Rocío Higuera: Encontré un espacio en el que me siento libre y no tengo que pedir permiso

La periodista regresó a su oficio luego de una larga pausa con El podcast de Rocío, que sale todos los sábados a las 8:00 pm por YouTube. Hasta ahora, ha abordado diversidad de temas como la eutanasia, la pedofilia, el reguetón o el humor. Consideró que el tiempo fuera de pantalla le hizo volver a la razón por la cual estudió su carrera: una inquietud genuina por aportar algo positivo. También le hizo recordar la diferencia entre lo necesario y lo importante. “Nuestro trabajo nos apasiona y es parte de la vida, pero no es la vida”

En los siete capítulos que lleva hasta ahora El podcast de Rocío, el proyecto con el que Rocío Higuera regresó al periodismo, queda claro que es un producto que no busca encasillarse.

Ni solo episodios duros ni solo entretenimiento. La comunicadora, por años una de las presentadoras de Sábado en la noche, transmitido por Globovisión, comenzó con un tema complejo como la eutanasia, siguió con la pedofilia y luego, en un tono más divertido, con el reguetón.

En cada episodio Higuera procura tener invitados calificados sobre el tema y que se genere un debate abierto y espontáneo, en el que incluso las discrepancias se manifiestan sin tanto decoro, una característica que suele diferenciar al podcast de la televisión.

Pero la periodista no quiere soltar del todo su formación académica. Es un contexto en el que hay contenido de mucha calidad en Internet, pero también mucho contenido repleto de mentiras, fake news o banalidades. Desentendido de la rigurosidad.

En El podcast de Rocío, que sale todos los sábados a las 8:00 pm, la comunicadora se permite rapear o reírse con sus entrevistados, si el tema lo permite, como es el caso del reguetón o el episodio del humor, pero no deja de hacer las preguntas o los comentarios que cuestionan o generan debate.

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Por ejemplo, en el episodio del reguetón, en el que tiene como invitados a los cantantes Luis Fernando Borjas y Sixto Rein, el radiodifusor John Fabio Bermúdez y el productor Bifi, surgen preguntas como si es necesario que haya tantas groserías en las letras de este género urbano enormemente popular. O, en el caso de la eutanasia, consulta a expertos qué tanta posibilidad hay de que se apruebe en Venezuela, voces que pone en contraste con un sacerdote que, por sus valores religiosos, se opone absolutamente a que una persona tenga la posibilidad legal, el derecho, de poner fin a su vida si tiene una enfermedad o condición que le deriva terribles sufrimientos.

Para Rocío, el protagonista de su podcast es el tema. «La línea editorial es darle protagonismo al tema. Eso no quiere decir que nos van a acompañar voceros de cualquier tipo, nosotros siempre vamos a buscar voces de valor que puedan ampliarnos el panorama y darnos distintas perspectivas», explicó la periodista en una conversación telefónica.

Higuera retoma el periodismo después de consolidar su marca de moda, Le Mot Clothing, de su salida hace ya más de cinco años de Globovisión, un período en el extranjero y tras un momento en el que su vida personal fue excesivamente juzgada en las redes sociales. «A veces somos jueces con demasiada ligereza y no practicamos la empatía. Ser blanco de eso al principio me dolió mucho, luego me hizo endurecer la piel. También entender que las personas pueden formarse sus opiniones y puede que esas opiniones no nos gusten, pero siempre será la de ellos, no es mi realidad», expresó la comunicadora.

—¿En qué momento decide hacer El podcast de Rocío? ¿Por qué ahora?

—Cuando hice esa pausa inicialmente estaba muy ansiosa por volver. Con el tiempo las ganas se me fueron pasando y puse mi atención en otros proyectos. Así surgió Le Mot. Darle forma, lograr que fuera exactamente lo que había soñado, crear y engranar el equipo correcto, todo eso tomó varios años. De a poco me fui olvidando de la televisión, al punto de que llegó un momento en que parecía una vida pasada. Pero Le Mot, después de estos años, creo que ya camina solo. Es un proyecto que se pudo consolidar. Los procesos cada vez son más fáciles porque todos los que somos parte de esta marca los entendemos perfectamente. Me relajé un poco porque dije ‘esto está listo, esto puede caminar’, y ahora qué hago, porque siento que el sentido de la vida está en el constante proceso de creación. Reaparecieron esas ganas por comunicar que tal vez nunca se fueron del todo, aunque por mucho tiempo no me hicieron ruido. Ahí fue que decidí crear el podcast.

