OVNI
Foto: Pixabay

Mauricio Gnecco era apenas un niño cuando sintió intriga por la aparición de una luz inusual en el cielo, era inmensa y resplandeciente, no dejaba de perseguirla con su mirada. La veía desde la bella hacienda llamada Casateja, en la vereda Tocarema, en límites entre Anolaima y Cachipay (Cundinamarca).

Ese día, un 4 de julio de 1969, a las 7:00 pm, esa luz le cambió la vida de manera radical en un parpadeo. Desde hacía un par de noches había llegado con su tía Rosa, acompañado por otros nueve niños desde Bogotá. Todos familiares, para pasar la época de vacaciones en ese lugar, donde se producía mora y leche.

La finca era propiedad de Arcesio Bermúdez, primo de Rosa y quien con su hermana Lucrecia atendía con cordialidad a sus huéspedes. Entre ellos al entonces Mauricio, de 13 años.

Los niños más pequeños pasaban las tardes jugando dentro de la casa, pero los grandes salían y se fascinaban con el atardecer. En ese terreno no había luz eléctrica y, generalmente, se divisaba sin problema a las estrellas en la noche. Un espectáculo que para ellos era mágico. Más aún cuando la misión Apolo 11, con la cual el hombre llegaría a la Luna, estaba a punto de comenzar.

“Después de un rato no sonó nada y volví a mirar que la lucecita estaba más grande y se le veía movimiento, lento, pero había movimiento. Seguíamos esperando el sonido pero no se escuchaba nada, el movimiento continuaba y ya la luz estaba era en el occidente”, recuerda Mauricio.

Los niños siguieron atentos al movimiento del supuesto avión, pues ya tenían dudas de qué era eso que estaban viendo. Mauricio llevaba en sus manos una linterna para evitar tropiezos con alguna piedra. Cuando la levantó para iluminar el sitio coincidió que aquella luz que sobrevolaba la zona se dirigió a la dirección donde estaban sus tres primos y él.

“Se vino de frente, tan de frente que quedamos súpitos”, cuenta Mauricio.

Los gritos de los primos se escucharon por todos los alrededores: “vengan, tía Rosa, papá y mamá Garza (como llamaban a Arcesio y a su hermana Lucrecia), vengan”.

El ruido generado por los niños llamó de inmediato la atención de los tres adultos y los otros seis niños, quienes salieron de la casa para ver cuál era el escándalo por parte de los pequeños.

Suspendido en el aire y a unos 12 metros de altura frente a unos nogales al lado de la casa, las 13 personas dicen que vieron un objeto del tamaño de un carro y de forma esférica. Su exterior era particularmente lumínico, casi de un color ámbar que no proyectaba sombra alguna.

Por un par de minutos quienes estaban allí quedaron inmóviles y al reaccionar la tía Rosa empezó a entrar a los más pequeños. Arcesio estaba cerca de los cuatro primos mayores. Luego, relatan que el objeto comenzó a moverse lentamente con dirección al norte y su vista quedaba interrumpida por los árboles.

Mauricio recuerda que Arcesio, intentado ver el objeto con claridad, corrió entre los cultivos de mora de la finca, seguido un poco más lejos por Mauricio, Enrique, Marina y Andrés, quienes salieron con dirección a una ladera que era la parte más alta de la propiedad, para llegar al potrero a donde se dirigió la esfera luminosa.

En ese recorrido lo único que escuchaba era a las vacas mugir, a las gallinas cacarear y a los perros ladrar. También recuerda que Pepe, un mico que estaba amarrado con cadena, brincaba de un lado al otro, intentando huir del lugar, pero sin poderlo hacer.

“Cuando nosotros llegamos a la parte del potrero detrás de la casa, unos 50 metros más allá, nos encontramos que abajo Arcesio y el objeto estaban uno frente al otro”, dice Mauricio.

