El lenguaje y un vaso, o dos, de ginebra coinciden en una exigencia: la posibilidad de algo más fuerte que cualquier realidad. Una mitología diversa se ha fundado alrededor de la botella. En Black out de María Moreno la botella es el objeto que se transforma en habla para significar el estremecimiento de las historias o la suma de signos que conforman la novela, ya no digamos la vida. En el sentido de Barthes, un significado en el mito puede estar sujeto a varios significantes; en la novela, la botella se multiplica no solo en la mirada borracha del personaje, sino en las distintas circunstancias donde es protagonista para fundar desde su forma un sentido; porque en las botellas de Black out se evaporan el pasado, la memoria, las situaciones, las decisiones hasta convertirse en letra, en habla, en formas del lenguaje que trazan las fronteras entre el mito y una teoría de la embriaguez que atraviesa no solo una forma de estar en la vida, sino los procedimientos discursivos de la obra. Es decir, las tres partes en las que se divide la novela: “La pasarela del alcohol”, “Del otro lado de la puerta vaivén” y “Ronda” se multiplican asimétricamente como distintas reacciones del alcohol en la narradora que, a su vez, involuntariamente, podría estar desdoblándose entre María Moreno y Cristina Forero para reconocer la sacralidad que guarda lo profano del alcohol en los ritos de fraternidad, sexo y escritura.  

Black out es eso que Giorgio Agamben, en La potencia del pensamiento, llama “máquina mitológica” capaz de producir mitologías con el espejismo de ocultar herméticamente dentro de sí el mito. En ella identificamos a la autora / narradora María Moreno. Su ejercicio de autoficción reproduce la posibilidad e imposibilidad de decir “yo” alrededor de la botella que transforma el tiempo en el intercambio de pasado y futuro, ambos acabados e inacabados en historias narradas que son objeto de conocimiento y modo de conocer. Principalmente, a través de los ritos.

Los ritos de fraternidad: el “yo” en el conocimiento de su máquina mitológica festiva:

“Nuestra amistad tenía la edad de nuestro whisky. Las tres testuces cubiertas de tres razas argentinas de toros magnificaban la etiqueta del Criadores: los creadores ignorantes u olvidados del significado del eslogan ‘The Breeder’s Choice’ hablábamos de Frantz Fanon, de Sartre y de Perón bajo los emblemas de Sociedad Rural. En cambio Borges, que no aguantaba el whisky, se tomaba, de miedo antes de cada conferencia, una copita de grappa, o sea, él, al que considerábamos tan cipayo, cuando bebía podría haber dicho con su gusto espontáneo por la paradoja ‘yo nacionalizó’ ya que la grappa es una bebida de italianos” (p. 131).

Un rito de fraternidad que evoca otros mitos, en un sentido borgeano y en palabras de Agamben: “El laberinto interioriza lo que tiene a distancia”. 

Los ritos del sexo: el mito de la botella que da lugar a los ritos sexuales está sujeto a situaciones límite: “El muchacho olía a sudor de miedo, a medicina fermentada, a vino viejo. Yo probaba con la lengua esa dieta nueva un poco agria, la desinfectaba con el alcohol que había tomado” (p. 115). Desinfección de moralismos y prejuicios que trascienden la pretensión de la pequeña muerte en el orgasmo.  

Los ritos de la escritura: el gran mito de la botella en literatura, los escritores briagos, ¿nos responde Black out  la pregunta sobre si se puede escribir borracho? Después de leer la novela puede afirmarse que en la obra las formas de literatura / alcohol devienen sentido de sobriedad / escritura que fundan una poética de la embriaguez (del estremecimiento) proyectada en las figuras de botellas, especialmente de ginebra.

La conjunción de estos ritos configura la episteme en la que se convierte Black out en función de las mitologías de la botella. La novela como máquina mitológica también funge como máquina lingüística para organizar una composición de voces que acentúan aún más sus máscaras bajo la embriaguez. Voces cuya exigencia es nombrar un vacío resguardado dentro del mito novelado, puesto que, es solo en él donde tiene la posibilidad de nombrarse.

“Si escribo lo que escribo, ¿me desnudo?” (p. 271) dice la narradora como parte de la autoficción, preguntándose por la estrategia de la máquina mitológica para elaborar su propio secreto desde la sacralidad en los ritos profanos, preguntándose por el rango de sobriedad y conocimiento de la máquina lingüística. Esto es, la bi-polaridad en una máquina llamada Black out.

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Black out

María Moreno

Literatura Random House

Buenos Aires, 2016


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