Se pueden utilizar muchas cremas hidratantes, aguas micelares y más cosméticos con la finalidad de que la limpieza del rostro sea lo más completa. Sin embargo, se deja de lado la temperatura del agua con la que diariamente se inicia dicha rutina.

Mucho se conoce sobre la temperatura de agua recomendada para lavar el cabello (tibia en el proceso y fría al terminar), por lo que se puede intuir que lo mismo pasa con el rostro. Claro que a diferencia del cabello, el cutis no reacciona igual al agua caliente, tibia y fría.

Marta Barrero, experta en dermocosmética, afirma a Vogue España que lo ideal es lavarse el rostro con agua tibia, fría o fresca. Se debe evitar hacerlo con agua caliente. Si se prefiere el agua caliente, es bueno hacer contrastes para relajar la musculatura y estimular la circulación.

¿Por qué no agua caliente?

Las altas temperaturas deben evitarse, pero sí hay momentos en que se puede usar sin problema alguno. Por ejemplo, al desmaquillarse, ya que el agua fría endurece el maquillaje, haciendo más complicado que salga rápido.

Del mismo modo se puede usar cuando se dilatan los poros para extraer puntos negros o antes de eliminar el vello facial. En estos casos, el agua caliente facilitará el proceso.

Los beneficios del agua fría

Ayuda a estimular la circulación, el metabolismo, elimina mejor las toxinas, previene el acné, tonifica el rostro y reduce la hinchazón del contorno de los ojos. Barrero afirma que esta es la clave para que el rostro se vea saludable.


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