El escritor Felipe Solá suele explicar: «En política tu verdadero rival no es el que habla mal de vos, sino el que seduce a tu electorado». Este es el desafío que plantea la fórmula que compusieron ayer Roberto Lavagna y Juan Manuel Urtubey a la que un día antes formó Mauricio Macri con Miguel Pichetto.

En todas las muestras de laboratorio, las adhesiones que obtengan Lavagna y Urtubey con Consenso Federal provendrían de la cantera de Cambiemos . Por eso ellos son, desde ayer, los principales aliados de Alberto Fernández y Cristina Kirchner: si su coalición prospera en detrimento del oficialismo, podría ampliarse la diferencia entre el kirchnerismo y Cambiemos. Hay un escenario en el que esa distancia sería capaz de determinar el triunfo de Fernández-Kirchner en primera vuelta. Esa hipótesis se realizaría solo si Lavagna y Urtubey resisten con éxito la marcada polarización que organiza la política. Es decir, si logran evitar que muchos ciudadanos, para los que el regreso del kirchnerismo resulta intolerable, entienden que votar por Consenso Federal puede ser una forma indirecta de elegir a la ex presidente.

Superar a la señora de Kirchner o abreviar al máximo la distancia respecto de ella es el principal objetivo de Macri-Pichetto para las primarias y, sobre todo, para la primera vuelta de octubre. El otro propósito de Cambiemos es conseguir la reelección de María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires. La noticia de una derrota de Vidal tendría un impacto muy negativo para Macri. Alrededor de este problema se abrió ayer una segunda incógnita: qué potencial tendrá la fórmula Lavagna-Urtubey en ese distrito decisivo. La candidata a la Gobernación de esta coalición será Graciela Camaño.

En este caso, resulta mucho menos claro si la carrera de esta sagaz diputada se hará a expensas de Vidal o de Axel Kicillof. El peronismo de Camaño es muchísimo más nítido que el de Lavagna. Y puede convertirse en un problema para Kicillof. No tanto porque el PJ bonaerense, sobre todo el del conurbano, lo ve como un candidato exótico. Algo que habla más de las virtudes que de los defectos del ex ministro de Economía. Más que nada, porque la señora de Kirchner debe demostrar que su atractivo logrará imponer a un dirigente de izquierda en lo que fue el feudo de Manuel Fresco, Víctor Mercante, Eduardo Duhalde, Carlos Ruckauf y Daniel Scioli. Camaño podría causar a Kicillof, en beneficio de Vidal, el daño que Lavagna le causaría a Macri, en beneficio de Alberto Fernández y la ex presidente. En términos prácticos: podría haber un corte de boleta significativo para combinar a Fernández y Camaño. Ni en su peor pesadilla Camaño habrá imaginado esa conjunción.

Esta legisladora y su esposo, Luis Barrionuevo, fueron decisivos en el acercamiento entre Lavagna y Urtubey. Ella quedó liberada de todo compromiso con el Frente Renovador desde que Sergio Massa entró en conversaciones con el kirchnerismo. Refractaria a ese acuerdo, se mantuvo fiel a Alternativa Federal.

En esa agrupación había quedado, solitario, Urtubey, otro «hijo» suyo, como Massa. Camaño debe haber cavilado toda la noche sobre la inviabilidad de esa opción. En el otro lado de la cama, es posible que Barrionuevo también estuviera desvelado. Desde hace semanas él fue casi el único apoyo de Lavagna. Como Urtubey, también Lavagna naufragaba abrazado a la rama de Consenso 19. Las desazones de Barrionuevo y de Camaño estaban destinadas a reunirse a la mañana, con el mate. El diálogo es fácil de imaginar: «Roberto se te cae a pedazos, Barrionuevo». Respuesta: «A vos te quedó un hijo suelto, Gra. Traelo y salvamos a los dos».

