Foto: Pixabay

Sofía, de 26 años de edad, sube una historia a Instagram. Puede ser un video o una foto, pero lo que importa es que está ella en el foco. Ella hablando de sus intereses o ella mirándose al espejo o ella posando con una actitud despreocupada, liviana o, por qué no, una actitud sensual. Minutos después, en sus mensajes, el emoji de una llamita roja y anaranjada. Entre las reacciones a las historias de Instagram hay ocho opciones: la que llora de risa, los ojos de corazones, la expresión de sorpresa, la cara triste, las palmas, la llama, el confeti y el número cien rojo y subrayado. Hay códigos y el fuego, aunque a veces puede significar que “estás encendido” en un sentido de “buena racha” o “genialidad” (como un sinónimo del número cien rojo subrayado), su uso habitual está vinculado a la sensualidad o contenido sexual. Y, sí, también puede ser la invitación a algo más.

En el caso de Sofía (los nombres de los testimonios fueron alterados para proteger su privacidad), suele ignorar casi todas las llamas rojas que recibe. Unas cuantas ni siquiera le aparecen en el listado del chat común porque son de personas que no conoce y que no sigue. Otras, sobre todo una, suele despertarle interés y responde. Las conversaciones a veces fluyen “tranquilas”, otras tantas terminan en lo que el mundo adulto llama sexting o sexteo, la psicóloga Josefina Melgar, educadora y terapeuta sexual, explica que hay que estar atentos porque los adolescentes usan otros vocabularios.

Pack, términos a atender

Con las redes sociales se popularizan nuevas palabras para dar a entender conductas que se desarrollan en la virtualidad. Una de estas es sexting o sexteo. Es, define la psicóloga, educadora y terapeuta sexual Josefina Melgar, “el intercambio de mensajes sexuales o imágenes íntimas a través de las diversas redes sociales entre personas con su consentimiento”. Pero, aclara, es una palabra que se da más en el mundo adulto y que ella, trabajando con adolescentes, aprendió que estos le dicen pack. “Eso fue el año pasado. Ellos lo usaban como esto, imágenes de índole sexual que se envían entre ellos. Los adolescentes tienen sus propias normas, y está bueno que lo sepamos, para estar en atención, ya que va a depender de la edad cuánta conciencia tenemos de lo que está pasando con esta práctica”, señaló.

Las redes son algo así como el lugar de recreo de la virtualidad y “levantar” por esa vía tiene sus códigos y sus reglas. Las redes, así como las aplicaciones de citas que muchas veces desencadenan en un intercambio de cuentas de Instagram, tienen, también, sus riesgos, sus “alertas” y, como en cualquier tipo de vínculo, es esencial acercarse desde la responsabilidad y el respeto. La diferencia, quizá, es lo abstracto que puede resultar la virtualidad que, a veces, parece lejano de lo palpable, del mundo material y que se ve como librado a la suerte y verdad, aunque no debería. Por eso, el 4 de setiembre la Asociación Mundial de la Salud Sexual celebró el Día de la Salud Sexual encausado, este año, en todo lo que respecta al mundo virtual. No es un tema nuevo, pero con la pandemia y el encierro, cobró otra relevancia.

“Hoy por hoy si miras lo que es el mundo digital, es un espacio cotidiano en el que pasa de todo. Estamos conectados todo el tiempo, se amplía, se accede a contenido de información. Desde ahí, se veía lo poco que está contemplado lo que son los derechos sexuales, los derechos reproductivos, lo que son los conceptos de salud sexual desde la virtualidad. Capaz que hay muchas apps de búsqueda de citas, de encuentro, de sexualidad virtual, de pornografía, de contratación de profesionales del sexo (hombres, mujeres, parejas) a través de la web, pero poco destinado a defender los derechos sexuales. Y por eso la Asociación Mundial de Salud Sexual pone el foco ahí”, explica a Revista Domingo Santiago Cedrés, sexólogo uruguayo y presidente de la Academia Internacional de Sexología Médica (AISM).