El aparato había descendido y estaba prácticamente rozando el suelo, Arcesio estaba a escasos 11 metros de distancia. Exactamente fueron cuatro minutos en los cuales quedaron frente a frente, cuando Mauricio logró ver una escena que ahora, 50 años después, le parece de la ‘Guerra de las Galaxias’.

“Nos quedamos 4 minutos observando, el objeto empezó a elevarse verticalmente 30 metros sobre nuestras cabezas y tal como se ve en una película de ciencia ficción, con un chisguete de luz hizo ‘shup’ y desapareció. De la nave nunca descendió algo o alguien”, dice Mauricio.

Días de trance

Esa noche no había quién diera explicación de lo que acababa de ocurrir, todo había pasado en un lapso de 14 minutos. Arcesio y los niños mayores se fueron rumbo a la casa, donde encontraron el desconcierto de las otras personas.

Todos los niños organizaron en la sala de la casa sus colchones, uno al lado del otro, pues el susto que acababan de sentir era bárbaro. Nadie durmió durante esa noche y tampoco habían ganas de hablar, solo querían que llegara la mañana para salir corriendo de ese lugar.

Al día siguiente, el carro de la mamá de Mauricio llegó a la finca para retornar a los niños hacia Bogotá. La tía Rosita y los primos fueron a buscar a Arcesio para despedirse y agradecer su hospitalidad. Su hermana Lucrecia les manifestó que no se había levantado debido a que amaneció enfermo. Decía tener escalofríos, recuerda Mauricio.

Ninguno de los niños podía dar razón a sus padres del estado de nerviosismo en el cual se encontraban. Mauricio cuenta que su mamá no entendía lo que les estaba pasando; hasta que tres días después una llamada pondría en alerta a toda la familia.

De la hacienda Casateja, Lucrecia llamó a decir que necesitaban que el carro volviera para trasladar a Arcesio, de apenas 53 años. Lo llevarían a un hospital en Bogotá, pues su estado de salud era complicado.

El misterio de Arcesio

Desde el momento cuando se encontró de frente con el objeto luminoso, Mauricio dice que Arcesio no había podido levantarse de su cama por el desvanecimiento y frío que decía tener. El hombre, quien era soltero, pasaba sus días entre la finca y Bogotá, de donde era originario, y los vecinos de la vereda lo recuerdan como una persona amable, que siempre andaba con sus botas de caucho y su gran bigote era la característica física que lo identificaba.

A su traslado a Bogotá, el hombre fue dejado en su casa, hasta donde llegaron médicos a examinarlo de urgencia. A las pocas horas de llegar allí, Arcesio falleció sin que se le conociera alguna enfermedad. Los galenos de la época no sabrían dar una respuesta que explicara la baja temperatura que tenía el cuerpo.

Para Germán Puerta, experto en astronomía y estudioso del caso de Arcesio, lo que pasó en Anolaima es un hito en el análisis de OVNI en el mundo; y las pruebas de lo que pasó son evidentes. Sin embargo, la sorpresiva muerte del hombre pudo ser coincidencia. Como que algún insecto en la zona le hubiese provocado una infección o desconociera alguna enfermedad que estuviera padeciendo.

La familia, evidentemente compungida por el deceso de Arcesio, no hallaba tampoco razones. Era un hombre vigoroso, por lo que Mauricio recuerda que Lucrecia dijo frente a los médicos: “pudo haber sido el bicho ese que apareció en la finca”.

El argumento dejó perplejos a los médicos, quienes pidieron más información sobre lo ocurrido, pero los únicos testigos eran los cuatro primos que vieron frente a frente a Arcesio con el objeto luminoso.

Este caso fue seguido durante una semana por los distintos medios impresos de la época, El Tiempo en su momento tituló el caso como ‘Extraño objeto fue visto en Anolaima’, haciendo alusión a un supuesto “platillo volador”. También, El Espectador reseñó en sus páginas: ‘13 personas ven ‘platillos’ en Anolaima’.