—¿Cuánto tiempo le tomó consolidar Le Mot?

—Iniciamos en diciembre previo a la pandemia… cuatro años. Nos tocó sortear ese período con una marca recién constituida. Tuvimos ese par de años que fueron inciertos para todos. Abrimos casi de la mano con la pandemia. Una vez que esta pasó, nos tocó estabilizarnos y ahora sí aprender todo a nuestras anchas, porque fue difícil durante el tiempo de covid.

—Comenzó inmediatamente con un tema delicado, la eutanasia. Luego con la pedofilia. Sin embargo, también nos ha hablado de reguetón o de humor. ¿Qué quiere contar y qué ofrece diferente en su podcast?

—El podcast es una pauta libre en la que el protagonista es el tema. Eso no quiere decir que los temas siempre tienen que ser corrosivos o difíciles. Probablemente en muchas ocasiones será así, pero lo comparo un poco con la dinámica de la vida: no todos los días son perfectos, no todos los días son complejos. La vida se mueve entre peso y levedad. Fue lo que intenté crear en este podcast. Un espacio en el que cualquier tema de interés para un colectivo tenga cabida, siempre que podamos abordarlo con altura. Hay personas que se intrigan un poco al preguntarme cuál es la línea editorial. Les digo que la línea editorial es darle protagonismo al tema. Eso no quiere decir que nos van a acompañar voceros de cualquier tipo, nosotros siempre vamos a buscar voces de valor que puedan ampliarnos el panorama y darnos distintas perspectivas. Pero más allá de cómo se llame la persona que está sentada en la mesa, incluso quién haga la entrevista, el verdadero protagonista es el tema. Creo que la vida ofrece muchas posibilidades. Hay temas extraordinarios. Es verdad que empezamos con uno duro y necesario, que para mí era una asignatura pendiente desde que vi la película Mar adentro con Javier Bardem. Quedé muy conmovida con esa historia y siempre me pregunté qué pasaba con ese tipo de pacientes en Venezuela. En mi regreso quise atender esa asignatura pendiente. Ya luego hemos grabado otros episodios que quizás son más relajados, pero igualmente siento que el público los quiere y agradece. Fíjate que el humor no es solo hablar de la comedia, sino intentar echarle una mirada a su transformación a través del tiempo, cómo ha evolucionado, cómo ha cambiado, cómo hemos cambiado nosotros como sociedad. Al final todo lo que te da risa está como muy amarrado a la moral del entorno que te rodea.

—¿Busca distanciarse de su imagen asociada al mundo del entretenimiento?

—No a propósito. No me roba el sueño que ahora se vea otra cara de mis capacidades periodísticas. No me roba el sueño demostrar algo. Le dediqué muchos años a esa fuente y quería darme la licencia para tocar otros temas. No para quitarme una etiqueta, porque no me pesa para nada. Con todo el amor del mundo llevo en mi memoria y mi currículo el haber trabajado para una fuente que es tan digna como cualquier otra.

—¿Qué retos ha implicado acercarse a otros temas?

—El periodismo, como todo en la vida, se pule con práctica. Eso te va dando la destreza para salir al paso en una entrevista, para reconocer los momentos importantes, las preguntas o respuestas que debes tener. Es como un olfato que vas afinando. Tenía seis años sin hacer una entrevista, quizás con la idea de no volver a hacerlo porque, previo a todo el proyecto de Le Mot, pasé dos años viviendo afuera. En este comienzo siento que estoy reaprendiendo, reescribiendo mi propia forma de hacer periodismo, porque regreso en un formato que es distinto a la televisión. No diré que es la antítesis, la televisión implicaba hacer tu mejor puesta en escena. Ahora me dicen que entre más natural, orgánico y real sea, mejor. No quiere decir que lo de antes no era natural, o que no fuera orgánico, pero sin duda alguna tú lo pensabas dos o tres veces antes de emitir ciertos juicios, sobre todo por la responsabilidad que tenía con una audiencia que me estaba viendo. Para mí es retador. No quiero perder la formalidad, no quiero perder lo bueno de mi vieja y buena escuela. Por el contrario. Quiero traerme lo bueno de allí y, por qué no, contagiarme de todo lo que pueda aportar esta nueva manera de comunicar. Sin caer en el lugar común, en el cliché que veo en tantos lugares de Internet de decir groserías o emitir opiniones deliberadamente sin pensar en cómo afectan a quienes me están viendo. Eso me parece irresponsable.

