reloj de Sol

Esta Nochevieja una incógnita se planteaba en la sobremesa esperando las doce uvas. ¿Por qué el reloj de Sol tiene el número 4 como IIII en vez de IV tal y como establecieron los romanos? Para resolver esta ecuación hay remontarse a los cimientos de esta enumeración que se apoya en la cultura etrusca.

Este antiguo sistema sumaba cada símbolo al anterior, y mientras que los etruscos expresaban el número 4 como IIII, los romanos innovaron el sistema y establecieron la forma IV.

Aunque la escritura IIII duró durante gran parte del periodo de la Antigua Roma, la mitología y la superstición hizo que se cambiara este sistema de numeración.

Las letras IV coincidían con las primeras letras de Júpiter, Iupiter en latín, dios supremo de los romanos. Esta relación blasfemaba y llevó a que se evitara al comienzo de la cultura la forma etrusca de IIII.

Por su parte, el Instituto Británico de Relojería sostiene que la preferencia de IIII se basa en motivos estéticos y que no dé a confusión, ya que IV puede confundirse con el seis (VI).

Además, alegan que la disposición de estos cuatro caracteres crea simetría con el VIII, situado en el lado opuesto de la esfera del reloj.

Otra teoría, es que Henry de Vick, un relojero de 1.370, hizo un reloj para la torre del Palacio Real en Francia. El rey Carlos V le dijo que no le gustaba como quedaba el IV y el relojero le dijo que es que era así. A lo que le respondió el monarca «el rey nunca se equivoca» e instauró el IIII.

Reloj de Sol

La historia del reloj de Sol se remonta al s. XIX, cuando los madrileños estaban acostumbrados a mirar la hora en el reloj de la Iglesia del Buen Suceso, situada en la actual tienda de Apple de la plaza de la Puerta del Sol.

Tras derruir el templo, los transeúntes se quedaron sin una referencia horaria lo que impulsó la colocación de un reloj de tres esferas en la parte superior del Edificio de Gobernación fabricado por Tomás de Miguel.

Ante la inexactitud de esta máquina, se decidió contactar con un relojero de elevado prestigio, José Rodríguez Losada, quien tuvo que abandonar el país por sus ideologías políticas. En uno de sus viajes de vuelta a su tierra natal, Rodríguez prometió que construiría una máquina nueva para culminar la plaza.

Tres años después de esta visita, el relojero regaló el reloj al Ayuntamiento de Madrid y el 19 de noviembre de 1866 sería inaugurado en la plaza por la Reina Isabel II como conmemoración de su cumpleaños. En 1928 sufrió el desprendimiento de una de sus pesas que llegó a traspasar el suelo hasta llegar al despacho del Gobernador.

Esta histórica máquina fue fabricada en Inglaterra por el lugar de residencia de su artesano. La precisión de esta es tal que tras 158 años, solo se atrasa cuatro segundos al mes. Su mecanismo es algo complejo, cientos de ruedas dentadas componen el motor que despide cada año.


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