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Santiago Cedrés presidente de la Academia Internacional de Sexología Médica. Foto: Leonardo Mainé

La AISM se apoyó en esta fecha para difundir un estudio que realizó a partir de la encuesta de 5.178 personas mayores de 18 años de edad y en el que analiza el lugar de la sexualidad en la cuarentena por la pandemia de covid-19. La virtualidad tuvo un lugar preponderante, no solo por el sexteo, sino también por el uso de la pornografía. A nivel general —la encuesta se hizo en 30 países, incluido Uruguay— la satisfacción sexual previa a la pandemia era entre moderada y muy satisfactoria para 84,1% de las personas, un número que descendió a 50,35% durante la cuarentena. La conducta sexual más satisfactoria fue el sexo virtual con un tercero fuera de la pareja (46,87%) y la masturbación fue la actividad más frecuente (38,2%).

Sextear sí, sextear no

“Creo que las redes sociales o internet con fin sexual lo conozco de hace tiempo porque tuve momentos en los que tuve vínculos con gente de afuera. El sexting no es exclusivo de las redes sociales, sino que en épocas de otras plataformas ya existía. Antes se excitaba hablando por teléfono, ahora como ya no hablamos por teléfono lo hacemos por mensajes o hablando por redes sociales”, dice Lucía (32).

Si bien en la pandemia se volvió más activa en las apps de citas como Tinder, Bubble y Happn, dice que no logró conectar demasiado con nadie y que normalmente sextea con un chico pero porque tienen una historia pasada y hay confianza.

“Tiene que ver con eso, con que ya nos conocemos previamente y que hay una química sexual. Creo que igual, aunque no conozcas a alguien, puedes sentir la química. Ahí el factor confianza es el que juega más; yo capaz a un desconocido no le mandaría fotos explícitas o no haría una videollamada de corte hot. Creo que en algún punto todos nos sentimos un poco vulnerables, aunque vamos a decir que no mandé ninguna foto hot que pueda quedar guardada, hay formas de hacerlo sin que queden y que te avisa si alguien saca una captura a esa foto”, dijo.

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La satisfacción sexual vinculada a la virtualidad aumentó con la pandemia. Foto: Pixabay

La psicóloga Josefina Melgar responde que la virtualidad puede tener su lado beneficioso, pero siempre y cuando haya deseo manifiesto, para que el consentimiento sea real. “Puedo decir que sí bajo presión, bajo la amenaza de si no haces esto es porque no me quieres”, dice y añade que debe haber cuidado de uno mismo y del otro.

“Puede ser un lugar de goce, puede ayudar a acortar distancias y, aún en el tema de la virtualidad que nos obligó a quedarnos en casa, creo que fue y es una práctica beneficiosa. No sustituye en lo más mínimo ningún tipo de contacto ni de otra práctica. Es saludable en tanto no sea la única práctica que utilizo, haya deseo y cuidado sobre todas las cosas. De mí misma y de otras personas con las que estoy, en el tratamiento de lo que se envía, de la comunicación, de qué sí estamos de acuerdo y de qué no”, explica.

Para Lucía muchas veces la virtualidad “es lo que hay”, y añade que “funciona como parte del inicio para después pasar a algo más. Creo que es una forma de estimulación más. En mi caso con el chico que me escribo es la vía que tenemos porque estamos a miles de kilómetros de distancia”. Su momento de mayor vulnerabilidad fue cuando un exnovio la amenazó con lo que se conoce como “porno venganza”, es decir, con divulgar en las redes las imágenes que habían compartido en su intimidad como pareja.

A sus 17 años de edad Matías (hoy tiene 20) se creó una cuenta de Tinder para bromear con amigos. Luego, con gran reserva porque dice que en su círculo hay muchos prejuicios, se creó un perfil “en serio” —“siempre mintiendo mi edad”, dice— y empezó a conocer gente. Lo usaba, sobre todo, como pasatiempo y, cuando se daba, tenía alguna cita y de vez en cuando sexteaba, hasta que vivió una experiencia que lo asustó mucho y que le hizo cambiar de perspectiva. Ahora se escribe mensajes subidos de tono si es con alguien que conoce personalmente primero y que confía.

“En ese momento fue horrible. Yo estaba solo, lejos de mi familia y de un momento a otro me exigían 50 euros para no difundir un video mío. Me asusté, le pedí a un familiar que transfiriera esa plata, porque yo no podía desde donde estaba y después hice caso a los consejos que me dieron las personas a mi alrededor y no respondí más nada. Ese día estaba cenando y se me cerró el estómago. Nunca más”, manifestó.

