Viuda de Sean Connery

Los últimos años de Sir Sean Connery, quien murió el pasado 31 de octubre, a los 90 años de edad en su mansión de Bahamas, fueron de mucho sufrimiento. Padecía demencia senil.

Micheline Roquebrune, viuda del actor que le dio vida al agente James Bond, asegura que está aliviada de que Connery por fin descanse en paz. «Su salud no fue buena durante los últimos cuatro años. Sufría de demencia senil y era consciente de su condición. Eso le producía mucha infelicidad. Estaba aburrido de todo. Dormía durante días para tratar de olvidar. En momentos de lucidez me decía que ya había tenido suficiente y que quería terminar. Me desgarraba el corazón verlo así. No era vida. Al final, le rogaba a su médico que le diera marihuana, cualquier cosa para que se sintiera un poco más feliz», recuerda la pintora franco-marroquí en una entrevista para la revista Paris Match.

Roquebrune, dice, se siente arrepentida por no poder ayudar más a su esposo cuando lo necesitaba. Confiesa que era desesperante no poder tener una solución inmediata a su enfermedad. «Cuando lo llevé a la clínica para un chequeo hace unos cuatro años, el médico me dijo que Sean tenía un corazón muy grande y no duraría mucho tiempo. Lo único que podía salvarlo era ponerle un marcapasos. Le dije que lo hiciera. Y ahora que lo pienso, no sé si tomé la decisión correcta porque solo hizo que se prolongara más su sufrimiento», lamenta.

El actor fue incinerado, lo que llamó mucho la atención de todos. Sin embargo, su viuda asegura que no eran creyentes y, además, Connery nunca quiso una ceremonia religiosa. «Sus cenizas están en mi casa, en un jarrón. Cuando pasemos esta pandemia tiraremos parte de sus cenizas en el campo de golf de Lyford Cay y la otra parte en Escocia, en el de Saint Andrews», dice.

Debido al impacto que causó la muerte del actor, Roquebrune se ha visto en la necesidad de no solo develar el sufrimiento de sus últimos meses, sino también de rectificar la imagen personal que tenían de él. Para muchos Connery era muy arrogante.

«No podía soportar la injusticia. Era una persona inocente. Un buen hombre, incapaz de lastimar una mosca. Ha sido estafado mucho en su vida. A menudo decía: ‘Me jodieron más que una puta. ¡Cuando piensan que soy un tacaño!’. Es cierto que descubrió que se desperdiciaba demasiado en las películas, pero no hubo nadie más generoso que él. Cuando dio el último salto hizo una fortuna. Donó todo su patrimonio a una organización benéfica en Escocia que se ocupa de niños que no pueden pagar una educación», finalizó.


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