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Mamá, ¿hoy a qué hora tengo el Zoom del cole?

-Hoy no tienes Zoom, es domingo…

El diálogo se repite, cada tanto, en la casa de Amelia Sanz, licenciada en Relaciones Públicas de 38 años de edad. «Mis hijos no distinguen si es día de semana o fin de semana. Y yo me doy cuenta solo porque el finde no tengo que ocuparme de sus clases por Zoom. Encerrados en casa, los meses pasan volando, y tengo que mirar seguido el calendario para saber en qué día estamos».

Amelia no es la única que debe recurrir a las ayudas externas para saber qué día es. Si hay algo que estos seis meses de aislamiento y confinamiento social han logrado es desarmar esa ajustada red de rutinas y signos que permiten tener conciencia del paso del tiempo. Sin esa suerte de brújula, hoy resulta difícil cuando no imposible acomodar la sucesión de horas, días y semanas en una bitácora personal que conduzca a alguna parte. Con el home office, la escuela virtual y los ratos de ocio totalmente solapados, los límites temporales se han diluido por completo. Así, recomponer la rutina se transformó en un desafío que requiere esfuerzo compartido por todos los integrantes del hogar.

«El confinamiento prolongado inevitablemente desarticula horarios, roles y ritmos biológicos, dañando el funcionamiento del grupo familiar». Así lo advierte el médico psiquiatra y psicoanalista Pedro Horvat.

¿Cómo se hace entonces para surfear el caos temporal sin hundirse en el intento?

«El sentimiento de extrañeza y de cierta confusión en relación con los días fue más notorio en el inicio de la cuarentena, cuando parecía que la vida se había puesto en pausa. Sin embargo, con el correr de las semanas, la reorganización del teletrabajo y de la escuela hizo nuevamente presente nuestra relación con el mundo externo», retoma Horvat.

Sin embargo, la «nueva normalidad» introdujo una dinámica en los horarios de trabajo, escuela y vida social que se caracteriza por límites difusos, solapamiento de actividades y una estructural deficiencia en los recursos (tecnológicos, pedagógicos, hogareños) para afrontar una agenda de conexión 24 x 7 en la que hay un continuo de demandas a las que dar respuesta: trabajo, escuela, hogar, hijos, mayores a cargo… Ante este escenario, cierta desorientación temporal es un síntoma inevitable.

«Claramente la cuarentena trastocó todo -dice Cecilia López Jándula, empleada administrativa de 45 años-. Antes de todo esto yo tenía una rutina muy organizada, con límites marcados entre las horas dedicadas a lo laboral y a la vida personal y el ocio. A las 8 dejaba a mis hijos en el colegio, trabajaba en la oficina de 9 a 18, entrenaba de 19 a 20 y los fines de semana los dedicaba al esparcimiento y la vida social. En cuarentena todos esos límites se disolvieron: se extendieron las horas laborales, se suspendió la vida social y hasta el ocio, después de tanto tiempo encerrados, empezó a perder su sentido de bajar un cambio».

La progresiva vuelta a las actividades -laborales, escolares- que se dio luego de las primeras semanas en las que la vida se acogió al toque de queda sanitario comenzó a sumar (y no restar) más desafíos. «En un principio intenté mantener un orden similar al habitual. Hasta que me encontré con que disponíamos de dos computadoras para tres personas. Una debe mantenerse conectada en horarios establecidos debido a que trabaja en sistemas, la otra debe cumplir con los Zoom de la facu y quedaba yo, que por ser productora de seguros y mandataria del automotor me puedo acomodar…¡Error! Hoy mientras hago un estofado contesto mails», cuenta Andrea Russo, de 52 años, que trabaja en horarios inusuales (generalmente nocturnos) y ha tenido que mover su rutina de ejercicio a su anterior horario de almuerzo.

«Hoy la gente que hace home office esta entrenando entre las 12 y 16 horas, horarios en los que antes no había clases y hasta algunos gimnasios cerraban», recuerda Nicolás Acuña (@nico_acuna), coach de crossfit.

El trastocamiento de los horarios de ocio se verifica incluso en bares y restaurantes, cuyos horarios pico hoy son otros «De un tiempo hasta acá, la gente sale distintos días de la semana y ya no solo los fines de semana.

Nos pasa tener todo reservado un lunes o un martes, incluso en horarios más tempranos a los habituales para un bar», cuenta Sebastián Atienza, bartender de 3 Monos, en Palermo.

Tiempo a desfragmentar

La necesidad de dar respuesta a demandas laborales en horarios inusuales y cada vez más extensos, sumada entre los que tienen hijos en edad escolar a las clases virtuales, reconfigura (o desconfigura) la vida de ocio y de relación: sus tiempos, sus modalidades, incluso su mera existencia.

«En esta cuarentena, no es una sensación sino un hecho concreto el que se han solapado los horarios de laburo y tiempo libre. Y se rompió la división entre semana y fin de semana -afirma Martín Iuspa, empleado administrativo contable de 46 años y papá de Federica y Eugenia, de 10 y 6-. Hoy la semana se parece a un disco rígido antes de ser desfragmentado: se ve todo azul, que es el horario de trabajo, y en medio aparecen manchones en rojo, que es el tiempo libre».

