Es sábado en el Trasnocho Cultural. El día anterior la obra Terror no llegó a presentarse porque otro apagón mantuvo a oscuras Caracas y parte del interior del país. El servicio eléctrico estaba más estable, así que decidieron asumir el riesgo. Sin embargo, no habían pasado más de 50 minutos cuando se fue la luz.

En escena estaban Julie Restifo y Sócrates Serrano, dos de los personajes que participan en la pieza dirigida por Héctor Manrique que, en su cuarta temporada, se presenta en una de las salas del centro cultural que está ubicado en Paseo Las Mercedes.

Cuando la sala quedó a oscuras tanto Sócrates Serrano como Julie Restifo se le acercaron a Manrique, quien sin dudarlo dijo: “Seguimos”. Habían pasado apenas unos segundos cuando más de 40 espectadores, de los 80 que acudieron a la función, sacaron sus teléfonos celulares, encendieron las linternas y comenzaron a iluminar el escenario. “Eso fue conmovedor. Estuvieron como una hora con el teléfono encendido, con todo lo que eso significa en medio de un apagón. No escatimaron en la pila”.

Julie Restifo recuerda: “Los asistentes trajeron nuestros celulares de los camerinos para iluminarnos a nosotros mismos, para que el público pudiera vernos, al menos los que estaban más cerca”.

La obra, que ya lleva más de 100 funciones, siguió cual lo ensayado. El público, reconoce el director, fue el protagonista. “La sala se convirtió en un centro de resistencia en el que estábamos todos. Y para mí esos gestos son los que nos llenan en medio de la complejísima y difícil situación que estamos viviendo. Y de eso nos tenemos que agarrar. El sábado no tiramos la toalla. Seguimos. Y no vale tirar la toalla por uno, sino por el otro. Oficios como el teatro no existen si no tienes a alguien al frente viéndote. Nuestro oficio depende de que haya un espectador. Y mientras esté dispuesto a movilizarse, mi obligación es resistir e insistir”. 

Restifo considera que lo del sábado fue un acto en el que la civilidad venció a la barbarie. “Tenemos un compromiso con la gente que nos sigue, que es seguir haciendo teatro, seguir diciendo a través del teatro. Los venezolanos necesitamos un espacio para el esparcimiento, para sentirnos humanos en medio de esta tragedia, y no unos animales que sobreviven cubriendo sus necesidades básicas, porque a eso es lo que nos está llevando este gobierno. La gente está desesperada cubriendo lo básico, pero el arte y la cultura son más que eso, es lo que lo completa, lo que hace que un ser humano tenga la dignidad de decidir si va al teatro y sentirse civilizado”.  Y agrega: “Si tenemos que hacer teatro a la luz del día o de nuevo con linternas, lo haremos. Porque seguiremos. Es un espacio de resistencia».

Para Sócrates Serrano la del sábado fue una de una de las más conmovedoras y emocionantes experiencias que he tenido sobre el escenario. “El primer gesto de la gente fue sacar sus teléfonos e iluminarnos. Allí supe que querían seguir, que querían quedarse. Aunque también me preparaba, en medio de la obra, para el ruido que ocasionarían las butacas cuando el público ya comenzara a levantarse de los asientos y decidiera, por razones de seguridad, marcharse a su casa”.

Pero no sucedió así: los espectadores se quedaron hasta el final, dieron su veredicto y una gran ovación a los actores.  “Hice mucho esfuerzo con los matices de mi voz porque el público no me estaba viendo la cara.  Y sí, se me aguó el guarapo. Porque ese acto simbolizó la resistencia personal de cada uno de los que estábamos en esa sala, más allá de que estuviera teñida de angustia, ansiedad, miedo, esperanza. Porque cada quien manifiesta su propia inquietud y proyección personal de muy distintas maneras”.

“Y la historia que vivimos el sábado –continúa Serrano– hay que contarla. Allí estábamos en una sala de teatro, donde se realizó una votación para determinar la culpabilidad o inocencia de un individuo, se fue la luz y el público hizo que la obra fuese posible”.

Original del escritor y abogado penalista alemán Ferdinand von Schirach, Terror explora los oscuros rincones de la conflictiva personalidad humana a partir de la difícil decisión de salvar vidas a costa de otras.  En ella un militar, el mayor Lars Koch, decide derribar un avión comercial con 164 pasajeros, secuestrado por un terrorista, que planea estrellarlo contra un estadio en el que hay  70.000 espectadores. Una puesta en escena en la que el público, en el rol de jurado, tendrá la última palabra.

El montaje del Grupo Actoral 80 continuará sus funciones en el Trasnocho Cultural. “Seguiremos ejerciendo nuestra civilidad, para mí eso es definitivo. Para el gobierno es una pésima noticia que la gente siga haciendo su trabajo y que lo haga desde la excelencia. Entonces, seguiremos”, concluye Héctor Manrique. 


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