La fuente de la creatividad humana ha sido para muchos un misterio. Por años, intelectuales de diversa índole se han abocado a la búsqueda del origen de la luz interior, esa de la que parten las ideas que logran transformar la realidad. El escritor y periodista español de 46 años de edad Javier Sierra halló esa fuente de poder inagotable y ofrece un camino para su conocimiento en El fuego invisible, creación que lo hizo acreedor del Premio Planeta de Novela 2017.

Encontrar el origen de la creatividad parece una tarea irrealizable; sin embargo, Sierra lo presenta en una narración abierta. “Mi responsabilidad es hacer de las cosas complicadas algo más comprensible, eso lo aprendí del periodismo”, añade el novelista, al que también le sirvió su anterior oficio para pulir la forma de hacer las preguntas e indagar en lo desconocido. “Me preguntaba quiénes somos, de dónde venimos, hacia dónde vamos… Y al no encontrar respuestas concretas me lancé a la literatura”, dice quien se ha mantenido por años en las listas de los autores más vendidos alrededor del mundo.

¿De dónde surgió la idea para escribir El fuego invisible?

—En el año 2004 publiqué La cena secreta, en la que analizaba un fresco de Leonardo Da Vinci mundialmente conocido, La última cena. En él se ven a los discípulos y a Jesús, pero no el grial. Me quedé con la duda de por qué no lo había pintado y comencé a investigar sobre sus orígenes. Hay múltiples creaciones que han utilizado ese objeto, pero yo quise ir a la fuente: ¿Cuándo fue la primera vez que se habló del grial en la historia? Me llevé una enorme sorpresa porque la primera vez que se menciona fue en un libro escrito en 1180. Durante mil años nadie habló del grial y en ese momento un poeta francés escribe un libro llamado El cuento del grial, en el que lo describe como un cuenco del que irradia una luz tan poderosa que es capaz de eclipsar al sol. Luego, descubrí que 60 años antes alguien había pintado esa imagen en unas iglesias en el norte de España. A partir de esa desconcertante coincidencia comencé a investigar y vi que tenía un material que bien desarrollado podía transformarse en una buena novela.

—¿Cómo fue el proceso de investigación para descubrir los misterios alrededor del grial?

—Mi labor como escritor requiere un largo trabajo de documentación. En este caso fueron tres años y medio, en los que consulté a expertos –pregunté mucho– y fui saltando de fuente en fuente. Así, poco a poco, logré armar una especie de rompecabezas en el que reuní piezas que, gracias a la imaginación y a la libertad creativa, florecieron como una historia.

—¿Qué fue lo más difícil de hallar?

—Hubo muchas complicaciones, pero podría destacar que hablo de una iglesia muy particular. Santa Cruz de la Serós es el nombre del lugar que tiene algo que lo hace muy especial: encima del recinto, sobre la bóveda de la construcción románica, se construyó una segunda iglesia secreta a la que se puede acceder solo por unas escaleras que están a 8 metros de altura. Tuve que pedir muchos permisos, pero llegué. Fue maravilloso poder recorrer ese sitio que luego se convirtió en uno de los lugares más importantes de la historia.

—En la novela se habla de los daimones como fuente de inspiración, ¿qué voces escucha mientras escribe?

—Yo presto mucha atención a esas voces mientras escribo. Lo que más me ha maravillado de este proceso es que grandes firmas de la historia de la literatura como Victor Hugo o Valle Inclán escuchaban y tenían conexión con ellas a través de trances en los que recibían ideas sublimes. Desde luego ellos eran mucho más afortunados que yo. Jamás se me ha revelado la trama de una novela a través de esas voces, lo mío es más racional, de picar piedras. Podría decirse que soy hijo de mi tiempo, me cuesta desprenderme de la razón al momento de escribir.

—¿Es el fuego invisible un sinónimo de creatividad artística?

—Una de las cosas que más me llamó la atención mientras investigaba sobre las pinturas del grial es que esas obras están mezcladas con el Apocalipsis. Ese último libro de la Biblia se escribe en un trance que Juan el Evangelista tiene en la isla de Patmos, en Grecia. Luego, tenemos que el grial es algo visionario, íntimo, que tiene que ver con la luz interior: la creatividad que alumbra a las grandes obras de arte. Eso fue lo que hallé escribiendo la novela. Me sentí como aquel Prometeo, de la tradición clásica, que les roba el fuego a los dioses para entregárselo a los hombres. Robé el fuego invisible y se lo entrego a los lectores en una novela que les va a resultar muy evocadora, porque viene a decir que todos tenemos dentro ese potencial creativo y que lo que debemos hacer es alimentarlo con lectura, con belleza y con cosas que hagan elevar nuestro espíritu para convertirnos en seres humanos plenos.

Una epopeya de la humanidad

“Los libros son el último refugio que tiene el intelecto humano para aquietarse”, asegura Javier Sierra sobre la necesidad de desconectarse de la televisión y los teléfonos para leer. Sin embargo, no reniega del mundo digital que permea en muchos ámbitos del presente. “Soy hijo de mi tiempo”, agrega y adelanta que con los 600.000 euros que recibió por el premio se dedicará a completar un proyecto que versa sobre uno de los grandes momentos de la humanidad. “De los 12 astronautas de las misiones Apolo que pisaron la Luna quedan vivos 8. A algunos los he conocido, pero me gustaría poder conversar con todos y escribir sobre esa epopeya de la humanidad, sobre la última vez que nos enfrentamos físicamente a lo desconocido”, precisó el autor que hasta la fecha es el único español que ha logrado entrar en el Top 10 de The New York Times como uno de los autores más vendidos en Estados Unidos. Su novela más conocida, La cena secreta, se ha editado en 42 países y ha vendido más de 3 millones de ejemplares. Sierra es licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, fue por varios años consejero editorial de la revista Más allá de la ciencia y participó en diversos programas de radio y televisión. Tiene ocho novelas publicadas, cuatro ensayos y escribe la columna mensual “Ocultura” en la revista Año Cero.


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