—¿Quiénes le acompañan en este podcast? ¿Quién le apoya?

—Comenzamos siendo solo dos personas. Ahora tengo un equipo de al menos cinco personas entre editores, productores. He incorporado un par de escritores que me acompañan para compilar la información, para impregnarnos de conocimiento. Toda esa preproducción que requiere una entrevista. De mi experiencia en tele me traje a Fausto Mata, quien fue mi director y trabajamos juntos desde que yo era operadora de VTR, el primer cargo que tuve en Globovisión. Para mí es un honor porque, además, es un amigo, de esos afectos que los años en el medio te permiten atesorar. También María Alejandra Nava está conmigo, así como otros nombres, pero no quiero pecar al mencionar a unos y olvidar a otros. María Alejandra Nava, la productora general de este proyecto, también fue mi compañera en tiempos de televisión y, de hecho, mi jefa.

—¿A qué se refiere cuando habla de orgánico?

—Eso mismo me he preguntado muchas veces. Todo el mundo me dice que el podcast tiene que ser orgánico. No veo cómo pudiera ser inorgánico partiendo del hecho de que las preguntas las hace un ser humano y las respuestas las da un ser humano. Creo que es un argot muy vinculado a este tiempo de redes sociales. Me temo que no hay una definición muy precisa, pero algunos mencionan tu postura al sentarte, tus gestos, incluso la ligereza con la cual puedes decir una grosería o no, emitir un juicio de valor o una opinión sin pensar que hay un mañana. Si orgánico es honestidad, lo tenemos. En cuanto a ser extremadamente informal, procuro no ser así en mi vida. No es ser acartonada, vieja escuela o pasada de moda, es respetar a la persona o las personas que te escuchan.

—En el podcast vemos espontaneidad cuando habla de reguetón, pero, en cambio, habla con mucho respeto al abordar la eutanasia o cuando conversa con la futbolista Génesis Florez, víctima de abuso y acoso. Combina ambas cosas.

—Claro, es que temas como la eutanasia, la pedofilia o la depresión no son para tomárselo así. Sería muy irresponsable de mi parte generar un contenido que lo podría ver cualquiera y no darle el peso que le corresponde al tema, no darle la importancia y la formalidad. Cuando hablas de una persona que está pidiendo una muerte piadosa no cabe un chiste en esa conversación. Los más críticos me dicen que no parece un podcast sino un programa de televisión. En todo caso el logo todavía me funciona, pues recíbanlo como quieran. Sí agradezco mucho que la gente me esté dando nuevamente una oportunidad.

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—¿Y qué tal ha sido la recepción?

—El crecimiento en YouTube es más lento. En televisión había un crecimiento vertiginoso que podías palpar a través de comentarios en la calle, mensajería de texto, incluso en Twitter, las redes sociales. Era más fácil y rápido. Pero los tiempos han cambiado, los gustos de las personas han cambiado, la manera de consumir información y contenido han cambiado. El que está ahí acompañándote es porque te quiere, porque le interesa escucharte. La tele era como una compañía que podía estar en la cocina, la sala, incluso sin prestarle mucha atención en ocasiones, era parte de la cotidianidad, al menos en la idiosincrasia venezolana. El que va a un teléfono o una computadora para buscar un contenido es porque tiene un interés genuino. Tú vas a buscar lo que quieres ver.

—¿Cómo escogen y jerarquizan los temas?

—En este par de años, ya tenía en mi imaginario los temas que me interesaba tocar. Tengo una lista en la que todavía hay varios títulos por venir, que me acompañan hace bastante tiempo, pero luego hay unos que van surgiendo sobre la marcha. Por ejemplo, el conflicto bélico en la Franja de Gaza. No soy internacionalista, pero creo que es un tema de interés público que demanda urgencia y que demanda ser entendido. Porque todos somos opinadores por excelencia en tiempos de redes, pero no todos conocemos a fondo aquello de lo que estamos hablando.