Este alineamiento de soledades tuvo varios antecedentes. Marco Lavagna conversó mucho con su compañera de bancada Camaño en los últimos tiempos. Y hablaba también con Urtubey. Carlos Hourbeight, un economista clave en el entorno de Lavagna, se había aproximado a Dalmacio Mera Figueroa, senador por Catamarca y primo del gobernador salteño. Estos escarceos se completaron, dicen, en una charla entre Camaño y Lavagna padre. La diputada le habría hecho ver al candidato que sin una alianza «ni tu hijo va a renovar en el Congreso». Macri se ratificará en su antigua convicción de que hay tres mujeres de las que solo puede esperar mortificación: Graciela Camaño, Cristina Kirchner y Beatriz Sarlo.

Ayer a las 11:00 am se reunieron los Lavagna, Urtubey y Camaño para definir la fórmula. Urtubey intentó conseguir una interna. O, por lo menos, simular durante un tiempo que la habría. Pero Lavagna siguió sin transigir. Los dos coincidieron en la candidatura bonaerense de Camaño. Ambos eran víctimas de una decisión que Macri había tomado el día anterior: no habilitar las colectoras bonaerenses que les habrían permitido, en detrimento del propio Macri, llevar en sus boletas a Vidal para la Gobernación.

La fórmula Lavagna-Urtubey se sumó ayer a la competencia ya lanzada por Fernández-Kirchner y por Macri-Pichetto para la seducción del peronismo. En el caso de Consenso Federal la incógnita principal es qué hará Juan Schiaretti. Partícipe de la ceremonia fundacional de Alternativa Federal, en las oficinas del gestor de negocios Guillermo Seita, el gobernador de Córdoba sería el principal aportante territorial al binomio que se constituyó ayer. Entre los socios hay un debate.

Lavagna cree que Schiaretti los abandonará. Urtubey tiene expectativas. Las novedades que llegaban ayer desde la provincia es que él propondrá una lista de diputados nacionales despegada de cualquier fórmula presidencial. Algunos interpretan que de ese modo Schiaretti disimularía sus dificultades para controlar el PJ del distrito. El senador Carlos Caserio y, de manera menos evidente, el diputado y nuevo intendente de la capital Martín Llaryora, trabajan para Fernández-Kirchner. Otros creen que en realidad la eventual prescindencia de Schiaretti es un nuevo servicio a su amigo Macri.

Si la oferta del PJ de la provincia fuera anexada a la candidatura de Lavagna, el daño para el presidente sería muy considerable. Sobre todo si se tiene en cuenta que Cambiemos debe revertir una caída pronunciada en todo el interior. Es cierto que las elecciones de distrito no son homologables a las nacionales. Pero, con esa salvedad, son llamativos los datos recolectados por el politólogo Rodrigo Zarazaga al comparar las elecciones que se realizaron hasta ahora con las de 2015 en las mismas jurisdicciones. Según ese trabajo, el peronismo viene agregando 730.000 votos. Y Cambiemos perdió 608.000. Las caídas más llamativas se registraron en Córdoba, con 271.688 votos, y Santa Fe, con 213.000 votos. Hay que insistir: las circunstancias nunca son comparables. Aun así, estos números delatan un problema.

La oferta Lavagna-Urtubey exhibe la coherencia de dos candidatos que resistieron innumerables ofertas del oficialismo. En el caso del salteño, es la apuesta a mantener el perfil de una carrera de larga duración. El ensayo se basa en una conjetura: a diferencia de lo que sostiene la Casa Rosada, los desencantados de Macri no son indecisos que regresarán a Macri y están destinados a multiplicarse, porque la política económica no revertirá la pérdida de imagen de Cambiemos. Por lo tanto, el gobierno no podrá reabsorber a los votantes que lo abandonaron. Con el antikirchnerismo convive ahora el antimacrismo.

En consecuencia, siguen razonando en Consenso Federal, la dicotomía final terminará siendo Lavagna o Cristina Kirchner. Para que esta tesis se verifique debería haber un deterioro insoportable de la economía. ¿Es el que se produciría si los mercados advierten que, por la erosión que Consenso Federal produce en Cambiemos, Cristina Kirchner estaría más cerca de volver al poder? En otras palabras: ¿la misma evolución de la fórmula Lavagna-Urtubey provocaría la crisis que los convertiría en sustitutos de Macri-Pichetto?

