Marine Le Pen | Foto: El País

Hay escenas en la separación y el divorcio de Jean Marie Le Pen y Pierrette Lalanne que podrían escribirse en clave de comedia. En su libro “En el infierno de Montretout”, el periodista francés Olivier Beaumont describe una secuencia que supera lo imaginable: es el primer reencuentro entre los excónyuges, cuando Pierrette devuelve a su exmarido el ojo de vidrio que se llevó al abandonar el hogar familiar y Jean Marie, como gesto de agradecimiento, le reintegra la urna con las cenizas de su madre que mantenía secuestradas como garantía.

Ella misma confirmó la versión tiempo después: “Yo no robé el ojo de vidrio de mi exmarido. Sucede que él acostumbraba guardarlo en el cofre donde pongo mi maquillaje… Cuando me fui de la casa, en el apuro, me llevé el maletín sin darme cuenta de que tenía el ojo izquierdo de Le Pen dentro”, contó, entre risas, en televisión.

Pierrette Lalanne, que nació en una familia burguesa, cuyo padre se dedicaba al negocio del vino, tuvo un paso breve -e intrascendente- por el mundo de la moda. Su carrera como mannequin terminó demasiado pronto, cuando tenía 21 años, ni bien se casó con el empresario Claude Giraud. Durante aquél primer matrimonio, en un evento social, su marido le presentó a un amigo: un arrogante abogado, veterano de las guerras de Indochina y Argelia, llamado Jean Marie Le Pen. “Voy a ser presidente de Francia”, dijo él en su primera conversación. Cuentan los historiadores que el enamoramiento fue inmediato. Como dicen los franceses, hubo “coup de foudre”.

La familia Le Pen

El 29 de junio de 1960, diez días después de obtener su divorcio de Giraud, Pierrette se casó con Le Pen. Y siete meses más tarde nació la primera de sus tres hijas, Marie Caroline. Le siguieron Yann y Marion Anne Perrine, popularmente conocida como Marine. Con mucho esfuerzo, sostuvieron su matrimonio durante 27 años.

En 1972 Jean Marie Le Pen fundó el Frente Nacional y se convirtió en el máximo referente de la extrema derecha francesa. Ese mismo año, Pierrette solicitó por primera vez el divorcio. Nunca trascendieron los motivos. Pero su voluntad de romper el matrimonio fue decreciendo a medida que su marido ganaba espacio en los medios de comunicación, siempre a partir del escándalo y la provocación, con declaraciones muchas veces homofóbicas, racistas y antisemitas. Fue durante aquellos años convulsionados que Le Pen perdió su ojo izquierdo a raíz de una catarata traumática.

“Madame Le Pen” acompañó y potenció la ascendente carrera política de su segundo marido. En 1984, Jean Marie dio el batacazo en las urnas y consiguió una banca en el Parlamento Europeo. Animado, contrató al periodista Jean Marcilly para que escribiese su biografía. Debía ser ambiciosa y apologética, digna de un futuro presidente. Le Pen quería que resaltase su pretendida grandeza y lo erigiera como “el tribuno del pueblo”. Invitó a Marcilly a vivir su vida: lo introdujo en cada meeting político y lo metió en su casa para que pudiese observar, al detalle, cómo vivía. Pero la sociedad duró apenas semanas: un día de octubre, al regresar a casa, Jean Marie Le Pen descubrió que su mujer se había marchado. “Nos abandonó, se fue con el escritor”, le advirtió la ama de llaves.

Primera plana de los diarios

El caso se imprimió en la primera plana de los diarios con letras de escándalo. Le Pen trataba a su exmujer de “borracha y drogadicta” y la acusaba de haber cometido adulterio. Pierrette sólo pedía concretar el divorcio y alcanzar “una justa división de bienes”. Repetía que “Jean Marie se quedó con la herencia de mi familia, las fotos de mi familia y las cenizas de mi madre”. El debate mediático se prolongó por años.

Fue en esa discusión que se produjo el acto culminante de esta crónica. En 1987, entrevistado por la edición francesa Playboy -que además de mostrar desnudos femeninos dedicaba su reportaje central a una personalidad de renombre-, Le Pen respondió a los reclamos de su mujer: “Si quiere dinero, puede limpiar casas”.

Los editores de Playboy se frotaron las manos y se lanzaron a una misión que, al principio, creyeron imposible: convencer a Pierrette Lalanne de que respondiese a su exmarido con una producción de fotos sexy, limpiando la casa. “Jugando a ser mucama”, le propusieron. Para apoyar su poder de convencimiento, llevaron consigo una valija llena de dinero.

Prácticamente no puso condiciones

Contra todos los pronósticos, Pierrette dijo que sí. Y prácticamente no puso condiciones. A sus espléndidos 50 años, en una sociedad mucho más machista y conservadora que la actual, la exmujer del representante de la extrema derecha francesa, de quien se presentaba como “custodio de los valores morales”, posó absolutamente desnuda. Fue la conejita de la edición francesa de julio de 1987. El título de portada, donde no aparecía ningún rostro, fue “Madame Le Pen limpia”. Nada más.