Las reglas para la sexualidad virtual tienen que ver, en gran parte, con la protección de la identidad: no hablar con desconocidos, no mostrar nunca el rostro, no mostrar espacios de una casa que puedan ser fácilmente reconocibles.

“Lo que se impulsó en todos lados fue el protagonismo de la sexualidad virtual y lo que era el mundo digital para la vivencia de la sexualidad”, sostiene Cedrés y explica la importancia de tomar esto como eje para promover derechos en este setiembre de 2021 con el lema: “Enciéndelo: salud sexual en un mundo digital”.

Hoy en día hay un montón de aplicaciones y de redes sociales para que los jóvenes se vinculen y lleguen a compartir prácticas sexuales o incluso consumir pornografía, todo está al alcance de un clic, pero lo que falta es información para que esas prácticas sean saludables, plantea Santiago Cedrés: “¿Quién te orienta más allá del que te dice cómo te embarazas, cómo te infectas de VIH? ¿Quién te dice cómo disfrutar del placer, que tenés derecho al placer, que tenemos que vivir la sexualidad en un marco que te dé placer, siempre fiel a tu identidad, siempre fiel a no discriminación, no someterte a nadie, por fuera de relaciones de violencia? Eso es lo que queremos plantear ahora desde la academia, poniendo el tema sobre la mesa”.

Natalia, de 24 años de edad, cuenta que antes solía sextear pero que desde hace un tiempo ya no lo hace porque el viejo estereotipo de “la niña bien” sigue vigente en las redes sociales. “Ya no me siento cómoda haciéndolo porque busco una relación estable y siento que la mayoría de las personas que comienzan una ‘relación’ con alguien y hay sexting antes de conocerse, por lo general te toman como que no buscas algo serio”, dijo.

Cecilia Ce, una cuenta de Instagram a seguir

La charla sobre la sexualidad y los vínculos en sí está cada vez más presente en Internet. Libertades, derechos y obligaciones, experiencias personales que permiten llevar la conversación a temas más generales e importantes. En su cuenta de Instagram, la psicóloga y sexóloga argentina Cecilia Ce (con 942.000 seguidores) genera constantemente este tipo de espacios para hablar desde el deseo y la salud sexual. “Toda esa información tendría que ser un derecho universal y hoy es vulnerado”, dijo Cecilia al sitio Feminacida, y eso es lo que busca hacer desde su cuenta de Instagram y los demás espacios que encuentra para comunicarse (columnas en medios tradicionales y libros, por ejemplo).

En su caso también ha vivido situaciones particularmente preocupantes porque han usado fotos suyas —de las que comparte en su muro o historias de Instagram— para cuentas falsas de OnlyFans y perfiles con otros nombres en redes sociales.

Así lo explica la psicóloga Melgar a Revista Domingo: “Los riesgos de internet tienen que ver también con que no sabemos dónde se almacenan nuestras imágenes. A nivel psicológico en realidad la sobreexposición sin medir puede llegar a traer estrés social. También lo que la otra persona haga con mis imágenes”.

Y, además, añade: “En esto de querer confiar o de agradar quizá la otra persona accede a imágenes que pueden quedar en manos inapropiadas”.

Vincularse

Hoy en día internet es también el camino para acercarse por primera vez a alguien.

Joaquín (24) se separó de su novia en febrero de 2020. Era Carnaval y, dice, fue a todos los bailes que se encontró por el camino para tratar de superar lo que había dejado la ruptura. La diversión con amigos fue su primera respuesta, hasta que a las pocas semanas llegó la pandemia. Entonces, encerrado en su apartamento empezó a tantear Instagram como un espacio para conocer personas. No le gusta Tinder.

“Cuando me enteré cómo funcionan las apps de citas, me quedó la idea de que es algo perverso. Entonces hice un cambio del uso que le daba a mi Instagram. Yo seguía a muy poca gente, lo usaba más bien para cosas que me interesaran y mis amigos, memes. Pero con la pandemia no había baile. Instagram es muy mercantil, porque terminás seteando para que te aparezcan personas que sean de tu interés, pero bueno, es lo que hay”, indicó.

