Voy a ser absolutamente sincera: nunca había entrado a un sex shop, hasta que el jueves 23 de enero me encontré rodeada de un mundo rojo, con formas particulares, algunas más perturbadoras que otras, con colores para todos los gustos, con juguetes, lencería, lubricantes, aceites y todo un universo que, si aún no lo experimentaron, seguro no imaginan su diversidad.

Estuve en Boutique Erótica, un sex shop en Montevideo, durante una hora. En ese tiempo entraron cuatro personas. El lugar está abierto, entre semana, desde las nueve y media de la mañana hasta las ocho de la noche. Los sábados está hasta las siete y media. En promedio entran 25 personas por día: de todos los géneros, de todas las edades, de cualquier orientación sexual.

Algunas van decididas, jugadas, saben lo que quieren, lo que buscan. Otras van tímidas, se esconden cuando hay más gente, otras van a contar un problema y a buscar soluciones; algunas se animan a experimentar y otras son convencionales; van solas, van de a dos; algunas la tienen clara y otras hacen preguntas insólitas. Todo puede pasar en un sex shop, incluso comprar una muñeca de silicona que sale $ 150 mil o una inflable solo para tener algo con forma humana para poder abrazar por las noches.

Jóvenes y personas mayores (¿por qué pensamos que no tienen relaciones sexuales?), hombres y mujeres van indistintamente. La diferencia, dice Lorena Castellán, encargada de Boutique Erótica, es que las mujeres son más genuinas, mientras que “los hombres suelen decir que es para un amigo”.

Lo cierto es que el sexo es cada vez menos un tabú, la educación sexual es cada vez más constante, estamos empezando a llamar a las cosas por su nombre (a acostumbrar a los niños y niñas a hablar de la vagina o la vulva en vez de ponerle apodos extraños y sin sentido, digamos) y las mujeres, en esta revolución de los feminismos que se están haciendo escuchar más que nunca, estamos entendiendo que el placer no tiene nada que ver con la concepción con la que crecimos, esa que entiende que nosotras debemos responder al deseo sexual “infinito” de los hombres y hacer todo para satisfacerlos. Construcciones, construcciones y más construcciones.

En este contexto, cuenta Lorena, desde hace cinco años todos esos cambios o tendencias se hicieron visibles en las siete sucursales que tienen en Montevideo y Maldonado. “Ahora viene un público más joven que antes no se veía demasiado. Personas entre 18 y 25 años que se animan mucho más”, dice.

Yo, Soledad, tengo 26 y ese jueves 23 de enero fue mi primera vez. Fui para escribir este texto. También por curiosidad. Y también porque de otra forma no sé si algún día me hubiese animado a ir por mi cuenta. Quizás sí, pero seguramente lo hubiese hecho en otro país. Prejuicios, prejuicios y más prejuicios (que estoy intentando abandonar).

Este texto está en primera persona porque de otra forma sería imposible transferir a esta página la experiencia de recorrer la sucursal central de Boutique Erótica con Lorena —que hace 10 años trabaja allí— y las instrucciones detalladas y precisas de qué era y en qué consistía cada juguete o accesorio en ese mundo erótico en el que el placer parecía ser la causa y consecuencia de cada rincón.

Pornográfico

Era un jueves a las dos y media de la tarde. El Centro de Montevideo se estaba preparando para el desfile de Carnaval que sería esa noche por 18 de Julio.

Sobre la Avenida Uruguay que hace esquina con la calle Cuareim, exactamente en el número 1194, un local rojo resalta entre los edificios de alrededor, más pacatos, más grises. No creo que alguien pueda ser indiferente a semejante llamado de atención: “Somos cómplices de tus fantasías. El camino a la felicidad pasa por…”, dice con letras rojas, al lado de la imagen de una mujer y un hombre con el torso desnudo que miran a la cámara como diciendo “vení, entrá, animate”. Y un poco más abajo, más sutil, “Boutique Erótica. Sex Shop”. Y aún más sutil: “Juguetes para adultos, lencería sensual, cosmética, afrodisíacos, DVD”. Hay una vidriera con dos maniquíes poco sugerentes y algunos juguetes. También hay una imagen gigante de dos chicas cerca, muy cerca, con un corazón de arcoíris.

Cuando entré no había nadie. Respiré aliviada. Imaginé, por unos segundos antes de abrir la puerta roja que no permite ver hacia el interior, que justo me iba a encontrar con alguien conocido y no iba a poder disimular la incomodidad.