Su horario de oficina, de 9 a 18, se convirtió en un continuo que empieza a las 6 de la mañana -«a esa hora tengo computadora y ancho de banda disponible»-, transcurre durante el día mezclados con las actividades de sus hijas -que incluyen salir a andar en bici o ir a visitar a la distancia a los abuelos-, y tiene un supuesto fin a las 19.30, cuando Martín se pone a preparar la cena. Pero no es raro que tenga que atender mensajes laborales a las 9, las 11 o incluso retomar algún pendiente pasada la medianoche.

 

La necesidad de reconfigurar alguna suerte de brújula para atravesar el tiempo enfrenta factores impensados: «En muchos casos, la desaparición de distancias que había que recorrer para ir de un lugar a otro hace que se disuelva la delimitación temporal, lo que hace las veces de reloj -advierte Juan Pinetta, psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA)-. Es algo que se percibe bastante, más allá de las adaptaciones laborales y de estudio online, y ni hablar del ocio que para muchos significó pasar de jugar a la pelota con amigos a enclaustrarse 24/7 con juegos en línea».

«Un ejemplo de estas complicaciones es el que podríamos llamar «el caso PlayStation», que se repite en casas con adolescentes -apunta el psiquiatra Pedro Horvat-. Privados de la posibilidad de encuentros sociales, muchos jóvenes se reúnen en los juegos en red, que no solo les permiten jugar, sino además reírse, compartir y hablar entre ellos. Pero por el desdibujamiento de límites y horarios mencionado, las partidas se extienden hasta las 6 de la mañana entre risas y exclamaciones.

Para los padres ya la noche había empezado mal: presionados por las demandas del home office, la cena se sirvió más tarde de lo acostumbrado. Agotados, se acostaron esperando que una serie los distraiga. Sin diálogo entre ellos, sin caricias».

«El encierro ha traído aparejada la vivencia de un tipo de temporalidad particular, distinta de la regulada por el reloj», sintetiza María Fernanda Rivas, psicoanalista especialista en niños y adolescentes: «Se han enlentecido los ritmos y desorganizado las rutinas. A veces confundimos el día de la semana en el que estamos, o hasta incluso el mes»,

Eso le sucede más de lo deseable a Denisse Rodríguez, especialista en mejora de procesos financieros de 32 años: «De lunes a viernes, a veces me confundo en qué día estoy -cuenta-. La confusión por estar tan metida en una reunión virtual, por ejemplo, me ha hecho tener que preguntar a mis interlocutores: «¿hoy es lunes o martes?». Me pierdo a veces en los días y cuando pasamos de un mes a otro me queda sonando el mes anterior.»

Este desdibujamiento de horarios y rutinas genera una cuota no menor de sufrimiento emocional: «No diría que lo que se repite es que «todos los días son iguales», sino una reiterada impotencia en un poder hacer con el tiempo, de ser artífice del tiempo -señala Pinetta-. En psicoanálisis hay algo que llamamos estasis libidinal, que es la acumulación de libido no liberada, estancada, y que provoca efectos de cansancio y una suerte de resignación psíquica y física de la cual cuesta mucho salir. Por todo esto es comprensible (más allá de lo justificable o no) que muchas personas tiendan a romper la cuarentena en diferentes grados, ya que el enclaustramiento social y ambiental resulta enloquecedor».

Modelos para (re) armar

«En cuarentena, observamos que la gente al estar más conectada consigo misma está ya haciendo balances, reflexionando sobre sus prioridades, pensando cómo continuar y planificar a futuro, eventualmente cómo reinventarse», comenta Laura Orsi, médica psicoanalista de APA. En ese reinventarse, un paso fundamental es recuperar una dinámica de funcionamiento que nos permita operar sobre el paso del tiempo,

«Al principio de la cuarentena fue todo demasiado relajado: de levantarnos a las 6.30 para que los chicos entren al colegio pasamos a levantarnos a las 9 y los chicos seguían de largo. Lo mismo que para ir a acostarnos, que nos íbamos a dormir a las 2 de la mañana. El ritmo era insostenible. Por eso nos propusimos volver a levantarnos temprano y a cenar a las 8 u 8.30 de la noche. Eso nos ordenó un poco», cuenta Amelia Sanz.

«Es muy importante que niños y adolescentes mantengan las rutinas y hábitos saludables, y si las perdieron volverlas a implementar, ya que los organiza y les genera más estabilidad emocional -recomienda la pediatra Alejandra Olivieri, consultora del Comité de Familia y Salud Mental de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP)-. También es muy importante que continúen con los lazos afectivos, manteniendo las medidas de protección.»

«Planifico una vez a la semana visitar a mi madre, organizarla con sus cosas, y eso ayuda a ordenarme fuera de lo laboral -cuenta Andrea Russo-. Además, ahora que el encierro no es tan estricto, puedo organizar visitas a los clientes y de esa forma volver a entrar al engranaje. Siento la mayoría de las veces que es igual un jueves o un domingo hasta que me acomodo con los horarios del resto de la familia que si los pudieron organizar».

Para Cecilia López Jándula, un elemento fundamental para recuperar alguna forma de organización es la actividad física. «Lo más difícil de la cuarentena fue perder mi rutina de entrenamiento. Siempre hice mucho deporte, pero dejar esa intensidad y regularidad a la que estaba acostumbrada, sumado a tener que entrenar en casa a través de una aplicación fue súper desafiante y desmotivador. Por eso, cuando permitieron salir a correr, no lo dudé».

«En este tiempo continuo que estamos viviendo con angustia e incertidumbre es importante ser creativos y flexibles», concluye Laura Orsi.

Producción de Marysol Antón

 


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