'Cleopatra': mitos y realidades

«Odio a la reina; sabe que tengo derecho a hacerlo el garante de sus promesas, Amonio […]. En cuanto a la soberbia de la propia reina cuando estaba en sus jardines del otro lado del Tíber, no puedo recordarla sin gran sufrimiento» (Cic. Att. XV, 15). Así se refería Cicerón a Cleopatra, como «la reina», y parece evidente que el orador de Arpino no le tenía demasiado aprecio a la monarca egipcia. Y tenía motivos para ello: no solo era extranjera, sino que además había sido una pieza clave en la política de César (y lo volvería a ser en las políticas de Antonio), quien había hecho tambalear el orden político tradicional de Roma en el último año.

Como Cicerón, otros eminentes romanos veían en Cleopatra un peligro para Roma, además de la personificación de la tiranía (en el sentido griego del término) y el lujo oriental que amenazaba el sistema político y de valores tradicional de Roma. Para colmo de males era mujer, y en la mentalidad tradicional de Roma, la suma entre poder y sexo femenino era igual a caos. Pero ¿por qué Cleopatra? Otros monarcas «orientales», como el rey gálata Deyótaro, sí eran del gusto de romanos como Cicerón. ¿Por qué Cleopatra no?

‘Cleopatra’: mitos y realidades

Para responder a estas preguntas de complejas respuestas, ahora además que está tan de moda la figura de la reina egipcia en plataformas audiovisuales e, incluso, en la gran pantalla, los interesados podremos recurrir a un libro recién publicado en castellano de la mano de la editorial Desperta Ferro: Cleopatra. Biografía de una reina, del clasicista estadounidense, profesor de la Universidad Estatal de Ohio, Duane W. Roller.

Ante la perspectiva tradicional acerca de la reina egipcia, como la que abanderó Ronald Syme en su conocida obra La revolución romana (1939), Roller afirma que «Cleopatra VII fue una hábil diplomática, comandante naval, dirigente, lingüista y escritora, que administró su reino con habilidad a pesar del progresivo deterioro de la situación política y del creciente intervencionismo romano». En otras palabras, Roller nos presente una figura muy distinta de la que podemos imaginar a raíz de los escritos de Cicerón.

Cuando un poder menor como el de Deyótaro de Galacia (conocido en griego con el sobrenombre de Philoromaios, es decir, «amigo de los romanos») se plegaba a las directrices y designios de Roma, entonces era defendido y alabado por romanos como Cicerón; sin embargo, si ese mismo poder pugnaba de una u otra forma por el mantenimiento de su autonomía e independencia política de Roma, la imagen que de él se construiría sería (en palabras de un eminente romano) «peor que púnica».

«La grande, señora de perfección»

Con el libro de Roller, el lector interesado verá la figura de Cleopatra VII Filopátor, «la grande, señora de perfección, excelente en el consejo», «la diosa, amada de su padre», desde una óptica totalmente nueva, sin la deformación a la que la condenaron sus enemigos políticos.

Así, el autor presenta una abordable biografía de Cleopatra estructurada en nueve capítulos que recogen la información esencial sobre la reina: desde sus antepasados y contexto histórico en el primer capítulo hasta su caída en el 30 a.C. en el capítulo noveno, pasando por momentos clave como el funcionamiento del Egipto ptolemaico en los estertores de este.

Además, Roller se adentra en cuestiones muy poco abordadas para el público general como la erudición y la cultura en la corte de Cleopatra, punto fundamental para entender no solo a «la reina», sino a todo el Egipto helenístico, que fue el faro indiscutible de cultura en el Mediterráneo antiguo.

Las informaciones que han llegado hasta nosotros de Cleopatra, nutridas por personajes que o fueron sus enemigos políticos, como Cicerón, o la utilizaron a posteriori como topos literario de femme fatale desde Augusto hasta el Hollywood de los años 60, como los autores clásicos Plutarco y Suetonio, el dramaturgo de época isabelina William Shakespeare o el cineasta Joseph L. Mankiewicz, están lejos de arrojar una imagen realista de la que, en palabras de Roller, «fue la única mujer de toda la Antigüedad clásica que gobernó por derecho propio (no meramente como sucesora de un esposo fallecido) y lo hizo tratando desesperadamente de preservar y mantener en funcionamiento un reino moribundo en las mismas narices de la abrumadora presión romana». Para contrarrestar dicha influencia viciada ha aparecido esta magnífica obra, digna de ocupar un merecido puesto en toda biblioteca de historia.


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