El príncipe Harry (izquierda) de Gran Bretaña, duque de Sussex, y el príncipe Guillermo (derecha) de Gran Bretaña, príncipe de Gales, reaccionan cuando el ataúd de la reina Isabel II de Gran Bretaña llega al Palacio de Westminster. ALKIS KONSTANTINIDIS - POOL

Al día siguiente de la épica procesión que acompañó a la difunta reina Isabel II desde el Palacio de Buckingham hasta Westminster Hall -donde comenzó una capilla ardiente con filas sin precedente de personas que esperan para despedirse-, una única gran pregunta seguía torturando a los súbditos, aún de luto, y se trata de Harry y Guillermo.

¿Aprovechará Harry la ocasión dorada de estos días de duelo y conmoción, en los que volvió a aparecer junto con su hermano mayor, Guillermo, para recomponer una relación marcada por una ruptura de lo más dramática?

Mientras hierven los preparativos para el funeral de Estado del lunes próximo -nueva ocasión para que los hermanos y esposas se muestren juntos- y en una jornada en la que su padre, el rey Carlos III, se tomó un día de respiro tras una semana agotadora, los expertos en realeza intentaban dilucidar el gran interrogante. ¿Habrá una reconciliación entre los dos hermanos, que cuando desfilaron a pie, juntos, hace 25 años, detrás del féretro de su madre, parecían más unidos que nunca, inseparables, pero que ahora, más allá de las ceremonias que compartieron en tributo a su amada abuela, siguen dolorosamente distanciados? En la procesión del miércoles todos coinciden que se percibió gran frialdad. Ambos lucieron concentrados, mirando hacia el féretro, siempre, con rostro severo, adusto. Aunque es verdad que la ocasión tampoco lo permitía, jamás cruzaron sus miradas, ni tuvieron algún gesto, aunque mínimo, de complicidad.

Una oportunidad para Harry y Guillermo

Si bien Harry y Guillermo volvieron a aparecer junto con sus mujeres -la aquí controvertida Meghan Markle y la muy popular Kate Middleton-, hace unos días al inspeccionar las ofrendas florales de Windsor, algo que marcó un primer deshielo o, al menos, una tregua, nadie se hace demasiadas ilusiones.

Expertos en realeza saben bien que eso que muestra una foto es solo eso, una foto, una imagen. Y que la realidad puede ser muy distinta. De hecho, muchos evocaron los tiempos en que Carlos y Diana, aun estando separados de hecho, solían ir juntos a buscar a sus pequeños al colegio, con ese mismo fin de conceder una imagen de aparente normalidad, cuando en verdad su matrimonio ya estaba totalmente roto. Era una pantalla en virtud de una razón de estado mayor, la armonía de la corona.

Las dos parejas, juntas, no solo aparecieron desde la muerte de su abuela el sábado pasado en las afueras del Castillo de Windsor. También nuevamente el miércoles, cuando hubo un breve servicio religioso en Westminster Hall, al culminar allí la procesión del féretro con los restos de Granny.

Como es sabido, Guillermo y Kate, flamantes príncipes de Gales, en el futuro heredarán el trono. Mientras que la otra pareja, la de Harry y Meghan, decidió abandonar la monarquía en marzo de 2020, en lo que representó un tsunami para los Windsor. Ese fue uno de los mayores disgustos que tuvo la reina en sus últimos años. Y una ruptura que muchos creen que ahora los duques Sussex podrían intentar arreglar.

Acusados de racismo

El gran pecado de la pareja fue haberle dado una entrevista a la popular Oprah Winfrey, en Estados Unidos, en la que acusaron sin medias tintas a la monarquía de racismo, entre otros defectos. Denunciaron, en efecto, que alguien de la casa real les había preguntado de qué color iba a ser la piel de su primer hijo, Archie, que ahora tiene 3 años de edad. Aunque lo que más irrita a los Windsor es la anunciada publicación de una autobiografía de Harry que podría resultar una nueva bomba para una realeza en zozobra, sobre todo con la salida de escena de un ícono como Isabel II.

Según expertos, la pelota de una virtual reconciliación está en manos de ellos, de Harry y Meghan, los “norteamericanos”. ¿Por qué?

