Foto: Parade

En el portón de entrada a la propiedad de Tina Turner en Küsnacht, Suiza, hay una placa metálica. Dice «Vor 12.00 Uhr nicht läuten, keine Lieferungen», que en alemán significa algo así: «Ni se le ocurra molestar antes del mediodía. Para entregas tampoco».

Tina Turner fue un símbolo de la energía del rock and roll durante 50 años. Se convirtió en estrella con Ike Turner cuando era veinteañera, escapó de los abusos de él siendo treintañera y se abrió paso hasta la cima del ranking con más de 40. Luego, recorrió el mundo con sus giras cuando ya era sesentona. Ahora lo que quiere es dormir hasta cualquier hora.

Turner tiene 79 años de edad. Hace 10 que está retirada, pero sigue disfrutando de no hacer nada como el primer día. «No canto. No bailo. No tengo que vestirme», comenta. Hasta su peluca –»elemento crucial del look Tina Turner», como escribió en su reciente autobiografía– ha relajado su antigua rigidez perpendicular y parece más una melena atrevida. Su voz sigue siendo tan hipnótica como siempre, aunque ahora la emplea con objetivos diferentes. Cuando llama a su esposo, su inglés adquiere un marcado acento continental, pero para provocarlo recurre a su carraspeo grave y trémulo, «una voz que no es de mujer», como ella misma dice.

Cansada de cantar

No extraña para nada el escenario. En absoluto. Está encantada con su retiro. En 2009 daba vueltas por el mundo con las últimas presentaciones de su gira ¡Tina! 50º Aniversario. Pero en realidad tenía puesta la cabeza en la inminente redecoración de su casa.

Había vivido esa vida de estrella junto a Ike, después la había conquistado para ella misma y ahora era tiempo de lograr una vista abierta y despejada del lago de Zúrich. «Simplemente me cansé de cantar y de tener que hacer feliz a todo el mundo todo el tiempo», confiesa. «Me pasé la vida haciendo eso», añade.

Cada tanto, sin embargo, se sube al auto.

Tina frente a Tina

Tal vez no esté cantando mucho últimamente, pero hay un escuadrón de Tinas que se presentan en su nombre en todo el mundo.

Tina: The Tina Turner Musical está basado en su vida y con música de sus grandes éxitos. Y a partir del mes que viene habrá una Tina en Broadway, cuando se estrene una producción de 16,5 millones de dólares en el Teatro Lunt-Fontanne, con Adrienne Warren bajo la icónica peluca.

Con dirección de Phyllida Lloyd (Mamma Mia!), el espectáculo cubre cuatro décadas de la vida de Turner, desde aquella pequeña llamada Anna Mae Bullock de la localidad de Nutbush, Tennessee, hasta su impresionante éxito como feroz estrella del pop en la década de los años ochenta del siglo pasado.

La artista supervisó de cerca la producción del musical, le explicó al coreógrafo sus clásicos movimientos en el escenario y compartió anécdotas con los autores.

No le causa extrañeza ver a esas mujeres imitándola. Dice que se ha pasado la vida viendo a otras mujeres que la imitaban.

Vida personal

Lo que resulta más duro es pasar revista de su propia vida. El musical rastrea su ascenso triunfal como solista y su incipiente romance con Bach, pero antes sobrevuela los 16 años que Tina pasó con Ike.

Lo conoció cuando Ike era un vanidoso líder de banda de St. Louis y ella tenía 17 años de edad y era todavía la pequeña Anna Mae. Ike la habilitó como cantante, pero al final casi terminó haciéndole odiar la música.

Primero le cambió el nombre, después la registró como su marca y finalmente se apropió de ella. Le robó sus ganancias. Le tiró café caliente en la cara. Le rompió la mandíbula. Y mientras hacía todo eso, la hacía cantar igual, aunque le corriera sangre por la garganta.

El clímax del actual musical sobre su vida muestra a Tina Turner devolviéndole el golpe a Ike antes de correr hacia la libertad. En la vida real, ella no devolvió el golpe, sino que se puso a masajearle la frente hasta que él se durmió: solo entonces se sintió segura como para escabullirse de la casa.

Hasta el día de hoy, Tina nunca ha revelado el verdadero alcance del abuso que sufrió. «Supongo que me da vergüenza. Siento que ya conté lo suficiente», dice.

«No sé si podré perdonar alguna vez todo lo que Ike me hizo», confiesa Turner. «Pero Ike murió, así que no tenemos que preocuparnos por él», añade con risa.

Un amor de tres décadas

Finalmente se escapó de Ike en 1976: con 36 centavos en el bolsillo. Tenía la cabeza tan hinchada por los golpes que ni siquiera se llevó la peluca. Estaba endeudada. La llamaban de todos los locales donde habían cancelado las presentaciones de Ike & Tina Turner Revue, y nadie quería lanzar la carrera solista de una cantante negra de 37 años.

Un día fue al programa Hollywood Squares y el conductor Peter Marshall la recibió preguntándole: «Tina, ¿dónde está Ike?».

Se consolidó como solista y conoció el amor. Hace muchos años, cuando tuvo problemas renales y estuvo al borde de la muerte, su esposo le donó un riñón. «Y lo volvería a hacer», dice, a lo que ella responde: «Y tal vez tengas que hacerlo, porque podría necesitar el del otro lado».

La pareja se mudó a Suiza en 1995. Tras una vida caótica, a Turner le sienta bien el fanatismo de los suizos por el orden. No habla alemán, y en realidad lo prefiere, porque nadie espera que diga demasiado. Y si alguien dice algo divertido, le pide a su esposo que le traduzca.

La fuerza de su voz, la potencia de su historia de vida, parecieron construir un personaje invencible, pero no deja de ser un personaje. «La idea de ser una persona fuerte no necesariamente me gusta. Tuve una vida terrible. Y yo seguí. Uno sigue y espera que llegue algo», manifiesta. Hace un gesto y agrega: «Y llegó esto».


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