Padres e hijos estudiando
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«Estoy molesta con la maestra porque manda mucha tarea, pero se lo agradezco No nos ha descuidado y no nos atrasamos», le dijo Rebeca, de 10 años de edad, a su madre. Tanto ella como otros niños en Venezuela y el mundo no van al colegio desde que los gobiernos suspendieron las clases, como manera de prevención ante la propagación de la covid-19 que hasta la fecha suma más de un millón de casos en el mundo.

Rebeca, que cursa actualmente cuarto grado en el Colegio Paul Harris, está acostumbrada a compartir en clase en las mañanas con sus amigos, y por las tardes salir a jugar. Sin embargo, ya no puede. Ahora divide su tiempo entre las actividades escolares, algo de ejercicio en casa y jugar algún videojuego en la computadora. «Todo el tiempo está aburrida porque no hay otra cosa que hacer más que las tareas, y eso le fastidia. Esto no es pedagógico», dice Marilik Garrido, su madre.

Desde que se suspendieron las actividades escolares en el país, el 13 de marzo, todos los colegios, tanto públicos como privados, elaboraron un plan de estudios para que los niños continúen con su aprendizaje desde casa.

«Elaboré un plan con los temas que se ven en el tercer lapso, se les envío por WhatsApp a los padres para que los niños armen un portafolio con las tareas que serán evaluadas cuando regresemos a clase», explica una maestra de la Escuela República Bolivariana de Venezuela, ubicada en la parroquia Coche, que pidió no revelar su nombre.

Como aún no se tiene certeza sobre cuándo se reanudarán las clases, la maestra indicó que no está evaluando a los niños todavía. El proceso de evaluación se realizaría al regresar a clases, porque no saben si los niños realmente están haciendo las actividades o son los padres. Sin embargo, Nicolás Maduro informó el viernes en una cadena nacional que “es probable que tengamos que terminar el año escolar de forma online”.

En ambos casos, los docentes conversaron con los padres para explicarles cómo sería la dinámica a partir de ahora y para ofrecerles recomendaciones que coinciden con las de la psicólogo infantil Patricia López: estructurar horarios flexibles para las tareas.

Rosaura Torres, directora de la Unidad Educativa Santa María de Bernardette, en Los Teques, asegura que ante la suspensión de clases una de las recomendaciones que le dieron a los padres fue «preguntar cuando no sepan». «Así los maestros sabrán de qué modo podrán apoyarlos para que lo hagan mejor», dice.

Las actividades se envían de forma semanal o diaria, como es el caso del Colegio Luisa Cáceres de Arismendi donde estudia Derek, de 9 años. Todos los días a las 10:00 am la maestra asigna las tareas del día, cuenta Aymara Tiamo, madre del niño. «Ahora creo que le mandan más tareas que cuando estaba en clase», dice.

En el caso de Rebeca, su madre cuenta que el colegio les envía las actividades semanalmente, además de un horario sugerido para realizarlas. Sin embargo, asegura que se le hace complicado cumplirlo porque su hija se despierta tarde. «Es difícil que un niño estando encerrado pueda cumplir con un horario, tienen actos de rebeldía o se ponen lentos porque no tienen otra cosa que hacer más que usar la computadora o la tablet. Creen que están de vacaciones y se duermen tarde. ¿Cómo puede uno acostar a un niño a las ocho de la noche si no hay escuela”, se pregunta.

Sin embargo, ambas madres intentan cumplir con un horario de estudio, ejercicio y esparcimiento que en ocasiones puede variar. La madre de Derek asegura que debe ser un poco más rigurosa con la actividad física, pues su hijo tiene diabetes tipo 1 y necesita ejercitarse a diario. «En las mañanas, como se despierta un poco tarde, hacemos ejercicio, nos ponemos en la ventana para recibir sol y luego del almuerzo hacemos la tarea», cuenta Tiamo.

Sobre la cantidad de tareas, Rosaura Torres asegura han tenido que ajustar la cantidad de actividades, pues algunos representantes se quejaron. «La idea no es tener a los niños desde que se levantan hasta que se acuestan haciendo tareas, ni enviarles actividades que no tengan ningún sentido. Por eso hay que evaluar la realidad de cada uno de los hogares y en función de eso hacer las actividades», dice.

