USA7133. NUEVA YORK (NY, EE UU), 15/05/2023.- Fotografía de la obra "Noche estrellada" de Van Gogh, exhibida durante la presentación de la muestra "Van Gogh's Cypresses", en la sede del Museo Metropolitano (Met), hoy en Nueva York (EE UU). EFE/Ángel Colmenares

El Museo Metropolitano de Nueva York (Met) inauguró este lunes una exposición centrada en los cipreses del pintor holandés Vincent Van Gogh que revela que el maestro postimpresionista estuvo fascinado con estos árboles los dos últimos años de su vida, más tiempo del que se creía.

Los cipreses de Van Gogh, que abre al público general el lunes próximo, reúne en la misma sala dos cuadros icónicos de 1889 que habitualmente se visitan en dos museos diferentes de la ciudad. La Noche estrellada, del MoMA, y el Campo de trigo con ciprés, del Met, y que no se habían reunido desde 1901.

Les acompañan decenas de obras llegadas desde todo el mundo, incluida una veintena de cuadros, acuarelas y dibujos.

USA7133. NUEVA YORK (NY, EE UU), 15/05/2023.- Público observa algunas de las obras de Van Gogh exhibidas durante la presentación de la muestra Van Gogh’s Cypresses, en la sede del Museo Metropolitano (Met), EFE/Ángel Colmenares

La comisaria, Susan Alyson Stein, destacó que unas 30 instituciones y coleccionistas han colaborado con el Met para hacer posible esta exposición tan específica, que describió como «única en una generación» y que cambia alguna idea sobre la historia de uno de los artistas más reconocibles y estudiados.

Según dijo a Efe, las teorías «convencionales» sitúan el descubrimiento de los cipreses por parte de Van Gogh tras su ingreso en el hospital psiquiátrico de Saint-Rémy, en junio de 1889, pero la muestra asegura que esos árboles ya alimentaban su imaginación meses antes, y «cuenta por primera vez el trasfondo».

Una «nota oscura» entre el color

Después de dos años en París, Van Gogh se traslada a Arles, un pueblo de campo en la región de la Provenza, en busca de color y sol para sus obras, pero se encuentra con la «nota oscura» de estos árboles esbeltos asociados con la muerte, que incorpora en un dibujo ya en marzo de 1888.

En ese dibujo, que inicia un recorrido dividido en tres etapas, la primera de ellas llamada «Las raíces de su invención» y fechada entre febrero de 1888 y mayo de 1889, Van Gogh plasma un paisaje con un camino flanqueado por los sauces típicos de los Países Bajos con un ciprés solitario al fondo.

«Los cipreses tocaron inmediatamente la fibra sensible del artista holandés. Que exploró su diseño en las obras producidas durante el período de 15 meses que pasó en Arles y lo continuó examinando hasta los últimos meses que pasó en el hospital psiquiátrico». Dos meses antes de su suicidio, en junio de 1890, explicó Stein.

Inicialmente Van Gogh coloca estos árboles en segundo plano al retratar paisajes vívidos de huertos en flor, algunos con una clara inspiración en el puntillismo de Georges Seurat. Pero después los convierte en un «diseño emblemático» entre mayo y septiembre de 1889, etapa marcada por su empeoramiento físico y mental.

Por entonces el pintor ya ha perdido su oreja durante la crisis mental por la que ingresa en el hospital de Saint-Rémy, donde crea más que nunca desde su estudio improvisado en una habitación libre y tras sus posteriores paseos por el campo, que inspiran la Noche estrellada, el Campo de trigo con ciprés o el majestuoso Cipreses.

La naturaleza sigue emocionando al pintor en su última etapa. También en Saint-Rémy, entre octubre de 1889 y mayo de 1890, cuando «cierra el círculo» y produce una última obra en la que un enorme ciprés se alza en un campo de trigo ante una media luna y una estrella, con sus brochazos característicos.

La cuñada de Van Gogh, figura clave

A la presentación en el Met asistió una descendiente de Van Gogh, Machteld van Laer, que reivindicó la figura de su tatarabuela, Johanna Van Gogh-Bonger -viuda del hermano menor del pintor, Theo- como la figura clave que preservó la obra del maestro y contribuyó en buena medida a su fama póstuma.

«Medio año después de morir Vincent murió Theo, así que (Johanna) era una joven viuda con un niño de un año, que era mi abuelo. Tenía todo este legado del que se podía haber deshecho, pero se sintió responsable. Ya que Theo siempre dijo que Vincent era un gran artista, aunque no era famoso en ese momento», dijo a Efe.

Ese legado incluía unas 800 cartas, la mayoría de Vicent a Theo, marchante de arte de profesión, en las que el primero le hablaba al segundo de «su arte, de sus intenciones y de cómo se sentía». Con numerosas menciones a los cipreses. Algunas de ellas están escritas por las paredes de las salas y complementan las obras.

La mujer, que dijo estar emocionada de que su legado familiar esté en el «templo del arte» neoyorquino y «orgullosa» de su tatarabuela, leyó algunas ideas que esta ayudó a divulgar. Como este comentario de Van Gogh a su hermano sobre los cipreses: «Me asombra que nadie los haya hecho (pintado) aún como yo los veo».


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