—¿Lanzarlo los sábados tiene que ver con que venía de Sábado en la noche o hay otros motivos?

—Quería lanzarlo los domingos, pero grandes colegas, a quienes aprecio y respeto, y además he seguido su trabajo y lo considero de calidad, también generan contenido para ese día. No es que no quisiera competir, pero en ánimos quizás de innovar y llenar otros espacios más desatendidos, comencé a asesorarme con quienes manejan bien el tema de las redes sobre cuáles eran los días ideales. Todos coincidieron en los fines de semana, así que si no era los domingos entonces el sábado. ¿Y por qué no volver un sábado en la noche, si de algún modo es una marca que me ha acompañado también y ha sido parte de mi historia?

—¿Consideraría que, en este momento, si no haces un podcast no estás vigente? ¿No está saturado el mercado del podcast?

—Sí creo que está bastante saturado. La tecnología ha exteriorizado la inquietud que existía por comunicar. Más allá de que nosotros lo estudiamos como carrera, es nuestro oficio y profesión, estos tiempos demuestran que la necesidad de expresarse, de ser escuchado y compartir nuestras ideas siempre ha estado latente en la sociedad, independientemente de tu profesión. El médico quiere hablar de lo que sabe hacer, el ingeniero de sus conocimientos en ingeniería, y así sucesivamente. Cada profesión encuentra su nicho. Eso ha dado cabida a que comunicadores innatos aparezcan en escena generando contenido grandioso, quizás sin haberse formado para ello. Pero también cualquier otro, que a lo mejor no tiene la responsabilidad, el talento, el entrenamiento o las herramientas, puede hacerlo. En este universo de posibilidades lo bueno y lo malo se mezclan. Claro que todo depende del cristal con que lo mires, pero inevitablemente uno como comunicador social es crítico. Si de algo sabemos nosotros, y con toda la humildad del mundo lo digo, es de esto. ¿Hay demasiados podcast? Sí. Hay contenido basura en la web, también hay contenido de valor que no es comercial, y luego hay fenómenos de redes que no entiendo. Gente que se posiciona y viraliza y yo todavía no sé a qué responde eso. No sé si es el factor polémica, no sé si es empatía, carisma. No lo he estudiado tanto. Más que ocuparme de eso, prefiero generar mi aporte desde mi escuela, mi formación académica, desde mi inquietud por hacer las cosas bien.

—¿Un periodista pierde vigencia si no tiene un podcast?

—El periodista que defienda su formación como comunicador, su deber y su responsabilidad con comunicar fidedignamente, basado en conocimiento, en estudios, en formación, no pierde vigencia. Independientemente del espacio. Llámale radio, televisión, periódico, red social, grupos de WhatsApp, para mí el periodismo es una profesión que hoy está más vigente y es más necesario que nunca.

—¿Cuántos capítulos quiere hacer en esta primera temporada?

—Tantos capítulos como sábados tenga el año. Mi intención es acompañarlos durante todo el cierre de 2023. Y continuar el año que viene.

—¿Cuántos temas tiene?

—Hasta ahorita, grabados, tenemos seis episodios más. Y otros que están por grabarse en las próximas semanas.

—¿Cómo le va con su faceta de empresaria? ¿Cómo ha sido abrirse al mundo de los negocios?

—Ha sido retador, no conocía mucho de esto. Además, cuando te formas en una carrera, tú mismo te pones la etiqueta que dice ‘soy periodista’. Para mí no había otra cosa en la vida que no fuera el periodismo. Poner en pausa todo a lo que le había dedicado mi vida me invitó a reinventarme. Me di cuenta de que, es cierto, soy periodista, pero también soy otras cosas. Soy un ser humano, soy mujer, soy amiga, soy profesional. Fue redescubrirme. En ese proceso reconocí que la moda siempre estuvo allí. Decidí emprender. Construir una empresa pequeña. ¿Fue fácil? No. Todos los procesos para mí han consistido en volver a formarme como individuo, me encanta porque siento que soy más que solo periodista. Lo digo sin arrogancia, lo digo con humildad, no me pavoneo de esto. Hay personas que tienen cuatro carreras, son empresarios de verdad, con franquicias y tiendas gigantes. Mi tienda, mi marca, es apenas un bebé. Está en pañales, pero tengo toda la intención de seguir dándole forma y de continuar trabajando duro para que se consolide cada vez más.