Porque el rey Carlos III y Guillermo hasta ahora ya han demostrado para con ellos gran “magnanimidad”, destacó Richard Kay en el Daily Mail.

En posiciones privilegiadas

“En lugar de ser excluido, Harry fue puesto al centro de las cosas. Su papel el miércoles era bastante oscuro. Pero le fue concedida toda la cortesía por ser el hijo del rey. Y tuvo su lugar al lado de su hermano y detrás de su padre”, destacó el experto, subrayando que también después, en Westminster Hall, él y la duquesa de Sussex tuvieron posiciones privilegiadas, como si nada hubiera pasado. Meghan incluso viajó hasta allí en una limusina junto con su tía, Sophie, condesa de Wessex, en el convoy de coches reales liderado por la reina consorte, Camila y Kate, nueva princesa de Gales.

“En el mundo lleno de matices de la monarquía, esos son más que gestos simbólicos”, destacó Kay, que consideró todo esto una virtual invitación a Harry, por parte de la casa real de los Windsor, a recapacitar si es que no desea retomar sus deberes reales.

Más allá de la cuestión del uniforme militar -vetado en la procesión justamente por abandonar sus roles reales-, los más veteranos expertos en realeza destacó como bueno el trato brindado a Harry. O, al menos, mucho mejor que el que se le dio en el pasado a personajes de la realeza muy amados, que optaron por el exilio, antes que por el deber.

Un momento histórico

“El rey Eduardo VIII y su esposa Wallis Simpson -divorciada tres veces y a quien siempre se le negó el título de su alteza real- nunca se les vio bienvenidos en el Reino Unido después de su abdicación”, evocó. “¿Se da cuenta de esto Harry? ¿Puede siquiera ver la diferencia?”, escribió Kay, que en un sesudo artículo preguntaba, finalmente, si es que el duque de Sussex se está dando cuenta de la oportunidad enorme, de la rama de olivo que su padre y su hermano mayor le están tendiendo en este momento histórico.

Lo cierto es que la reconciliación no solo tiene que ver con el hecho de que, en todo caso, en cualquier familia es horrible que dos hermanos ya no se hablen. También tiene que ver con el pragmatismo de los Windsor y, en última instancia, de Carlos III y de Guillermo, que saben que necesitan de Harry. “Un adelgazamiento de la familia real está bien, pero en tan solo dos años la casa real perdió mucho de su potencia de fuego: el deshonrado Andrés (defenestrado por el escándalo de abusos de menores de edad relacionado con el magnate norteamericano Jeffrey Epstein), los ausentes Harry y Meghan y ahora, la reina”, apuntó.

En medio del desconcierto y en una capital aún semiparalizada por los eventos fúnebres, todos saben que una reconciliación entre Harry y su familia real, comportaría compromisos difíciles. Debería cancelar la publicación de su esperadísima autobiografía -que nadie sabe si puede, porque ya firmó un megacontrato con Penguin Random House- y Meghan debería comprometerse a evitar ventilar intimidades de la realeza y a tener un perfil mucho más bajo.

El momento de perdonar a Harry

Por otro lado, Guillermo debería poder perdonar a su hermano, algo nada fácil. “Uno puede pedir perdón, pero no puede desdecir cosas ya dichas y Harry y Meghan han dicho demasiadas y muchas, profundamente hirientes”, le confió un miembro de la realeza a Kay, que se planteó, finalmente la posibilidad de que la pareja vuelva a unirse a “The Firm”, la “empresa”, como es llamada la casa de los Windsor.

¿De qué forma? La hipótesis es que través de un nuevo modelo real que le permita a Harry y Meghan tener un rol semidistante. Un rol parecido al que tuvo la princesa Diana en su momento, cuando siguió respaldando a Carlos en eventos nacionales mientras se estaban separando y que luego siguió teniendo su propio rol en diversas fundaciones.

“La diferencia, claro, es que Diana nunca comercializó su vida como lo hacen Meghan y Harry”, disparó Kay, que, justamente por todo esto, se admitió bastante pesimista. “Por supuesto ellos dos volverán para la coronación de Carlos -que se espera sea el año que viene-, pero ¿después de eso?”, preguntó. Y concluyó: “En los años por venir, no haberse dado cuenta de las posibilidades que se les presentaron esta semana podría convertirse en el mayor error de la pareja”.

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