fronterizo. Uno controla una parte y pasan otros cientos por otro lado. Este mes ha sido superfuerte, no paran de llegar», dijo a la AFP un militar que pidió no revelar su identidad, apostado cerca de un hito que separa Chile de Bolivia.

Tres carpas de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) dispuestas al lado de la comisaría están repletas de migrantes venezolanos y de otras naciones que duermen allí para evitar el frío extremo de la noche y la mañana. También hay una iglesia que sirve como refugio y organizaciones diversas que ofrecen comida.

Flujo incesante de venezolanos

Por ahora ninguna medida ha frenado el flujo diario de migrantes, mayoritariamente venezolanos, aunque también hay muchos colombianos, sobre todo de Buenaventura, del Valle del Cauca, y algunos dominicanos.

Se echan a caminar desde el altiplano al desierto de Atacama, donde algunos, en grupo, arman barricadas con piedras para pedir agua, dinero o que los acerquen a Iquique, sobre todo a camioneros que pasan por allí.

El Ministerio del Interior anunció el miércoles que retomará las expulsiones de migrantes en situación irregular, como lo hizo a principios de año cuando esta región recibió miles de migrantes sin papeles. En los primeros siete meses de 2021 han cruzado por el norte de Chile 23.673 migrantes, casi 7.000 más que en todo el año pasado.

La imagen de migrantes venezolanos y de otras nacionalidades durmiendo en la calle se repite también en Antofagasta, ciudad minera a 480 km al sur de Iquique, donde el terminal de autobuses está repleto de migrantes esperando juntar los papeles o el dinero que les envían familiares desde otras regiones de Chile para seguir a Santiago.

«¡Esto sí que ha sido duro!», exclamó Rosangela, que espera hace 28 horas juntar los requisitos sanitarios y el dinero que le mandó su hermana para trasladarse a Santiago desde Antofagasta. Hace un mes dejó en Venezuela a su esposo y a dos hijos adolescentes para viajar a Chile y poder hallar un empleo que le permita darles de comer.

«Nos vinimos con 17 niños de brazos, habíamos 48 personas y de las 48 habían 17 niños; entonces una ayudaba a la otra, había una señora embarazada, mucha cosa», contó sobre su periplo desde Maracaibo, en otros tiempos la ciudad petrolera reflejo de la modernidad y desarrollo de Venezuela.


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