Foto: Ramsés Romero

Óscar D’León no da tregua cuando está en el escenario. Canta un tema tras otro, con una energía envidiable a su edad. El año que viene cumplirá 80 años y tiene muchas historias que contar, pero no hay espacios para la nostalgia, lo de él es la rumba, el baile, el canto a la vida, y el público, leal, le acompaña.

La Sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño fue anoche una pista de baile. No hicieron falta las sillas. La gente se sentaba un minuto e inmediatamente se levantaba para seguir la fiesta. Ninguna de las más de 40 canciones que interpretó El Sonero del Mundo dejó indiferente al público, todas fueron cantadas y bailadas, unas, por supuesto, con más energía que otras, en especial las clásicas de su repertorio y otras que no estaban en el repertorio.

El vigor de Óscar es contagioso. Cantó con la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, dirigida por Christian Vásquez, el Coro Nacional Simón Bolívar y su orquesta. 200 músicos en escena que le acompañaron en melodía y baile. El resultado fue un enorme espectáculo en el que más de dos mil personas bailaron en el teatro más importante del país.

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La energía de El Sonero del Mundo se notó incluso antes de estar presente en los ensayos. El 12 de septiembre, en la Sala Simón Bolívar del Centro Nacional de Acción Social por la Música, sede de El Sistema, tanto los músicos de la orquesta como del coro, y el propio Vásquez, bailaron las canciones de Óscar Emilio León Simoza mientras ensayaban.

Los arreglos, realizados por Pedro López y Abraham Maduro, se iban armando a medida que los músicos de la sinfónica y los de la orquesta de Óscar dialogaban y llegaban a acuerdos. Pero, tal y como se vio en el concierto, en el ensayo las canciones pasaron una tras otra, los músicos de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, guiados por Vásquez, captaron rápidamente que parte del peso de la música del hombre de Antímano está en su espontaneidad.

«El trabajo ha sido fácil porque también está con nosotros la orquesta de Óscar. Muchas dudas que tenemos se las preguntamos al director (Wilmer Peralta). Aparte, el nivel de la Simón Bolívar es el más alto, es una orquesta rápida con las indicaciones, los músicos están siempre muy atentos», explicó Vásquez en una entrevista previa al ensayo.

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También reconoció que ayudó que tanto él como los músicos de la orquesta crecieron escuchando a D’León. «Recuerdo que mi mamá escuchaba su música cuando limpiaba la casa. Nosotros crecimos con su música, son 50 años de carrera, su música está en cualquier parte del mundo», subrayó el director, que fue invitado por Gustavo Dudamel para ser su asistente en el montaje Tristán e Isolda de Richard Wagner, que realizará en diciembre la Ópera de París. Adelantó que también estará en el país a finales de año para dirigir la Simón Bolívar y la Juan José Landaeta. Visitará, además, núcleos de El Sistema de Caracas y del interior.

Sobre el reto que implicó el trabajo con los arreglos, Abraham Maduro dijo que el director de la orquesta de Óscar sirvió de punto de encuentro para ambos estilos musicales: «Ellos tienen sus partituras hechas, una estructura de la que parten. A partir de eso hay que imaginar este momento, los ensayos, las cosas que pueden suceder, prever ciertas cosas que puedan dejar espacios a opciones».

«También hay que tener la conciencia de que muchas cosas se van a terminar ajustando a los ensayos, como está ocurriendo acá, porque precisamente es el punto donde se concatenan. La rigurosidad tiene que ceder un poco y la espontaneidad también tiene que entrar en ese sistema», añadió.

Como el concierto de Óscar -que tiene una segunda fecha agotada este sábado- era para celebrar sus 50 años de carrera, al comienzo aparecieron en pantalla imágenes de sus inicios en la salsa. Se vio a un D’León en blanco y negro tocando su bajo, el de la Dimensión Latina, el de los Grammys. Luego, orquestas y coro hicieron un intro con «La mazucamba» y «Llorarás». El cantante apareció en medio del escenario vestido de traje y sonriente para iniciar una gran noche con «Mi negra está cansá».

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Siguieron seis canciones sin descanso, «Fruta», «Llorarás», «Dile que se va a caer», «Yo quisiera», «María» y «Detalles»; luego presentó a su hija Irosca de León, que bailó mientras él interpretaba «La mazucamba», no sin antes bromear recordando que hace tres días se «metió un chinazo, pero fuerte, eso está ahora en el argot, fue un chinazo violento».

Hay canciones de Óscar que vienen ya con coreografía, como «Mata Siguaraya», que, también junto a Irosca, bailó lanzando patadas al ritmo de las trompetas. Este mismo baile puede verse en un video en YouTube. Aparece un Óscar más joven moviéndose mientras toca su bajo, incluso llega a lanzarse al suelo para tocar el instrumento. Esta vez no fue así, pero sí demostró que su voz está en las condiciones óptimas para interpretar las altísimas últimas notas de la canción.

Difícil saber cuál fue la canción que más emocionó al público. Pero cuando cantó «Sigue tu camino” hubo gente que se salió de sus asientos para gozar en pareja entre los pasillos. La Sala Ríos Reyna parecía que se iba a caer, y más cuando Óscar, entre los coros, improvisó convocando mambo y ritmo.

Parte del concierto sirvió también para expresarle su cariño al país. No solo nombró a Venezuela varias veces, sino que reiteró que musicalmente nació aquí, cosa por la que agradece. Lo hizo entre improvisaciones en temas como «Yo quiero que bailen to», «Sun Sun Babae» o «Mi tierra» con versos como «yo le canto a Venezuela, soy de Venezuela» o «esta noche Caracas me respondió». Recordó también a sus padres con el tema «A él», en el que improvisó líneas como «cuando cumplí 30 años de profesión mi viejo se me fue» o «papacito lindo, mamacita linda, cómo los extraño, siempre vivirán en mí».

Con «Bemba colorá», que, según dijo, no estaba en el repertorio, le rindió homenaje a su querida Celia Cruz, a quien consideró su estandarte. Celia, fallecida en 2003, fue quien recomendó a Óscar en Nueva York cuando comenzaba su carrera. No hizo falta siquiera que el salsero la mencionara, apenas sonaron los acordes del tema, el público ya sabía de quién se trataba. «¿Ya saben quién es la mujer? Vamos a imaginarnos que ella está aquí y gritemos ¡azúcar!».

No podía culminar Óscar sin su querido amigo, el bajo, parte esencial de los performances que lo hicieron famoso. El instrumento, de color blanco, apareció en el escenario y El Sonero del Mundo interpretó su tema «Mi bajo y yo». En un falso final cantó «Caballo viejo» y «Alma llanera», pero Óscar salió de nuevo, esta vez vestido con una franela negra con detalles morados, para cantar los clásicos «Rebelión» e «Idilio».

Foto Ramsés Romero

Con un público enloquecido por su música, el salsero afirmó: «La he pasado muy bien, me voy a tirar otro chinazo (se ríe). He pasado una noche bonita, llena de amor, con el aprecio de mis venezolanos lindos, hermosos, que me hacen sentir profeta en mi tierra, estar al lado de Christian me hace sentir aún más grande».

Se volvió a despedir, pero fueron tantos los aplausos del público que salió otra vez para cantar, de nuevo, «Llorarás». «Con esta sí nos vamos», advirtió, riéndose. Habían pasado más de tres horas y 40 canciones. Si hubiera sido por «el diablo de la salsa», la rumba no hubiese parado.


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