El historiador Tomás Straka advierte que la propuesta de asamblea nacional constituyente, bajo los términos de Nicolás Maduro, puede suponer el fin de la República tal como la hemos entendido desde 1811.

“La Junta de Caracas de 1810 estaba integrada por pardos, curas y blancos porque ese criterio de segregación y exclusión era el que imperaba en la Colonia. Pero estos mismos miembros, en un avance histórico importante, hicieron un reglamento para escoger a los representantes del Congreso que fundaría la República, quienes serían elegidos sin ningún otro tipo de distingo que los que entonces establecían las leyes. No fue por sector, sino por pluralidad de la ciudadanía. Esto rompió con la forma que imperaba en esa época, en la que la representación se basaba en gremios y corporaciones como la Iglesia, la universidad o el Cabildo”, explica el individuo de número dela Academia Nacional de la Historia.

Straka es enfático al recordar que la modernidad nos hizo a todos iguales ante la ley, lo que permite que todos podamos elegir a nuestros representantes en paridad. “En un sistema que segrega, como el que plantea el gobierno, una persona que forma parte de un consejo comunal, de un sindicato y de un CLAP puede tener tres votos. El que no pertenece a nada, no tiene ninguno. La igualdad ante la ley ha ido evolucionando. En 1810 se aplicaba a todos los hombres con propiedades que sabían leer y escribir. Ahora se refiere a todos los venezolanos mayores de edad, mujeres, hombres, ricos, pobres, doctores o analfabetas. Nicolás Maduro plantea echar para atrás dos siglos de republicanismo y espíritu democrático para implementar un sistema basado en la exclusión y segregación”.

—¿Qué entienden en el país por republicanismo? ¿El venezolano es republicano?

—No voy a decir que el venezolano de a pie, el que uno se encuentra en el carrito o en el Metro, puede explicar con precisión qué es ese sistema en el que la soberanía descansa en todos los miembros de la comunidad, en el que sus asuntos son resueltos por el concurso de todos los ciudadanos y sus representantes. Sin embargo, se ha demostrado que hay ciertas ideas bien arraigadas, como que el gobierno tiene que emanar de la voluntad popular y que el pueblo tiene el derecho de cambiarlo cuando no cumple sus deberes ni respeta los acuerdos establecidos.

—Claro, pero también se mantiene esa tendencia monárquica entre ciudadanos y gobernante.

—Si bien existe lo que acabo de mencionar, la conciencia monárquica, como la llama Germán Carrera Damas, está muy presente en una proporción importante. Cuando el presidente cumple su deber y el ciudadano le da gracias como si fuera la concesión de un rey estamos ante un caso en el que se manifiesta el trasfondo monárquico que tuvimos por 300 años.

—La República también ha tenido varias constituciones durante todos estos años.

—Los cambios en la Constitución tal vez se han debido a la debilidad de la sociedad, que no ha logrado la suficiente musculatura para sostener un andamiaje institucional; que descansa en sus hombres y mujeres, sus capacidades, talentos, capital económico y social. Estas personas por mucho tiempo no pudieron establecer sistemas ordenados para evitar la violencia o la anarquía. Eso explica que cada cierto tiempo hubiera una especie de reseteo, de caída y mesa limpia, que también era excusa para que un caudillo se legitimara. Venezuela, en sus 200 años de historia, tiene una veintena de constituciones, pero desde 1958 hasta ahora solo ha habido dos. Esto quiere decir que hemos tenido cierta musculatura para garantizar períodos de orden y relativa estabilidad. A eso es a lo que se enfrenta Maduro.

—Después de las sentencias de hace un mes del TSJ en contra de la Asamblea Nacional muchos empezaron a hablar sin tapujos de dictadura. ¿Qué opina al respecto?

—Esto se parece cada vez más a los regímenes dictatoriales, que no todos han sido tiranías absolutas y monolíticas que no permitían algún tipo de discusión o actividad opositora. Si la oposición no fuera un peligro para el señor Maduro, perfectamente le permitiera operar como una especie de oposición leal. El régimen de Maduro es autoritario, con un carácter cada vez más dictatorial. No se tienen que cumplir las peores características para que se aproxime bastante.

—¿Con qué país se podría comparar Venezuela?

—Con cualquiera de los regímenes monárquicos previos a la Revolución francesa. Ahora, de forma más concreta en la modernidad, con los fascistas y comunistas. Si algo los caracteriza son asambleas con una enorme cantidad de miembros electos; en el caso de Benito Mussolini, por ejemplo, de forma sectorial como lo plantea Maduro. También pienso en la “democracia” de Gadafi, que tenía una asamblea muy parecida a la que se quiere establecer acá.

Repúblicas venezolanas

Con la propuesta de Nicolás Maduro se ha vuelto a hacer la distinción entre cuarta, quinta y sexta república. Tomás Straka se refiere a ello: “Todas las periodificaciones son más o menos arbitrarias. Ahora, ha habido una continuidad de la República desde 1830 hasta hoy. Es allí cuando comienza la polémica. Está la primera, entre 1811 y 1812; la segunda, de 1813 a 1814; y otra hasta 1819. En 1830 comenzó la cuarta. Sin embargo, algunos juristas dicen que ha sido la misma en etapas distintas. En términos prácticos, sí han sido diferentes. Hugo Chávez planteó con la idea de la quinta república que todo lo que había ocurrido desde 1830 hasta 1999 era una gran traición a los ideales de Simón Bolívar y entonces él iba a refundar. En muchas cosas sí intentó hacerlo, especialmente con lo del socialismo. No logró hacerlo y pareciera que Maduro sí tiene ese objetivo”.


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