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—¿Se mantendría en la línea de la moda o le interesan otros aspectos de los negocios?

—Estoy desarrollando un concepto gastronómico. De alguna manera Le Mont, mi tienda, se convirtió en un espacio social en el que las clientas van a buscar alguna propuesta de vestuario para la cotidianidad o una ocasión especial. Pero también disfrutan de tomarse un café, de hablar. He visto la dinámica social que desencadena esa experiencia de ir a comprar algo. Eso me motivó a acompañar mi proyecto de un espacio gastronómico en el que se pueda brindar la experiencia completa.

—Después de su salida de Sábado en la noche, ¿cuál es su balance de esa etapa de su vida?

—Mi balance es que los medios de comunicación pueden ser engañosos, cuando trabajas en una palestra pública estás constantemente tentado por el ego, que te hace creer que eres importante, que eres popular. Siento que todo eso son quimeras. A mí esto me hizo volver a la razón por la que estudié periodismo, que era una inquietud genuina por decir algo, por aportar algo positivo. Quizás por dejar huellas positivas en el mundo. En ese momento era algo más altruista que lo que sentí al final. Porque estás agobiado, estás en una dinámica que te envuelve y no tienes mucho tiempo para pensar, estás en automático. Después de hacer televisión por 12 años y radio por 8, y de animar no sé cuántos eventos a la semana, hacer pausa me hizo recordar la diferencia entre lo necesario y lo importante. Nuestro trabajo nos apasiona y es parte de la vida, pero no es la vida. Me hizo entender que tenemos que aceptar que a veces las cosas, aunque las quieras de una forma, tienen que suceder de otra. Me hizo crecer como ser humano, me hizo dedicarle más tiempo a mi papá, mi familia. No tengo ningún mal sabor. Al principio fue duro porque no solo era lo que sabía hacer, es que no veía otra forma de vida.

—Parte de Sábado en la noche se basaba en indagar en la vida de distintas figuras. ¿Qué sintió cuando tanta gente hurgó en su vida privada?

—Sentí que a veces somos jueces con demasiada ligereza y no practicamos la empatía. Ser blanco de eso al principio me dolió mucho, luego me hizo endurecer la piel. También entender que las personas pueden formarse sus opiniones y puede que esas opiniones no nos gusten, pero siempre será la de ellos, no es mi realidad. Si hice un mea culpa y me arrepentí de lo que hacíamos en Sábado en la noche, francamente no creo que se pueda comparar lo que hacíamos en Sábado en la noche, abordar un tema un fin de semana, con mi experiencia personal, que fue bien dura y sistemática. Muy intensa. En Sábado en la noche procuramos ser siempre periodistas y abordar ciertos temas con respeto, a pesar de que era prensa rosa y prensa del corazón, y no destruir una persona por sus aciertos o desaciertos en la vida. En ese sentido no hubo un mea culpa, no sentí responsabilidad. Lo que sí sentí es que estamos en una sociedad verdaderamente enferma de resentimiento, de odio y que todo el que se cree superior es inferior. Al final todo esto se resume en amarse mucho uno mismo y de levantar unos muros para no permitir que permee la oscuridad de otros. La verdad es un espejo roto, para entenderla siempre digo que tienes que unir todas las partes, pero tú verdad es irreductible. La verdad personal de cada quien es irreductible e incuestionable porque va por dentro.

—¿Qué significó sentirse tan expuesta a raíz de que se conoció que estaba con una persona casada? ¿Qué aprendió de ese momento?

