mayores, covid-19
Foto: Pixabay

La pasada primavera el coronavirus llegó y alteró todo, o casi todo. Los retos relacionados con el envejecimiento que ya afrontaba España, tanto a nivel individual como poblacional, han adquirido una nueva dimensión en este cambio de panorama teñido de incertidumbre y temor. La innovación social puede ayudar a allanar las dificultades.

España es uno de los países más envejecidos del mundo. La edad media de la población en el 2020 es de casi 44 años. De los más de 47 millones de habitantes, casi dos de cada diez tienen 65 años o más y dentro de este grupo cerca de 3 millones superan los 80 años, más de medio millón son nonagenarios y 17.500 son centenarios.

Estas son las cifras de nuestros mayores. Pero los datos esconden realidades mucho más diversas y complejas cuando miramos a los distintos territorios.

Envejecimiento rural y urbano

En la España vaciada, zonas interiores y rurales, despoblación y envejecimiento se dan la mano. Sin embargo, el covid-19 ha tenido un impacto más negativo en las ciudades y ha puesto en valor las áreas menos densamente pobladas mostrando nuevos escenarios de oportunidad que sería bueno aprovechar.

Junto al envejecimiento de las poblaciones, coexiste el proceso natural de envejecer a nivel individual. En 1900 la esperanza de vida en España era de 34 años y en 2019 supera los 83,6. La longevidad, antiguamente patrimonio de unos pocos, se ha ido generalizando a un porcentaje cada vez mayor de las generaciones.

En la actual situación de pandemia viene bien recordar que en ningún tiempo la lucha contra la muerte ha tenido tanto éxito como en el último siglo. Nunca el nivel de conocimientos y la capacidad de respuesta han sido tan altos a la hora de afrontar una crisis sanitaria como ahora.

Impacto de la covid-19 en los mayores

La primera ola de la covid-19 tuvo una mortalidad especialmente alta entre los varones mayores, grupo especialmente vulnerable frente a la muerte. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la población de más de 65 años es muy heterogénea y con una fuerte presencia de mujeres (el peso de las mujeres se incrementa conforme avanza la edad).

La vulnerabilidad de las mujeres se debe, entre otras razones, a que viven solas, son las principales cuidadoras (teniendo en ocasiones problemas para ser cuidadas) y tienen menores ingresos económicos. Es crucial siempre, pero especialmente ahora, incluir la mirada de género para diseñar estrategias para afrontar las diferentes vulnerabilidades que viven hombres y mujeres de estas edades.

Muchos de los problemas de los mayores (edadismo, soledad, brecha digital, dependencia, pobreza, soluciones residenciales…) se han agravado con la pandemia. Esta situación también ha aumentado su visibilidad.

La calidad de vida de las personas y sus habilidades funcionales dependen tanto de su capacidad intrínseca como de su entorno físico y social. Las estrategias dirigidas a promover un envejecimiento activo y saludable, como bien recoge la OMS, abarcan muchos aspectos diferentes de la vida. No cabe duda que el covid-19 ha trastornado especialmente el entorno social de los mayores.

La pandemia en soledad

Uno de los problemas más agravados por la nueva normalidad (que de normal tiene poco) para muchas personas, especialmente para los más mayores, es la soledad.

La especial vulnerabilidad de los mayores ante la enfermedad, así como las políticas de aislamiento y distancia social impuestas por la epidemia –a los que se ha unido el temor a enfermar y la angustia por la situación económica de hijos y nietos– ha acentuado en muchos casos el sentimiento de desamparo y fragilidad.

Es significativo que las mujeres españolas, aunque vivan solas en menor porcentaje que las suecas, sienten más la soledad que ellas, como refleja un estudio publicado en la revista Journal of Family Issues.

El papel que frente a la soledad tienen la compañía y el apoyo familiar o de amistades, tan presentes e importantes en España, se ha resentido profundamente en los últimos meses. Debemos impulsar la creatividad para facilitar ese encuentro de los afectos tan necesario para los mayores y especialmente entre aquellos que por sus condiciones de salud no comprenden lo que está pasando.

Es clave dar voz a los protagonistas, como ocurrió el pasado 1° de octubre, Día Internacional de las Personas Mayores, en la mesa redonda virtual organizada por el Imserso.

Tecnología para facilitar el contacto

La revolución tecnológica y la innovación social pueden ser muy provechosas para mejorar la calidad de vida de los mayores e incrementar la cohesión social. Permiten fomentar las redes de apoyo intergeneracional, reinventándonos para hacer frente a la compleja coyuntura que estamos viviendo.

La Guía Avanzada de Innovación Social publicada recientemente por el Gobierno de Navarra recoge un capítulo específico sobre innovación social y envejecimiento. En él se pueden encontrar numerosos ejemplos de buenas prácticas en esta dirección.

El deterioro de la situación de los mayores con el covid-19 también ha traído consigo una intensificación de las estrategias tecnológicas para aliviarlas.

Las administraciones públicas han intensificado los programas y acciones de alfabetización digital. El Gobierno de Castilla-La Mancha, por ejemplo, ha impulsado el programa Los mayores forman la red CLM 2020. El proyecto impulsa la formación de mayores online gratuita no solo para el uso autónomo de las tecnologías, sino también para acceder a los servicios. Incluye videoconferencias, formación y vídeos con pequeñas píldoras formativas.

En numerosas residencias de ancianos se han impulsado iniciativas utilizando tecnología digital tanto para informar sobre la situación en el centro como para facilitar el contacto de los residentes con sus familiares y amigos (a través de páginas de Facebook, videoconferencias a través de Skype, WhatsApp, Zoom…) o incluso posibilitar visitas en entornos de seguridad (intercomunicadores, cámaras…).

En muchos casos, el apoyo de los terapeutas es crucial tanto para hacer llegar los mensajes electrónicos como para contestarlos. La labor de los cuidadores se ha vuelto especialmente compleja con el coronavirus y la tecnología también tiene un campo de desarrollo en esta dirección.

El voluntariado también se está reinventando para poder apoyar a los mayores en este momento de especial dificultad. Proyectos como Grandes amigos o Adopta un abuelo, cuya misión es conectar generaciones, rendir tributo a los mayores y fomentar experiencias transformadoras, adquieren en este escenario un valor especial.The Conversation

Dolores López-Hernández, Profesora titular de Geografía Humana, Universidad de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.


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