La carrera de Rodolfo Barráez toma impulso de manera vertiginosa.

Apenas tenía 21 años de edad y ya era uno de los 14 directores que participaban en la quinta edición de The Mahler Competition, en 2016, concurso que Gustavo Dudamel ganó en 2004. El fin de semana, a sus 24 años de edad, el músico nacido Coro, estado Falcón, y formado en el sistema de orquestas, fue reconocido con el Premio Internacional de Dirección de Orquesta de la Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México en su primera edición.

El músico ganó por su dirección de las piezas Collage, del compositor mexicano Armando Luna Ponce, y la Sinfonía del Nuevo Mundo, del checo Antonín Dvořák, que le fueron asignadas por sorteo.

La directora china Jiajing Lai ocupó el segundo lugar y el español estadounidense François López-Ferrer, el tercero. El jurado estuvo presidido por el músico italiano que obtuvo el Premio Paganini en 1991, Massimo Quarta, director artístico de la Ofunam.

El galardón, dotado de 6.000 dólares, incluye una invitación para que Barráez dirija un concierto con la Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México y con cada una de las agrupaciones asociadas durante las temporadas 2019-2021.

“Me siento muy honrado y orgulloso. Es una gran responsabilidad porque gané luego de competir con 11 directores de talla mundial”, señala Barráez desde México, y expresa que lo mejor de todo es contar con una agenda de conciertos llena hasta el año 2021. “Es una oportunidad maravillosa porque ahora tengo 20 oportunidades para conocer nuevas orquestas”, agrega.

Respecto a las piezas que tuvo a cargo, el director indica que sintió que realizó de manera fluida la ejecución y que, para olvidar la presión, trató de sentir que estaba en un ensayo o en su primer concierto. “Cada vez que estuve frente a la orquesta, traté de trabajar del modo más natural y sincero posible”, señala. Dice que su preparación para este concurso ha sido de constantes y disciplinadas prácticas, además de tener en cuenta sus valores familiares. “La formación para llegar allí no ha sido de meses, sino de muchos años”.

Desde niño Barráez se interesó por la música. A los 8 años de edad comenzó sus estudios como violinista en el Conservatorio de Música Santa Ana de Coro, en Falcón, perteneciente al sistema de orquestas. Su carrera como director comenzó con Teresa Hernández y continuó con el maestro José Antonio Abreu.

“El apoyo de mi familia fue fundamental. Mi mamá se fijó en mi inclinación y al enterarse del sistema de orquestas y coros juveniles, me inscribió”, señala el violinista, quien actualmente cursa una maestría en Dirección Orquestal en el conservatorio Hochschule für Musik Hanns Eisler, en Berlín.

No menciona algún compositor cuya obra sueñe con dirigir, pues considera que todos son importantes para él. “Cada uno es especial y tiene sus características interesantes. Si al principio de una obra quizás no la entiendo mucho, la estudio y, al comprenderla, el autor se convierte en favorito para mí”, explica. Pero sí habla de los directores que más admira, entre ellos, los venezolanos Christian Vásquez, Diego Matheuz, Gustavo Dudamel, el italiano Claudio Abbado y el inglés Simón Rattle. “Yo aprendo de todos los directores. Siempre digo que veo clases con ellos porque suelo mirar sus videos. Trato de entender lo que quieren, su gestualidad y su esencia”.

Asegura que siempre será parte del engranaje creado por el maestro Abreu, aunque se encuentre en el exterior. “El sistema no es un lugar del que te puedes divorciar. Es como tu familia y siempre lo será, sin importar lo que decidas”.

Respecto a la diáspora de músicos, Barráez considera que es un tema sobre el que es difícil hablar porque sabe que sus compañeros quisieran quedarse en el país, pero deben viajar para ampliar su carrera. Afirma que tiene planteado regresar. “También es una oportunidad para demostrar que nosotros podemos llegar lejos y que Venezuela es internacional. Por supuesto, los músicos que estamos fuera vamos a volver. Yo estoy aquí logrando cosas para que mi país se sienta orgulloso”, concluye.


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