Thierry Frémaux
Foto: AFP

Desde 2004 es el principal responsable del festival de cine más importante del mundo. Cada año, Thierry Frémaux y su equipo tienen la oportunidad (y el desafío) de elegir las películas que participarán en las distintas secciones de Cannes. Además de montar un evento único que combina excelencia artística con glamour para una cobertura mediática a escala planetaria.

Durante la charla con LA NACION quien dirige el prestigioso Instituto Lumière en Lyon habló sobre su tarea de «embajador» y se definirá varias veces como «dinosaurio» a la hora de defender ciertos rituales y tradiciones hoy puestos en duda o que han perdido bastante vigencia.

Amado por muchos a los que ha ayudado en sus carreras y temido por otros tantos con quienes se ha enfrentado, Thierry Frémaux ha emprendido arduas batallas (como la de acompañar la posición de los exhibidores franceses contra el avance de Netflix e impidiendo que las películas producidas por el gigante del streaming compitan en la sección oficial del festival si no garantizan un amplio período de exclusividad previo en las salas de ese país). Como también ha tenido que lidiar con las crecientes dudas de los estudios de Hollywood a la hora de estrenar sus filmes en ese enclave de la Costa Azul (la prensa en Cannes es mucho más dura y exigente que en otros festivales y, por lo tanto, las críticas suelen ser menos entusiastas).

De todas formas, Frémaux es desde hace quince años una de las figuras más poderosas e influyentes del panorama cinematográfico mundial y, por lo tanto, una opinión autorizada a la hora de pensar (y repensar) el estado de las cosas en el universo audiovisual y analizar ciertas tendencias que pueden consolidarse en el futuro. Siempre abierto y generoso, el mandamás de Cannes advierte: «Los cambios son tan profundos y tan veloces que lo que diga hoy pueda quedar caduco, obsoleto y hasta ridículo dentro de un año o dos».

El futuro de los festivales. «No es verdad que estén en crisis ni que corran el riesgo de desaparecer por el boom de la tecnología. No es lo mismo ver a Pedro Almodóvar en vivo que en una videoconferencia, no es lo mismo ver una película en pantalla gigante y excelente sonido con 2000 personas asistiendo a un estreno mundial que en streaming en un celular. Para Cannes trabajamos todo el año, no solo para los doce días en mayo. Vengo de presentar una muestra en Hong Kong y ahora estoy en la Argentina, tenemos el mercado más grande del mundo (el Marché du Film) y somos socios en Ventana Sur, el principal mercado latinomericano. Ayudamos a producir, vender y exhibir el cine de todo el mundo. Los festivales son eventos sociales, mediáticos y de debate irreemplazables. Les auguro un futuro muy provechoso.»

El futuro del cine en el cine. «Estamos en un momento difícil, pero lejos del apocalipsis que tantos pregonaban hace no mucho tiempo. Yo mismo en casa tengo hijos de 15 y 17 años que pasan muchas horas con la PlayStation, en YouTube, en Netflix y yo les insisto. ‘Todo bien, pero no se olviden de Bergman, de Fellini, de Tarkovski…’. Somos responsables de su educación. La concurrencia a los cines ha mejorado en muchos países asiáticos, en España… Eso quiere decir que sigue gozando de buena salud. Es cierto que hay más concentración, que mucho público ve solo películas de Marvel, pero primero necesitamos que no se pierda el hábito de ir al cine y luchar luego para que se vea todo tipo de películas en las salas.»

El futuro del negocio del cine de arte y ensayo. «Hace dos semanas cené en Los Angeles con Quentin Tarantino y lo noté muy pesimista. Él tiene una hermosa sala, el New Beverly Cinema, dedicada a proyectar exclusivamente filmes en 35 milímetros, pero -más allá de su pasión cinéfila- no me dio un panorama demasiado alentador. Nosotros, los franceses, somos mucho más optimistas: tenemos salas para todo tipo de cine, defendemos la diversidad, vemos películas de todo el mundo y formamos a nuestros chicos para que disfruten del cine francés y de todas las regiones, no solo el de Estados Unidos. Hace tres años, el Instituto Lumière que lidero junto con Bertrand Tavernier abrió diez salas para exhibir cine de arte, clásicos y pasamos de 20.000 espectadores el primer año a 240.000 tres temporadas más tarde. Hay que formar, concientizar, difundir y muchas veces se consiguen éxitos como ése.»