La serie de fotografías –que se repitió en la mayoría de las ediciones que tenía Playboy en todo el mundo, incluso en Argentina- estaba acompañada por un reportaje. Allí Pierrette contó que le resultó muy difícil tomar la decisión de posar desnuda.

Dijo que tuvo que atravesar “un Rubicon de prejuicios”. Su descargo: “Un día, llena de furia, pena e indignación, llamé a quien fuera mi marido durante un cuarto de siglo, el padre de mis tres hijos, y le dije: ‘¿Jean Marie, finalmente te vas a comportar como un hombre respetable?’. Con su fineza habitual, me respondió: ‘¡Mi culo!’. Y me aconsejó, acá mismo, desde las páginas de Playboy, ‘limpiar casas para sobrevivir’. Yo, que fui marcada a fuego como servidumbre por el régimen matrimonial Le Pen, que me mantuve fiel y obediente durante los 25 años que viví con él, tuve que elegir. ¿Quería que hiciera la limpieza? No me avergüenza, es un trabajo, ¿no es cierto? Y bien, monsieur Le Pen, acá estoy”.

Después de su audaz producción, Pierrette desapareció de la escena por unos meses. Se recluyó, lejos de los flashes, en su nueva pareja, “el biógrafo maldito”. Reapareció en abril de 1988 a través de una entrevista en el semanario Globe. Y con sus declaraciones, lejos de apaciguar las aguas, desató nuevas tempestades.

Le Pen interpuso recurso de amparo

Le Pen interpuso un recurso de amparo para evitar que la publicación llegase a los kioscos, pero la Justicia lo ignoró. La entrevista, brutal y descarnada, tuvo eco en todo el mundo. Pierrette dijo que Le Pen le arruinó la vida. Que la golpeó durante años. Refirió también a negocios turbios y nombró “socios cuestionables”. Dijo que Le Pen en su vida privada no practica nada de lo que promueve en público. Contrastó su imagen de conservador y “campeón de los valores familiares” con los permisos que daba a sus tres hijas de dormir con sus novios en el hogar familiar. Dijo que las chicas, quienes eligieron vivir con su padre, fueron criadas “en un antisemitismo primario”. Y que cada vez que su exmarido se refería a Adolf Hitler lo llamaba “el tío Dolphi”.

Marine, la actual candidata a la presidencia de Francia, no volvió a dirigirle la palabra por los siguientes 15 años y apeló a la metáfora para graficar su dolor: “Una madre es un jardín privado, no un basurero público”. Además, detalló: “Durante un mes y medio, vomité todos los días”.

El romance entre Pierrette Lalanne y el periodista Jean Marcilly no prosperó. Se fue apagando con los años. Jean Marie Le Pen, por su parte, se volvió a casar, el 31 de mayo de 1991, con Jeanne Marie Paschos. El nuevo matrimonio convivió con las hijas de Le Pen en el “hôtel particulier” (como llaman los franceses a un tipo de residencia señorial, palacete o mansión urbana habitada por un único propietario o una familia y su servidumbre) de Montretout, en Saint-Cloud, alrededores de París.

Se trata de un “casi castillo” con 4800 metros cuadrados de jardín que el líder del Frente Nacional heredó –junto a varios millones de dólares que cambiaron drásticamente su forma de vida- de Hubert Lambert, su más fiel consejero político, con ideas extremistas, quien murió solo, sin hijos y lleno de dinero, a los 42 años por causa de una cirrosis. En su momento, la familia Lambert denunció que Le Pen se aprovechó de la debilidad de Hubert para hacerle cambiar el testamento en su favor.

Atravesaba un momento crítico

En 1999 Pierrette quedó en la ruina. Le Pen, que atravesaba un momento crítico con sus hijas, creyó que volvería a conquistarlas si se mostraba magnánimo e invitaba a su ex, “a la adúltera”, a vivir en una de las casas menores y desocupadas de Montretout, construidas para albergar a la servidumbre. Pero la jugada no salió como Jean Marie había imaginado: a medida que las chicas se acercaban a su madre, más distancia tomaban de su padre.

El resto, es historia conocida: Marine –que volvió a llamar a su madre como “mamouche”- dio un golpe de Estado en el Frente Nacional y en 2015 corrió a su padre de la conducción y asumió ella misma el liderazgo.

A sus fantásticos 86 años, Pierrette Lalanne aún vive en Montretout como “invitada” de su exmarido. Jean Marie Le Pen, que tiene 94 años y también perdió la audición de su oído izquierdo (y a los periodistas les encanta escribir, vive en el casco principal con su actual pareja, “Jany”. Las tres hijas abandonaron el hogar familiar. Marie Caroline se fue a mediados de los 90, tras unas elecciones internas en el Frente Nacional, donde apoyó abiertamente a un candidato opositor a su padre. Yann dejó la propiedad de los Le Pen para formar su propio hogar, pero regresó algunos años más tarde, cuando se separó de su marido. Marine, en cambio, vivió en una de las casas internas de Montretout hasta los 46 años, cuando los perros de su padre, Sargento y Mayor, mataron a su gato.


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