—Son capítulos que considero pasados y tengo en mi presente de qué hablar. No es por ser esquiva, porque como periodista entiendo la pregunta y la curiosidad genuina de las personas, por eso te estoy respondiendo. En algún punto sí dije que mi trabajo es público, mi vida personal es privada. Eso lo sostengo. Porque sí es muy antipático que manoseen tu vida personal. Todo el mundo tiene en su vida capítulos de los que no se enorgullece, o que hubiese querido vivir de manera diferente, porque no tiene que ver con el orgullo. Somos seres humanos y, por tanto, todos hemos pasado por situaciones que no fueron las que idealizamos. No somos máquinas, tenemos una serie de cosas que nos distinguen de la inteligencia artificial, como las emociones o los sentimientos. Por eso a veces no tomamos decisiones como una computadora sino como un ser humano que siente. Fue muy antipático para mí porque algunos tienen la suerte de que su vida personal no trascienda a lo público, eso es una verdadera ventaja. Ahora, si todas las vidas fuesen del dominio público, habría mucha tela que cortar, y esto tampoco lo digo desde la arrogancia, han sido años de introspección para entender que esto no me hace mejor ni peor. Solo me hace un ser humano con derecho a vivir su propia vida. A cometer sus propios errores y a reivindicarse, rectificar, echar pa’lante, y a pasar página.

—¿Esa vigilancia quizás tuvo que ver con su condición de mujer? ¿Es machismo?

—Sí, creo que vivimos en una sociedad machista. Somos muy poco equitativos con la empatía y nuestra manera de juzgar a las mujeres. Sí creo que tuvo que ver con mucho morbo, que a la gente le gusta meterse en la intimidad de otros. Y, vamos, yo tuve un programa llamado En íntimo, que más o menos iba de eso, pero siempre con una postura de respeto, nunca una postura de superioridad que me convirtiera en juez de otra persona. En realidad no somos jueces, no tenemos las virtudes, no estamos exentos de pecado para dictar sentencia sobre los demás. Sí creo que tuvo que ver con eso. A diario vemos historias mucho más interesantes que mi vida privada, mucho más descabelladas, vemos historias que tienen poco o nada que ver con la moral del ser humano, con la dignidad humana, y las asumimos con mucha más ligereza y naturalidad si el protagonista es un hombre.

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—Por ahora, ¿prefiere quedarse en Venezuela?

—Lo que pasa es que pasé dos años viviendo afuera. Me abrumó un poco la dinámica de la vida en otro país. La diáspora es muy dura, respeto a mis amigos, afectos y familiares que viven en otros países. No fue una opción para mí. No quiere decir que la persona que soy hoy va a ser igual más adelante. Somos seres cambiantes, lo que digo hoy aplica para mi presente, quizás mañana la vida dará vueltas. Estamos vivos, vamos evolucionando. Hoy no me interesa migrar. Me encanta viajar, soy una viajera cada vez que puedo. La vida es corta y las mejores cosas que podemos atesorar son las que no se pagan. Me dirás que un viaje tienes que pagarlo, es verdad, el boleto, el hospedaje, pero lo que aprendes al tener contacto con otra cultura, al conocer personas que piensan distinto a ti, que han evolucionado en entornos distintos al tuyo, eso sí no tiene precio. No lo puedes cuantificar. Hay que rescatar un poco la dignidad del venezolano que se quedó en Venezuela. Eso no te hace menos bueno que otro, no te hace más cobarde que otro, no te hace menos inteligente, simplemente te hace una persona configurada para tomar sus propias decisiones y para ir en la dirección que le hace sentir mejor.

—¿Volvería a hacer un programa para la televisión?

—Tengo que ser franca. Respeto mucho a mis colegas que están en televisión hoy haciendo un esfuerzo titánico por crear contenidos valiosos. Siento que este año ha habido un repunte en la televisión venezolana, lo cual aplaudo y me alegra. También creo que pasamos por un momento oscuro, de una profunda decadencia, quizás una depresión colectiva que tiene mucho que ver con una depresión económica y con las limitaciones y los nuevos desafíos de comunicar. Pero todavía no siento inquietud por volver a la televisión. No creo que vaya a desaparecer, a pesar del auge de las redes. Así como la radio no desapareció. Incluso los medios impresos; aunque muchos los consumimos en digital, a mí pocas cosas me gustan tanto como pasar las hojas de una revista, tocarla, doblar la punta de una página para recordar dónde quedé. Eso para mí es la experiencia completa y la disfruto. Hay cabida para todo. No creo que los medios estén por desaparecer. No creo que la tele esté en un franco deceso hoy por hoy. De hecho, creo que está en ánimos de renacer, de reinventarse. Eso es bueno, pero a mí me gusta lo que estoy haciendo. Encontré un espacio en el que me siento libre de actuar, de preguntar, de editorializar como me gusta sin tener que pedir permiso.


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