Succession

Los hermanos Roy fueron el resultado de lo que siempre se supo de ellos y el poder: no estaban listos para asumir el papel con el que soñaban. Ninguno daba la talla, más allá de sus aspiraciones y talentos. El último episodio recalcó además las últimas palabras de su padre hacia ellos, en una reunión en la que él los trató de convencer para que vendieran Waystar Royco: «Yo los quiero mucho, pero ustedes no son gente seria».

Aún desde la tumba el padre siempre tuvo la razón en todo, aunque por momentos parecía que Kendall, Roman y Shiv parecían también tener razones de peso para quedarse con todo; pero al final revelaron sus conflictos emocionales, jugaron a ser hermanos y trataron de armar el equipo perfecto durante toda la narrativa.

Kendall quería ser un clon de su padre, pero no tenía la casta; Shiv era demasiado ambiciosa y siempre tuvo claro que quería estar cerca del poder y Roman trató de mantenerse a flote pesar de su naturaleza desequilibrada.

En este reencuentro familiar hay espacio para definir la dualidad de su relación. Shiv le recuerda a Kendall que lo ama, pero que no se lo podía aguantar en un plano de poder. Ella sabía que no iba subirse al ‘carro del poder’; mientras que Roman está perdido y ya no tiene su brújula, pero se sentiría tranquilo y todo se derrumba.

Succession se despidió dando una cátedra de suspenso sin caer en la trampa de un giro inesperado. Quizá eso quería la fanaticada, imaginando -por ejemplo- la ascensión de Greg robándose el show a último momento o siendo testigos de una jugada que podría derrumbar a su oponente Lukas Mattson.

Nada de eso pasó. Los hermanos jugaron sus cartas, revelaron sus ambiciones y odios (en una espléndida escena teniendo al mar como testigo) y llegaron a soñar con una alianza. El tejido de intrigas se cocinó con alianzas que parecían unidas por un vínculo tan fino y a la vez frágil; con la tensión de lograr el equilibrio de un Roman necesario para la votación que impediría la venta de la compañía de su padre y sabiendo de la traición de Shiv en ese proceso.

En un momento todo parecía estar enfocado en el reencuentro de los hermanos, en su redención y su unión para lograr algo, por primera vez juntos. Roman tendría la aprobación que siempre soñó de su padre, Shiv conseguiría un pedazo del pastel adornado con la palabra poder y Kendall lograría domar esas aguas que siempre lo acompañaron, como una metáfora encaminada a mostrar su incapacidad a la hora de tratar de controlar las mareas de ese océano salvaje de los negocios.

Pero Succession marcó un ruta de despedida más humana, sin un final concluyente y muchas cosas quedan en el aire, las cifras infladas de Gojo Mattson, el futuro cercano de un presidente que parece una caricatura de Donald Trump o el destino de un Greg que siempre jugó a varios bandas y que parece ser el sobreviviente y seguir nadando a dónde lo lleva la corriente en el nuevo panorama que viene para Waystar Royco.

Los hermanos Roy quedaron separados. Shiv terminó ajustándose a la dolorosa idea de no ser la directora ejecutiva del emporio y tener que conformarse con las migajas del poder que le deja Tom, su esposo, que pasó de ser el perrito faldero de su pareja al ser el gran traidor y el ganador de este juego por el poder.

Por su parte, Rom se toma un trago y descansa y Kendall termina sentado en una banca viendo al mar, con más dinero, pero derrotado y entendiendo que él nunca podrá domar las aguas del poder. La historia de Succession confirma lo que define a una tragedia y es que el destino no es siempre el que uno quiere, sino el que ya estaba signado o manifiesto.


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