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Con el avance de la tecnología, cada vez son más los niños, e incluso los bebés, que están en contacto con las pantallas de celulares, tablets y laptops. Los padres deben tener presente los daños a la salud que pueden ocasionar esos artefactos antes de permitir que sus hijos pasen tanto tiempo usándolos.

El daño de teléfonos inteligentes y otras pantallas es particularmente agudo en los bebés, cuyos cerebros se encuentran en desarrollo. Los primeros tres años del niño representan un período crítico para el desarrollo cerebral. La manera en que crece el cerebro durante esos años se convierte en la base permanente sobre la que se apoyará el aprendizaje.

La capacidad de focalizarse, concentrarse, prestar atención sentir las actitudes de otras personas y comunicarse con ellas, de construir un vocabulario extenso, son  capacidades que  resultan dañadas por falta de interacción humana y el uso excesivo de pantallas.

Al igual que en los bebés y los niños en crecimiento, el uso excesivo de las pantallas también tiene efectos negativos en los adolescentes. Si bien los niños mayores no experimentan la misma intensidad de desarrollo cerebral como los bebés, los cerebros de los niños y los adolescentes continúan desarrollándose y pueden verse dañados por el uso excesivo de los teléfonos inteligentes.

La corteza prefrontal, necesaria para interpretar las emociones y enfocarse en las tareas resulta dañada por el uso excesivo de celulares y pantallas. Esa parte del cerebro no se desarrolla por completo hasta mediados de los 20 años, y el uso excesivo de teléfonos inteligentes puede interponerse en el camino.

Durante la adolescencia es importante entrenar la corteza prefrontal para que no se distraiga con facilidad. Los jóvenes están constantemente distraídos y también son menos sensibles a las emociones de los demás, aspectos que se incrementan con el uso indiscriminado de la tecnología.

Estrategias para el cambio

1. Limitar el uso de teléfonos inteligentes y otras tecnologías no resulta sencillo, pero es posible.

2. Fijar cada día un período en el que estarán sin teléfonos. Por ejemplo, todos los días de 8:00 am a 12:00 m estar desconectados de las pantallas.

3. Educar con el ejemplo. Es difícil decirles a los hijos que limiten el uso de teléfonos inteligentes cuando los padres también se encuentran apegados a los dispositivos. Se recomienda que se trate de fijar un tiempo para que se reúna la familia, sin teléfonos. Esto puede generar mayor interacción cara a cara y desarrollar la  empatía emocional, que falta en una comunicación basada en los teléfonos inteligentes.


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