El futuro del consumo cultural. «Hoy, toda la cultura de masas se está construyendo para que no salgas de tu casa. Tecnología hogareña cada vez más sofisticada, múltiples servicios de streaming, delivery de comida. Yo, en cambio, soy de los que siguen abogando por salir del hogar para compartir experiencias colectivas. Ver una película en una sala es mucho mejor que verla en un televisor, ir a un buen restaurante es mucho mejor que pedir comida, ir a la cancha es mucho mejor que ver un partido en tu casa, ver un recital es mucho mejor que escuchar un disco, discutir una película en un bar es mucho mejor que hacerlo por WhatsApp. Son acontecimientos únicos, irrepetibles. Ver a Bruce Springsteen o a Leo Messi en vivo es algo que recordarás toda la vida; pero en cambio nadie se acuerda de lo que vio en una transmisión televisiva.»

El futuro de la tecnología. «No puedo desconocer la importancia de la tecnología digital en la distribución y exhibición de cine, pero sigo sosteniendo que el fílmico es único. Por más sofisticadas que sean hoy las cámaras, los proyectores o las pantallas para mi el digital no deja de ser como una televisión gigante. Por eso, celebro que los melómanos sigan reivindicando el vinilo y Tarantino haya proyectado en Cannes Había una vez… en Hollywood en fílmico. Sí, en eso Quentin y yo somos unos dinosaurios. Desde que con la aparición del cine sonoro decretaron la muerte del teatro todas las teorías apocalípticas no se han cumplido.»

El futuro del streaming. «Aunque por el momento estemos enfrentados, no dejo de reconocer el éxito de Netflix, Amazon y otras plataformas. Saben leer guiones, saben producir, saben vender. Yo uso Netflix, pero en general solo para ver documentales, ya que sigo con mi idea de ver siempre cine en el cine. Estoy en contra de la dictadura de los algoritmos. Odio cuando me dicen que, si vi determinado título, tendría que ver tal otro. Quiero elegir qué ver, cómo verlo y dónde verlo.»

El futuro de los autores. «No es fácil para determinados directores ya consagrados y que no quieren hacer un cine barato conseguir financiamiento. El irlandés, de Martin Scorsese, que costó 160 millones de dólares, hoy solo puede hacerse con financiamiento de Netflix. Pero también es triste cuando ves que una película de esa dimensión casi no se vio en salas. Cuando la proyectamos en el Festival Lumière para 2500 personas que terminaron ovacionándolo, Marty estaba exultante. Él hace cine para esa experiencia, no para un iPad. De todas formas, hay que felicitar a Netflix por haber producido este año a Scorsese, a Steven Soderbergh (La lavandería), a Noah Baumbach (Historia de un matrimonio), a Fernando Meirelles (Los dos papas), a la nueva de Eddie Murphy ( Mi nombre es Dolemite), así como a Alfonso Cuarón ( Roma) el año pasado.»

El futuro de Hollywood. «Yo estoy de acuerdo con Martin Scorsese en que las películas de Marvel podrán ser muy populares, muy logradas desde lo visual, pero no son obras de arte. Aunque tampoco tengo un visión apocalíptica. El impresionante éxito de Joker ( Guasón) y de mi amigo Tarantino con Había una vez… en Hollywood indican que todavía hay público para producciones grandes destinadas a un público adulto. No es cierto que solo pueden hacerse películas para niños, adolescentes o familias: Joker es un film radical, extremo, y fue muy bien recibido.»

El futuro de las series. «El nivel de producción de series es notable en cantidad y calidad. Hay muchos directores, productores, actores y guionistas surgidos del cine que han mejorado mucho el estándar de las series. Me duele cuando realizadores como David Fincher -uno de los grandes talentos de las últimas décadas- deja de hacer películas para filmar un par de episodios. Lo que hace sigue siendo brillante, pero ya no es cine. Es cierto que en la discusión pública, en las redes, en los bares, hoy se charla más sobre series que sobre películas y eso es triste para quienes reivindicamos la cinefilia. La tradición, la historia grande del séptimo arte, se construyó con las películas, con los rostros de las estrellas, con los afiches, no con las series.»

El futuro del pasado. «Soy de los que creen que no hay futuro sin conocer, reivindicar y cuidar nuestro pasado. Conocer el cine clásico es fundamental y hay que recuperar y restaurar ese patrimonio. Yo vengo a la Argentina desde hace mucho tiempo y todavía recuerdo el impacto que me generaron ver Hombre de la esquina rosada, de René Mugica, sobre relato de Jorge Luis Borges; La Patagonia rebelde, de Héctor Olivera; o los primeros documentales políticos de Pino Solanas. Siempre que podemos pasamos clásicos argentinos restaurados en Cannes. Es fundamental que se resguarden los negativos de toda esa historia tan rica que tienen ustedes. Me encantaría también traer el Festival Lumière, dedicado sobre todo al cine clásico, a la Argentina.»

El futuro del cine argentino. «Hay muchos países que marcan tendencias y la Argentina es, sin dudas, uno de ellos. Es un laboratorio único, con una vitalidad y diversidad desbordantes. Combina clasicismo y modernidad, es experimental y a la vez conecta con su realidad política. Siempre me sorprende el cine argentino.»


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