El doctor César Esmeral, quien fue ministro de Salud, le dijo en esa época a este medio que fue llamado de último momento a la casa de los Bermúdez y halló a Arcesio en “estado pre-agónico”. Durante su examen “había una cosa que no era normal en su enfermedad: la temperatura”, se lee en el diagnóstico que entregó el galeno.

Esmeral anotó que Arcesio “tenía una temperatura demasiado baja” y agregó: “por lo demás diagnostiqué una gastroenteritis, sufría un vómito y una diarrea excesivos. También tenía afectado el corazón: pericarditis”.

Mauricio se sometió a unas terapias hipnóticas con los galenos que atendieron el deceso de Arcesio. Entre ellos el sofrólogo Luis Martínez García, a ellos les describió lo que había visto y en una especie de regresión dibujó lo que observó días atrás. Además, fue llevado con sus primos Enrique, Marina y Andrés nuevamente a la finca Casateja a recorrer cada uno de los pasos que dio durante la aparición del OVNI.

“Este suceso es fuera de lo común, fue un objeto que vuela, pero no es avión, no suena y creo que accidentalmente mata. Ese objeto nunca tenía la intención de hacerle daño a Arcesio”, reflexiona Mauricio.

El misterio sobre la muerte de Arcesio no acabó allí. Científicos pidieron permiso a la familia para realizar la exhumación del cadáver, el cual descansaba en el Cementerio Central de Bogotá, pero esa solicitud no fue concedida por sus allegados, quienes querían que estuviera tranquilo y en paz.

Aquellas sesiones de hipnosis a los niños –las cuales fueron seguidas por EL TIEMPO en su momento- también estuvieron acompañadas por los agentes John Simon y Elias Wessim, de la Organización de Investigación de Fenómenos Aéreos (APRO, por sus siglas en inglés), una entidad que estaría vinculada al Proyecto Libro Azul, un informe en el cual se realizaron estudios sobre OVNI por parte de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos.

Mauricio recuerda con claridad que luego de ser interrogado por agentes de la APRO, ellos dijeron en inglés: “Where is the body?» (¿Dónde está el cuerpo?).

A los 6 años, cuando el cuerpo debía ser exhumado para trasladar los restos a un osario, los hermanos de Arcesio Bermúdez llegaron a cumplir esa cita, al abrir el ataúd la sorpresa fue todavía mayor a los acontecimientos que habían pasado antes, pues no se halló el cuerpo del difunto. Ahora quienes se preguntaban dónde estaba el cuerpo eran los propios familiares.

En el Cementerio Central nadie daba razón de qué pudo pasar con el cadáver del hombre. Tanto la explicación de su deceso como la desaparición de sus restos son incógnitas para sus allegados, científicos y ufólogos.

Para Mauricio, el deceso de Arcesio puede tener explicación en las ondas que irradió el objeto luminoso o a que inconscientemente, ante semejante acontecimiento, algo se hubiese despertado en él, pues lo que ocurrió desata cualquier tipo de situaciones insospechadas que remueven cada molécula del cuerpo.

Sobre el posible paradero de los restos se han abierto todo tipo de especulaciones, desde que la Nasa vino a buscar el cuerpo para estudiarlo o que extraterrestres se llevaron el cadáver, una explicación que para el mismo Mauricio parecería descabellada. Lo cierto es que nadie conoce a ciencia cierta lo que le ocurrió y entre los estudiosos del tema, tras 50 años, buscan que alguien demuestre alguna pista real de lo acontecido.

Lo que pudo averiguar la familia en ese entonces es que, al parecer, unos hombres le habrían dado dinero a un viejo sepulturero para que les permitiera llevarse el cadáver, pero se desconoce quiénes eran. Mauricio, quien no borra esos recuerdos que lo marcaron, puntualiza: «bienvenida toda clase de especulaciones».

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