La virtualidad en las parejas ya conformadas y las más nuevas

La terapeuta de pareja Roxana Gaudio habla desde su experiencia en la clínica psicológica y sostiene que lo virtual es muy importante en los vínculos de pareja, más desde la pandemia. “Hemos abrazado a la virtualidad como mecanismo de apoyo y afrontamiento para poder construir una cercanía afectiva en un contexto de distancia física”, explica. Y añade: “Cada pareja es un mundo, pero en un porcentaje alto de las consultas existen referencias directas al tema de la virtualidad como dificultades o situaciones a resolver que suponen desafíos para las parejas hoy. Conversaciones que se descubren, mensajes que no se responden, chats familiares que incomodan, intensidad o demora en las respuestas, enojos, interpretaciones y dificultades en la comunicación son algunos de los conflictos que se repiten en el marco de las consultas”.

Desde la clínica pueden ver cómo lo virtual suma en la construcción de la intimidad en las parejas. Incluso, dice, puede servir como puente cuando hay algo que no fluye en la conversación cara a cara.

Para la terapeuta, la tecnología puede también contribuir a los vínculos que recién comienzan, pero que “es fundamental tener los pies sobre la tierra”. Las expectativas a través de una ventana de chat pueden potenciarse. “Es importante tener presente a nivel consciente que la confianza se construye con el tiempo, y no de un momento para otro por más que el nivel de comunicación e información sea tan intenso, que sintamos que hace mucho conocemos a esa persona cuando en realidad llevamos días”, dijo.

El ritual —o uno de los tantos— funciona más o menos así: darle seguir a la persona que te gusta o interesa o que te llama la atención por alguna razón —“Empecé a seguir gente, como un ‘es ahora o nunca’, a la que le tenía ganas a hace 10 años, por ejemplo”, dice Joaquín— y entonces esperar que esa persona comparta la foto que pueda ameritar una respuesta: palabras cuidadosamente elegidas o reacciones.

También uno tiene que subir sus propias fotos, ahí está la imagen que se quiera mostrar. “Yo subía dos fotos por año, no entendía por qué tenía que subir una foto solo mía, pero tuve que empezar a hacerlo”, admite Joaquín. Aunque esa no era la primera vez que utilizaba Instagram para acercarse a alguien. A su ex la conoció en un recital, tenían amigos en común, pero las primeras charlas con intenciones fueron por la red. “Solo que no era el uso principal que le daba”, manifestó.

Reaccionar o responder una historia, así como enviar un “hola” después de “matchear” con alguien es casi un salto al vacío. Pero, dice Joaquín, él siente que uno se desinhibe más que en un baile. “En persona corres el riesgo de quedar pegado si encaras a alguien y no te emociona, pero en las redes el riesgo es un visto o ni siquiera eso”, dice. Las respuestas pueden venir a los minutos o a las horas. “A mí lo que más me cuesta es que yo me siento mucho mejor hablando cara a cara y a veces cuando las conversaciones virtuales se vuelven eternas, me aburro. Pero también te hace más fácil llegar a determinadas personas”, agrega.

Gabriela, de 45 años de edad, utiliza las apps de citas porque quiere conocer gente con la que, a futuro, tener una relación un poco más seria. Empezó cuando se divorció y en la pandemia fue una puerta al alcance de la mano para menguar la soledad. Siempre que puede pasa del match y una charla breve a tomar un café y pocas veces ha “sexteado”, no se siente cómoda con eso. “He usado apps de citas porque cuando uno tiene cierta edad ya no va a ciertos lugares y mucho menos en pandemia que no vas directamente a ningún lado. Es la única oportunidad de conocer a alguien. El tema es que se vuelve una trampa mortal porque hacés match y uno de los dos no habla o viene toda la conversación bárbara y de repente se corta abruptamente, no es fácil. No encontrás al amor de tu vida: esa es la promesa de las apps de citas, pero lógicamente el negocio es que nadie encuentre al amor de su vida para que todos sigamos utilizando la app”, manifestó.

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Foto: Pixabay

Los vínculos virtuales no son una novedad de la pandemia ni pasarán a la historia cuando se vuelva a la “normalidad”. La tecnología es parte de la realidad. “Ya no hay una división entre el mundo de lo virtual y lo real, es todo parte de lo mismo”, dice Melgar y recalca: “Si tenemos derechos en la vida cotidiana por qué no pensar en derechos en la virtualidad”. El respeto a la intimidad, el consentimiento y la responsabilidad afectiva, entre tantas otras cosas, no deberían estar excluidos de lo virtual.

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