El local está dividido en dos. En la parte más visible, con la primera que se encuentran las personas al entrar, tiene las cosas más tranquilas, menos sugerentes. Están, por ejemplo, los artículos de cosmética: aceite para masajes, lubricantes comunes, lubricantes para clítoris, lubricantes con sabores, lubricantes con efecto de calor y de frío y otros que no retuve. Son, de verdad, muchos. Entre ellos, dice Lorena, el más requerido es uno que tiene efecto vibrador y sale $1.699.

También están exhibidos algunos vibradores de todos los colores y tamaños, a pila, con entrada USB, de silicona, de plástico, de distintas formas y con distintos niveles de vibración. El más barato es uno de plástico, que sale $ 799. De ahí para arriba.

Uno de los preferidos en este momento, cuenta Lorena, son los anillos, un juguete que se coloca en el pene y además tiene un vibrador. Es, sí o sí, para utilizar en pareja. Los anillos van desde $ 399 hasta $ 20.000. Sí. Leyó bien.

Antes de seguir con el tour entra un señor de traje gris. Tiene, seguro, entre 45 y 50 años de edad. Pide un lubricante con estimulador. Después, casi al mismo tiempo, otro. De camisa celeste, morral negro de cuero y peinado hacia atrás pide un partner, un vibrador con algunas cualidades particulares.

“Ahora vení por acá”, me dice Lorena. Atravesamos un pasillo pequeño en donde hay algunos DVDs de películas porno que, en general, compran las personas que no quieren dejar ninguna evidencia en sus computadoras o celulares. Después del pasillo… wow. Es, literalmente, otro universo en el que todo es explícito, absolutamente explícito. Lo primero que se ve es una pared entera, repleta y hasta hiperbólica de penes de silicona de diversos colores (casi todos imitan los tonos de la piel), formas y todos los tamaños que su cabeza pueda concebir. Son vibradores y consoladores, aunque, dice Lorena, ella prefiere decirles dildos, en inglés, porque “la verdad es que no son un consuelo”.

También hay algunos juguetes extraños como uno con forma de taladro, hay lencería tanto para hombres como para mujeres y hay una mesa. “Esta es la sección BDSM”. No entiendo y Lorena amplía: “Es una sigla que combina las iniciales de las palabras Bondage, Dominación, Sadismo y Masoquismo. Pero nosotros no vendemos nada que pueda lastimar”. Digo “ah, mirá”, mientras me muestra un cinto negro que se transforma en esposas, un látigo rojo y una especie de espátula (perdón por la metáfora) que de un lado es de cuero y del otro de una tela suave. Digo “wow” y le agradezco a Lorena por la visita guiada. “Volvé cuando quieras”, me responde.

Me voy. Camino tres cuadras, vuelvo a sacar la libreta en la que anoté todas las explicaciones y escribo, aún con la retina llena, las líneas con las que iba a empezar este texto: es una experiencia pornográfica. Lo “prohibido”, lo censurado, lo que está oculto, en este lugar está expuesto en las vitrinas.

Más educación sexual, más apertura

Lorena Castellán trabaja en Boutique Erótica desde su apertura, hace 10 años. Dice que hace al menos cinco años hay una mayor apertura a la experimentación del sexo y cree que es por los avances en la educación sexual.

El empoderamiento de las mujeres es real. Y en el sexo también se nota. En una charla TEDx, la terapeuta sexual colombiana Camila Barrera dijo: “Somos los único primates que no tenemos nuestra libido ligada a nuestro ciclo fértil y eso nos hace unos seres con un disfrute infinito. Somos seres inherentes al placer. Sin embargo, la sexualidad se nos ha convertido en una carga. Por un lado para los hombres con un ideal impuesto de Súperman en el que su deseo es infinito y su erección tiene que demostrarlo. Y, por el otro, para las mujeres, un lugar poco común, desconocido (…) en esta sociedad patriarcal, el cuerpo de la mujer ha sido por tradición, territorio del hombre”.

Hay varios libros, páginas y cuentas de Instagram para hablar y leer sobre sexualidad. Uno de los más actuales es, quizás, Sexo ATR (Planeta), de Cecilia Ce, argentina, que también se transformó en una influencer de las redes con sus videos con explicaciones sobre diversos temas.


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