La mirada de la Casa Rosada

En el gobierno razonan de manera muy distinta. Apuestan a que la economía tendrá una recuperación lenta pero perceptible y que la polarización Cambiemos vs. kirchnerismo irá eliminando cualquier tercera opción. Lavagna representaría, en esta perspectiva, el lugar que Geraldo Alckmin ocupó en Brasil: la plataforma de un centro que se hundió por el impacto del enfrentamiento de dos olas de repudio. Contra Bolsonaro y contra el PT. En la Argentina: contra Macri y contra la ex presidente.

Massa ya apostó por esta tesis. Anoche seguía negociando su reincorporación al kirchnerismo. El paciente Eduardo «Wado» De Pedro encontró la llave: antes que cualquier otra colina, Massa pretende reconquistar Tigre y ponerlo a los pies de su esposa, Malena Galmarini. Al parecer, se refería a este problema cuando pedía que le respeten su identidad: esposo de Malena. Cristina Kirchner se lo garantizó. Nadie mejor que ella para entender los compromisos de poder que genera «la fuerza del amor». Se asistirá ahora a la humillación de Julio Zamora, el intendente que osó entregarse solo en el Instituto Patria.

Satisfecha esa prioridad, Massa no se resignaba anoche a que le negaran una interna presidencial contra «los Fernández». Él soñaba una fórmula con la ascendente Natalia de la Sota. Pero la hija del histórico líder cordobés prefiere no irritar a Schiaretti.

Al mismo tiempo, Massa sigue negociando la integración conjunta de las listas. Pidió 14 municipios y 14 bancas en la Legislatura. Con menos de esta participación en el sórdido congreso provincial, Massa, al parecer, también resignaría identidad. Las habladurías sobre estas transacciones agregaban otras materias, improbables. ¿La Anses? ¿La Presidencia de YPF? Esta última puede haber sido una aspiración, fallida, de quienes saben que los Eskenazi tienen una influencia poderosísima sobre Massa y sobre Alberto Fernández. Sobre todo por la colaboración que presta a ambos Adrián Kochen, un gestor al que los Eskenazi prefieren ocultar para no dañar más su propia imagen. Gente que también sueña regresar, pero sin perder identidad.

En el kirchnerismo aseguraban anoche que no habría interna presidencial con Massa y que él tendría que encabezar la lista de diputados nacionales por Buenos Aires. Con la promesa de, en caso de triunfar, presidir la Cámara. Ese cargo se ha convertido en motivo de ácidas discordias. El radicalismo exige a Macri que se lo conceda, sobre todo después de haber cedido la Vicepresidencia a Pichetto. Ayer hubo un nuevo enfrentamiento entre Vidal, que pretende esa posición para Cristian Ritondo, y Alfredo Cornejo, presidente de la UCR, que la pretende para sí. En rigor, el que se resiste a entregar el manejo de una cámara a los radicales es Mauricio Macri. Ya logró, con Pichetto, uno de sus objetivos: ponerlos lejos de la Vicepresidencia.

A pesar de esta discordia, la UCR y Pro alcanzaron ayer pacificarse en la capital. Martín Lousteau será candidato a senador y Horacio Rodríguez Larreta no tendrá rival interno. Su segundo seguirá siendo Diego Santilli, quien no podría postularse a la jefatura de gobierno en 2023.

Está clara la oferta de Larreta: dentro de cuatro años Lousteau puede ser el sucesor, asociado a su propia candidatura a presidente. Es el resultado de infinitas conversaciones en las que también participó Guillermo Seita. El mismo de Schiaretti.

El panorama que se configuraba ayer entre las principales fuerzas políticas no estaría completo sin consignar un tuit de la cuenta @trocaster. Allí se ve la foto de Forrest Gump sentado, solitario, en el banco del parque, solo que con la cara de Daniel Scioli y este texto: «Mientras tanto…, en un lugar de Villa La Ñata…». Inmejorable manera de exhibir un misterio.


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