Tanto Garrido como Tiamo, representantes de Rebeca y Derek, consideran que se sienten preparadas para apoyar a sus hijos con las actividades escolares. Sin embargo, una maestra que prefirió no revelar su nombre, asegura que en la institución en la que trabaja muchos padres no saben leer ni escribir. «El próximo año escolar probablemente habrá muchas deficiencias porque los niños no obtendrán las  competencias que desarrollan al estar en el salón de clase», asegura.

No todo es negativo. De esta situación los niños podrían desarrollar cierto margen de tolerancia a las sesiones de estudio rígidas, asegura Patricia López, psicólogo infantil. También les permite usar otras herramientas que no podrían usar en el colegio, como la computadora, tablet o smartphone para investigar.

Para continuar con el aprendizaje de Rebeca, su madre optó por apoyarse en plataformas como Youtube para algunas materias, como matemáticas. «Los niños con las mamás no estudian, juegan a la pelota. Tal vez si viene una tercera persona se lo toman más en serio», dice.

En Venezuela, Internet es limitado y las fallas son constantes. Una consulta realizada el año pasado por el Observatorio Venezolano de Servicios Públicos en la que participaron 6.193 personas, concluyó que 63% no tenía acceso a Internet. En marzo la organización indicó que han recibido denuncias de varias zonas del país que señalan fallas o interrupciones en el servicio. En Caracas los lugares más afectados son Fuerte Tiuna, Santa Mónica, 23 de Enero, El Marqués y San Bernardino. Los resultados obtenidos por el OVSP muestran que al menos 51% de las ciudadanos presentan fallas de conexión con frecuencia diaria desde que inició la cuarentena.

Esta situación genera preocupación entre los maestros, pues esta es la única vía por la cual los padres reciben la información. Sin embargo, algunos se han apoyado en otros recursos, como las llamadas telefónicas, dice la directora de Unidad Educativa Santa Maria de Bernardette.

Para Patricia López este tipo de situaciones podría hacer que tanto padres como niños busquen alternativas creativas y pongan en práctica la «inteligencia fluida», la capacidad de resolver nuevos problemas, usar la lógica en situaciones nuevas e identificar patrones. «Podrán hacer un proceso cognitivo que llamamos pensamiento divergente. Buscarán generar tantas soluciones como sea posible para resolver ese problema, cosa que, tal vez, sea más limitado para quienes tengan más recursos concretos», explica la especialista.

Sobre el aprendizaje en casa, López asegura que los padres no pueden suplir a los maestros ni viceversa. Sin embargo, pueden compartir funciones que los ayuden en el acompañamiento de los niños. «Siempre los padres serán maestros en algo y una maestra será un cuidador como lo sería un papá. Ese rol vive en cada uno de nosotros. Ciertamente, la función está enmarcada en ciertos espacios, no es lo mismo un niño que esté aprendiendo en su casa de manera individualizada, en un mobiliario y con unos recursos distintos a los que tendría si va a la escuela, cuyo entorno está estructurado de una manera diferente en la que hay más niños y tienen un horario más rígido que cumplir», dice.

Un aspecto negativo que destaca López es que en casa los niños no ponen en práctica las habilidades sociales directas que facilita colegio. «No está el contacto físico personal directo con el maestro o los compañeros. Se resta la posibilidad de resolver los problemas propios entre pares que se genera en la escuela como ‘no traje la borra’ o ‘se me quedó el material, qué hago’. Hay comportamientos que la escuela facilita como las relaciones interpersonales, que en la casa no se podrán evidenciar y, por tanto, no se podrán practicar», señala.

La especialista considera que una de las ventajas de estudiar en casa es que los padres, como ya conocen los límites de atención de sus hijos, podrán identificar cuando necesiten realizar una pausa. «Siempre hay niños que requieren hacer interrupciones frecuentes, y esto es algo que a algunas maestras les puede generar insatisfacción, porque el niño se levanta e interrumpe la clase. En casa tiene la posibilidad de estar en un ambiente más controlado, con menos personas a su alrededor y puede hacer descansos supervisados con más frecuencia», indica.

Las recomendaciones de López para los padres son sencillas: estructurar horarios flexibles de estudio, equilibrar el tiempo entre actividades físicas y digitales,  establecer espacios para cada actividad y armarse de paciencia y disposición. «Hay que ser flexibles, pero también darles cabida a las actividades que son propias de la formación, no solo académica sino como persona, de independencia, de poder tener el control de las propias actividades, lo que llamamos el autocontrol», finaliza.

@Arianyabp


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